Entrevista
Angélica Yuste: "No puede ser que el hundimiento de un barco de lujo importe más que miles de pateras"
Graduada en Derecho y con espíritu de escritora, ha sido recientemente galardonada con el Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla con su obra 'Mareas de aceite' (Algaida)
Begoña Jorques
¿Cuál fue el origen de 'Mareas de aceite'?
De un pensamiento que llevaba tiempo rumiando: "¿Qué podría hacer para que el lector comprenda que las personas que arriban a nuestras costas en patera necesitan verdadera ayuda y no vienen a vivir del cuento o robar?". La mejor manera era situarles en el ojo del huracán, que se vieran obligados a experimentar la odisea que suponen los viajes migratorios. En definitiva, que se pusiera en la piel de quienes lo dejan todo atrás para labrarse un futuro que, sin duda, acaba siendo distinto al que les aguardaba. Uno no puede perder el miedo a lo desconocido si no lo enfrenta directamente.
Aborda en este libro la inmigración. Un tema duro. ¿Por qué?
Porque la temática resuena a diario en nuestras televisiones, periódicos y radios, pero parece que no traspase nunca las pantallas, hojas o bafles, como si fuera una historieta de la que uno puede desconectar echando mano de un botón. No puede ser que el hundimiento de un barco de lujo, como fue el caso del velero del magnate Michael Lynch, importe más que el de miles de pateras, cuando lo que está en juego son las mismas vidas humanas. Ni que encumbremos a Lamine Yamal o a Nico Williams cuando marcan goles, pero nos importe bien poco si el resto consiguen adaptarse. Quienes logran llegar a tierra firme de una forma tan sacrificada no deberían sentirse criminalizados. La inmigración sigue siendo "un tema" que debemos abordar hasta que deje de serlo y a pesar de su dureza.
¿En qué se inspira?
La novela se basa en vivencias reales que he ido recopilando mientras me documentaba, pero también en el recuerdo de una figura a quien va dedicada esta historia. Samba fue un mantero que nos trajo el mar. Trabajaba en las playas de la localidad donde veraneo y fue, literalmente, el primer hombre negro que conocí. Un agosto dejamos de verle y jamás supe si se sintió bienvenido de veras, pues apenas llegué a conocerlo realmente. ¿Cómo vamos a integrarlos si a pesar de lo abiertos que nos consideramos, seguimos erigiendo barreras invisibles? Llamadlo xenofobia, racismo, miedo… No vamos a poder hacerlo hasta que nuestra mentalidad cambie de verdad. De ahí que bañara mi galardón en las aguas del Mediterráneo. Tal vez no fue la mejor idea —está hecho de bronce—, pero quería que Samba supiera, allá donde se encuentre, que para mí, su constancia diaria y su sonrisa nunca fueron invisibles.
¿Para quién escribe?
Para aquellos que defienden los derechos de los migrantes, y para los que piensan que se trata de una causa insostenible o que en España ya no existe el racismo. Unos hallarán certeza en esta historia. Otros harán introspección. Y los habrá que aborrezcan la trama. Adelante con el debate. Lo que verdaderamente me importa es cómo la reciban los inmigrantes que han echado raíces en España, sus hijos, sus nietos. La novela es un homenaje a su valentía, y un reconocimiento por haberse integrado en una sociedad que a ratos es luminosa y otros tantos, hostil. Me gustaría que supieran que su esfuerzo no pasa desapercibido.
¿Cómo surgió su pasión por la escritura?
De pequeña soñaba con inventar cuentos tan fantásticos como los que narraba mi padre, y recuerdo pasar las tardes con mi abuela entre libros de Los Cinco y películas de 'Cine de barrio', así que siempre he vivido rodeada de literatura y arte. Estudié en el colegio Nuestra Señora del Pilar de València, del que se graduaron escritores como Laura Gallego, a quien admiro desde niña, y había una biblioteca encantadora donde intentaba colarme durante el recreo para saber qué ocultaba Barba Azul en su sótano, o cómo terminaban las aventuras del Nautilus. "Qui lecturum, sapienturu", nos hacía corear Concha Giménez en cuarto de primaria. "No repitas dos verbos en una misma cara de hoja", advertía Juan José Calvo. "Encuentra palabras especiales y hazlas tuyas", instigaba Pepelu Fernández. "¡Leer es poder, hermanos!", repetía José Milián. "Embébete de los clásicos", aconsejaba Lourdes Porta... No tengo duda de que mis profesores allanaron el camino para que explorara tranquilamente esta inquietud que habitaba en mí, y jamás olvidaré cada uno de sus consejos. Soy un pedacito de todos ellos.
¿Cuál es el mayor reto de un escritor novel?
Sin duda, la difusión de una primera obra. En mi caso es un escollo que salvé gracias al Premio Ateneo Joven de Novela de Sevilla, pues las editoriales Algaida y Anaya se han encargado de llevar a buen puerto todo el proceso de su publicación, pero sé de buena tinta que hay mucho talento que conserva sus obras en un cajón bajo tres cerrojos por temor a autopublicarlas y que la cosa acabe torciéndose. Mareas de aceite está teniendo un recorrido que me hace inmensamente feliz, por eso recomiendo a todo aquel que tenga la inquietud de escribir, se lo proponga en serio, opte a premios con tirada o lance al mundo sus proyectos, porque al hacerlo experimentará una catarsis liberadora.
¿Quiénes son sus referentes literarios?
Escritoras como Espido Freire, Isabel Allende o Pilar Pedraza, cuyos libros rezuman un lirismo mágico que siempre me ha encandilado y dieron vida a algunas de las mejores protagonistas que he leído nunca. También recurro a autores como Antonio Penadés, Santiago Posteguillo, Carlos Ruiz Zafón, Ken Follett, o Stephen King cuando busco algo de corte histórico, misterioso o fantástico. Pero si hablamos de clásicos, destacaría la huella que dejaron en mí Charles Perrault, las hermanas Brontë, Jane Austen o los Grimm, culpables de que aún continúe soñando con vivir en bosques mágicos y románticas praderas. Como veréis, leo de todo y a todos, pero las tres primeras son clave.
¿Cómo definiría su estilo?
Es bastante descriptivo (ríe). De hecho, la adjetivación es un arte cuya contención debo practicar. Pero en cuanto al estilo, he descubierto que hasta las obras de teatro que escribo tienen cierto tinte de denuncia, la ficción social es un camino que me apetece seguir explorando. Disfruto con las historias en escenarios por donde todos puedan transitar, y el medio gustará más o menos, pero confío en que los lectores se apiaden de mis errores —que los hay—, y recuerden que solamente es mi primera novela.
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