Concierto en La Riviera

Blur compensa, para un puñado de elegidos, el complicado arranque de Primavera Sound Madrid

La legendaria banda de 'britpop' ofrece un electrizante concierto de dimensiones reducidas en la sala La Riviera en lugar de la actuación que debía realizar en la Ciudad del Rock de Arganda dentro del marco del festival, que suspendió su jornada del jueves por las lluvias

Blur compensa, para un puñado de elegidos, el complicado arranque de Primavera Sound Madrid.

Blur compensa, para un puñado de elegidos, el complicado arranque de Primavera Sound Madrid.

Jacobo de Arce

Quizá el menos temible de los enemigos a los que había pensado que tendría que enfrentarse el Primavera Sound en su desembarco en Madrid era la meteorología. Tenía enfrente el desafío de organizar un festival mastodóntico en un terreno hostil, a nada menos que 40 kilómetros de la ciudad, y sabía que jugaban contra él otras figuras todopoderosas de la industria musical que, al menos aparentemente, habían contraprogramado con saña: nada menos que este jueves noche Beyoncé en Barcelona y el viernes Guns’n’Roses en Madrid. Pero ninguno de ellos fue el que tiñó de negro las expectativas de este festival ‘created in Barcelona’. Fue algo tan prosaico como el tiempo, unas lluvias que ni siquiera han llegado a torrenciales, las que obligaron a cancelar la jornada que este jueves se debía celebrar en la Ciudad del Rock de Arganda, con estrellas de relumbrón como Halsey, Le Tigre, Sparks o New Order borradas del mapa, y dejar al gentío festivalero compuesto y sin música, al menos por lo que toca a esta noche. Al cierre de estas líneas, las jornadas programadas en Arganda para viernes y sábado se mantenían en marcha, aunque eran muchos los que todavía dudaban de que algo se pudiera celebrar en ese parque temático del barro que mostraban las imágenes publicadas en redes.

En medio del naufragio, la poderosa organización del festival fue capaz al menos de salvar un par de muebles del naufragio del jueves: los directos del escenario Boiler Room X Cupra, el de temática 100% electrónica, y el más estelar de los conciertos de la jornada, el de Blur, que se pudo recolocar, con público reducido, en la sala La Riviera. Alrededor de 2.000 privilegiados iban a poder contemplar una actuación que, en caso de haberse cubierto las expectativas de llenar el festival en Arganda, habrían presenciado hasta 40.000. Intentaron colocar a otros tres artistas en La Riviera y a algunos más en otras salas, pero el margen era estrecho y finalmente no fue posible: “las salas tienen su programación y Blur quieren actuar solos”, comentaban desde la organización.

Fans coreanas en el concierto de Blur en La Riviera.

Fans coreanas en el concierto de Blur en La Riviera.

Las entradas para los británicos tardaron un minuto (literal) en agotarse cuando se facilitó su adquisición el jueves por la tarde. A la hora del concierto, en la entrada de la sala vecina a Madrid Río se respiraba el drama. Unas doscientas personas esperaban que se obrase un milagro y las dejasen entrar. Luis, un fan desesperado con abono para todo el festival, se quejaba de que se había conectado a las 16:00h, hora de la distribución programada, y le fue imposible conseguir la entrada. Tampoco le dejaban usar la de un amigo que sí lo consiguió pero no pudo finalmente venir. Su caso era el de decenas de personas, hasta el punto de que no se llegó a llenar siquiera el aforo de La Riviera.

Así las cosas, a pelo, sin teloneros ni milongas, a eso de las 21:30h aparecieron en el escenario los cuatro miembros de la banda de Londres, los únicos capaces de disputarle a Oasis el cetro de reyes del britpop cuando se produjo aquella espectacular explosión de grupos independientes que se convirtieron en la mejor divisa de la Cool Britannia de Blair a mediados de los 90. Su concierto de este jueves, con setlist ligeramante cambiado respecto al que ofrecieron en la edición barcelonesa de Primavera Sound hace exactamente una semana, iba a abarcar sin embargo un período más amplio que aquel en el que dominaron la escena alternativa global.

Arrancaron con la discreta St. Charles Squarepor aquello de colar, antes de nada, una de las canciones de adelanto de su nuevo álbum, el primero que publican en ocho años. Un preliminar un tanto mustio pero que permitió arrancar sin avisar la operación nostalgia que asoló la sala en la siguiente hora y media, y que a ratos la convirtió en lo que el local ya es a tiempo parcial, una discoteca, y a ratos en lo que debe ser un buen concierto de pop: un karaoke con el público entregado. Empezó la ráfaga con aquella There’s No Other Waytan Happy Mondays y tan 1991, y siguieron Tracey JacksBeetlebum, Villa Rosie Coffee & TV, esa alegoría ociosamente escapista y cadenciosa de una generación que todavía no se angustiaba por salir adelante porque la precariedad aún no había impuesto el miedo al futuro en la juventud occidental.

Un instante del concierto de Blur en La Riviera.

Un instante del concierto de Blur en La Riviera.

Sobre el escenario, aquellos cuatro universitarios que en los 90 representaban la cara pija del britpop frente al espíritu norteño y de clase trabajadora de Oasis parecían ahora una reunión de CEOs enrrollados de agencias publicitarias y catedráticos de cultural studies en una barbacoa, porque todos iban en camiseta salvo Albarn, que arrancó con traje informal y se deshizo de lachaqueta en la segunda canción. Un grupo de maduros atractivos, leídos y viajados que lucían gafas de pasta caras y atuendos juveniles para quitarse años. Albarn cantaba con la actitud chulesca de siempre, escupiendo agua al público y haciendo chistes con que igual en alguna de las canciones su dentadura salía volando (“no hay fijador en el bakstage”, bromeaba con desdén). Se le veía algo más entregado que en Barcelona, quizá por lo reducido del espacio y embriagado por el vapor que emanaba del público. Mientras, Graham Coxon hacía valer su personaje de intelectual de la guitarra sin dejar de atacarla salvajemente, y Alex James, con su pelo cortado a la taza, lucía sobre todo poses al bajo, con un Dave Rowntree que sigue conservando pegada a la batería. Todavia les quedan unas cuantas sesiones de local de ensayo para engrasar al 100% el espectáculo.

Pero daba igual. Cuando llegó el tren de canciones de aquel álbum prodigioso que fue Parklife, el desmadre se disparó entre un público más intergeneracional de lo que cabía esperar, porque eso es lo que tienen los mitos: que perviven a través del tiempo. De ese disco cayeron casi seguidas End of a CenturyParklife y To the End. Preparaban el terreno para Song 2, que llegaría unas cuantas canciones después y dejaría más de una rótula fatigada con tanto salto al son del famoso alarido.

Se fueron al bis con uno de sus grandes himnos corales, This Is A Low, y a la vuelta pusieron al públio del revés con Girls & Boys, Albarn todo caritas. Continuaron con el himno gospel que es Tender, colaron la nueva y meritoria The Narcissisty remataron la faena con The Universal. Faltaba la orquesta, pero volver a escucharla en directo solo vino a demostrar que Blur han dominado los mecanismos de la música pop como pocos. La noche, al salir, se parecía algo más a lo que se esperaría del cielo de Madrid. La extrañeza meteorológica la había expresado Albarn un rato antes. “Hoy en Inglaterra hace 32 grados y sol. El que niegue el cambio climático es un puto idiota”, soltó. Como si le hubieran escuchado, esas nubes en retirada parecían augurar mejores presagios para un Primavera Sound que, errores de cálculo mediante o no, no merecía este accidentado debut en la capital.