Oscar Wilde, sin censura

«No existen libros morales ni inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo»

Retrato de Oscar Wilde

Retrato de Oscar Wilde / DI

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Oscar Wilde (1854-1900) sólo escribe una novela. ‘El retrato de Dorian Gray’ le basta para conseguir la inmortalidad. No sin problemas. Le llueven bofetadas, le acusan de sodomía, la novela es rechazan por obscena y le condenan a dos años prisión y trabajos forzados. Todo empieza en 1890, cuando envía el manuscrito a Lippincot’s Monthly Magazine. Los editores, escandalizados por su contenido sexual que consideran inapropiado, echan mano de la tijera y desaparecen más de 500 palabras, frases y párrafos enteros. Wilde necesita su publicación, se autocensura más aún, elimina las referencias homoheróticas y matiza los aspectos más turbios del texto. Así amputada, la novela ve la luz en 1891, que ni aún así se salva de una crítica feroz. Con aquella lamentable censura se ha venido publicando durante más de cien años, hasta que hace dos días, el 2011, se localiza la versión original que ese mismo año publica la Harvard University Press. Es la edición íntegra que yo he vuelto a leer en la exquisita traducción de Victoria León que el ‘Reino de Cordelia’ tiene publicada desde el 2017. 

De carácter excéntrico, el joven Wilde luce una larga cabellera de pelo largo, viste pantalones de montar de terciopelo y su habitación está llena de objetos exóticos, plumas de pavo real, girasoles y porcelanas chinas. Wilde crea un personaje. Además de su gran novela, es un grandísimo poeta y un excepcional dramaturgo que nos deja piezas magistrales como ‘Salomé’, que interpreta en París Sarah Bernhardt y, sobre todo, ‘La importancia de llamarse Ernesto’, una desternillante farsa sobre el absurdo, en la que el protagonista nos recuerda a Falstaff. Tal vez la mejor comedia británica desde ‘Noche de Reyes’ de Shakespeare. 

Pero no nos desviemos. Aquí nos interesa ‘El retrato de Dorian Gray’, un hallazgo formidable de ingenio y brillante escritura que resume una frase inquietante del propio Wilde: «Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad». El argumento de la novela, turbador y casi metafísico, sigue siendo rabiosamente actual, el culto a la belleza y a la eterna juventud que se quiere conseguir a cualquier precio. Wilde juega con tres protagonistas principales. Basil es un pintor que retrata a Dorian, bellísimo efebo al que tienta un amigo del pintor, Lord Henry, una guisa Mefistófeles que le llena la cabeza de pájaros, elogia su juventud, animándole a buscar el placer y exprimir al límite la vida. Y Dorian sueña: «¡Qué triste resulta!, -comenta con los ojos fijos en el cuadro-, me haré viejo, decrépito, espantoso, mientras mi retrato permanece siempre joven. ¡Si fuese al revés! ¡Si yo me conservara siempre joven y el retrato envejeciera en mi lugar! ¡Daría cualquier cosa por eso! ¡Daría mi alma!». 

La carta está echada. El aberrante anhelo trastorna a Dorian que, ansioso por aprovechar su juventud, comete los actos más escabrosos y se lanza a su lado oscuro. Pero algo extraño sucede. Cada vez que comete una salvajada, un despropósito, su deseo parece cumplirse y el retrato cambia su imagen, va envejeciendo. Dorian no lo entiende y con miedo, esconde el cuadro. Pero pasa el tiempo y se confirma la gran paradoja, un día vuelve a ver el cuadro y su retrato está desfigurado, es la imagen de un viejo irreconocible. Dorian comprende lo que está pasando y entra en pánico. Viéndose corrompido por la atrocidad de sus actos, se siente culpable y busca revertir su error. Aterrado por la transformación de su retrato y lo que significa, decide destruir la causa de su miserable vida y con un cuchillo apuñala el retrato. En ese mismo instante se oye un grito desgarrador y una caída aparatosa. Al entrar los criados, observan el retrato rasgado con la exquisita belleza de su señor y en el suelo a un hombre canoso, arrugado, envejecido, con un cuchillo clavado en el pecho.

Con un magistral uso de la paradoja y la ironía, Oscar Wilde nos habla del narcisismo, la egolatría y la soberbia, de la degradación y las miserias de la condición humana, del miedo a la muerte y de la inalcanzable inmortalidad que nos impide ser como dioses. Dorian es el ángel caído, el bello Luzbel que acaba convertido en Lucifer. Es el viejo cruce del Bien y del Mal, la dualidad del ser humano que es ángel y demonio. 

El arte como espejo

Sorprende que, en su día, la crítica y los lectores no entendieran que la novela, en vez de ser aberrante, era todo lo contrario, moralizante. Porque lo que Wilde nos dice es que alimentar las pasiones, vivir una vida desbocada y querer ser como dioses tiene consecuencias. ‘El retrato de Dorian Gray’ nos advierte que es muy delgada la línea que separa la amistad del amor, lo moral de lo inmoral, la lucidez de la demencia, la vida de la muerte. Wilde convierte el retrato de Dorian en un símbolo del arte como espejo de nuestras acciones, de manera que el efecto estético y el amor por la belleza aparecen acompañados de una significación moral.

La obra no deja de ser autoreferencial. Wilde se reconoce en ella: «Basil, abocado al arte por el arte, es quien yo creía ser; Lord Henry es quien el mundo cree que soy; y Dorian es quien me hubiera gustado ser». Wilde, adelantado a su tiempo y atemporal en su visión, -de aquí su universalidad-, no tiene miedo de criticar a la restrictiva sociedad victoriana, obsesionada por la posición social, el culto a la belleza y el hedonismo como eje de la vida, víctima de una moral corrupta y decadente; no tiene miedo de vivir la vida que vive, a partir del arte que se expresa en libertad, sin condicionamientos morales; y tampoco teme la diversidad de opiniones, pues confirman que su obra está viva, revuelve y conmueve. 

El problema de Wilde es que no le entienden, que aquella mojigata sociedad victoriana no puede entenderle. Un Wilde acorralado, ignorado y despreciado, tiene que refugiarse en Francia bajo el nombre falso de Sebastián Melmoth. Fallece en París en la más absoluta pobreza.                

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