La caja de resonancia

La retirada de Bunbury: ¿humo tóxico o algo más?

El cantante atribuye los malestares que ocasionaron el anuncio de su retiro al producto usado por las máquinas de niebla artificial para resaltar la iluminación en los conciertos, pero los técnicos niegan su toxicidad y explican que los espectáculos sin ellos son posibles

Enrique  Bunbury.

Enrique Bunbury.

Jordi Bianciotto

Según explicó en una entrevista a Associated Press y, luego, en una carta a sus seguidores, Bunbury sitúa la angustia que lleva años arrastrando, siempre cuando sale de gira, y que le llevó a anunciar su despedida de los escenarios hace un año, al uso en los conciertos de un compuesto orgánico, el propilenglicol. De ahí viene, asegura, la “tos nocturna y compulsiva” y su sensación de ahogo, “como de arena en los pulmones”. Un producto este que, en su misiva, tacha sin rodeos de “tóxico”.

El tal propilenglicol, aplicado en una máquina a una base de agua, desprende un vapor que juega un papel tan discreto como relevante en los conciertos. Su presencia flotante hace posible que las luces hagan su efecto y produzcan el haz que envuelve al artista. Se trata de “una niebla artificial para dar volumen a la iluminación, ya que, sin ella, solo verías el punto de luz y no su dibujo, su trazo”, me ilustra un experto, Roger Puiggener, técnico avezado en toda clase de espectáculos.

Calificar ese producto comercial homologado de tóxico, como hace Bunbury, constituye una acusación gruesa y de vago fundamento: si lo fuera, habrían llovido las denuncias de artistas (y de asistentes) desde hace años, ya que el propilenglicol es de uso común en los ‘shows’, en todo el mundo y desde hace décadas. Y se utiliza para otros fines, como la climatización. Otra cosa es que el cantante haya podido desarrollar una intolerancia específica, y que, por tanto, la sustancia sea perjudicial para él en concreto.

Pero, la pregunta es: ¿los conciertos sin propilenglicol son posibles? Los técnicos iluminadores aseguran que sí, absolutamente. Puiggener menciona a dos artistas reacios al compuesto: Van Morrison y el fallecido Joe Cocker. Y recuerda que, cuando el autor de ‘Gloria’ actuó en el Poble Espanyol, en 1997, en las indicaciones técnicas se podía leer, resaltado: “please, remember, no artificial fog” (“nada de niebla artificial”). Su espectáculo ruló sin problemas, solo que con un criterio lumínico distinto.

Nada más lejos de este artículo que dudar de la honestidad de Bunbury al señalar las causas de una decisión tan dolorosa como la de abandonar los escenarios (a los 54 años y con una obra discográfica viva y boyante). Pero el cantante, que desde hacía años arrastraba cierto currículo de episodios de bloqueo pre-concierto, habla en su carta de la “experiencia traumática” que ha vivido por todo ello, y es fácil preguntarte si esa vivencia es lo que ha alterado el vínculo con su oficio. Solo él lo sabrá, o quizá no. 

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