Novedad editorial

Un mundo sin hombres no parece mucho mejor

La escritora norteamericana Sandra Newman publica una distopía feminista en el que todas las personas con cromosoma Y desparecen de la faz de la Tierra

Sandra Newman.

Sandra Newman. / GEORGE BAIER

Natalia Araguás

Un 26 de agosto, al caer la noche, los hombres, incluidos los que se gestan en el vientre de sus madres, han desaparecido. Unas sienten congoja y desesperación, otras, alivio: también se han borrado de la faz de la Tierra los maridos violentos, los “desgraciados de los ex, jefes sobones y padrastros que abusaban de sus hijas”. La novela 'Un mundo sin hombres', publicada en castellano por Seix Barral, plantea una premisa simple, como el título. ¿Nos encontramos efectivamente ante un mundo mejor, “un mundo de corderos sin lobos”, como describe en un principio la autora, Sandra Newman? ¿O, por el contrario, la cosa degenera, aunque sea por el aburrimiento de una mitad de la humanidad a la que le falta la otra media?

La protagonista de esta distopía, Jane Pearson, se enfrentará al dilema de recuperar a su marido y a su hijo, a los que quiere y echa de menos, o apostar por una sociedad feminizada en la que nunca los volverá a ver, en teoría más segura y menos violenta. Para más inri, capitaneada por Evangelyne, con la que mantuvo una estrecha relación durante sus años universitarios, una mujer negra y lesbiana a la que a Jane se le ocurre recurrir con la convicción de que es la única que puede ayudarla a traer a los suyos de vuelta. Evangelyne es fundadora de un partido, el Pacom, y está en primera línea para llegar a presidenta en la nueva era. 

Sandra Newman (Boston, 1965) no es nueva planteando escenarios distópicos. En la actualidad trabaja en una versión feminista de '1984', de George Orwell, en la que profundizará en el punto de vista de Julia, la compañera del protagonista Winston Smith en este clásico de la ciencia ficción sobre estados totalitarios que acuñó el concepto Gran Hermano. Antes que 'Un mundo sin hombres', su primera novela traducida al español, publicó 'The Heavens', donde la utopía se mezcla con una historia de amor y viajes en el tiempo. Para 'Un mundo sin hombres', confiesa haberse inspirado en la ciencia ficción feminista escrita en las décadas de los 70 y los 80 y en particular en 'El Hombre Hembra', de Joanna Russ. “¿Quiero que los hombres se vayan? No”, zanjaba Sandra Newman en una entrevista en 'The Guardian', ante las previsibles acusaciones de esencialismo de género por el propio planteamiento de su novela. Los roles femeninos ya forman parte de nuestro legado y no se evaporarían incluso en el hipotético caso de que los hombres desaparecieran mañana, reflexionaba.

Acusaciones de transfobia

Más complicado lo ha tenido la autora para eludir las críticas de transfobia. Para no ignorar directamente a los trans, como podía permitirse la ciencia ficción feminista en los 70, Sandra Newman opta por una decisión salomónica: todas las personas con el cromosoma Y se borran de un plumazo del planeta, es decir, las mujeres transexuales están tan desaparecidas como los hombres cisgénero. El libro también narra un episodio de agresión a un hombre transexual. En medio del paroxismo inicial frente a la desaparición de hombres y niños, “una turba furiosa” de mujeres le bajan los pantalones a un hombre transexual hasta las rodillas, para comprobar si tiene vulva, y le apalizan, frente a la impotencia de su novia para defenderlo. Se trata de uno de los primeros incidentes de 'Un mundo sin hombres' que ya anuncian aquello que reivindicó otra maestra del género, Margaret Atwood, autora de 'El cuento de la criada', en un artículo publicado en 2018 bajo el título '¿Soy una mala feminista?'las mujeres no son ángeles incapaces de hacer el mal, sino seres humanos con todo el abanico de comportamientos seráficos y demoníacos, incluidos los criminales.

Y es que, aunque la protagonista Jane Pearson confunda tras el fatídico 26 de agosto con ángeles o niños “el sonido de cien mujeres y ningún hombre”, los hechos no tardarán en sacarla de su ensoñación. El principal reproche que puede hacérsele a 'Un mundo sin hombres' no es de corte moral, pues de ficción se trata, sino más bien si hacían falta casi 400 páginas para acabar concluyendo algo que se adivina desde el principio. La vecina racista que hostiga a Evangelyne llamando cada dos por tres a la policía para que aporree su puerta con cualquier excusa y disuadirla así de vivir en un barrio de blancos es una mujer. Poppy, una enferma mental de quien se enamora siendo una adolescente y que resulta su perdición, es otra. Antes que Sandra Newman, ya lo contó George Orwell, aunque fuera en 'Rebelión en la granja', y no en '1984'. Que los oprimidos tomen el poder no tiene por qué significar el fin del abuso, sino que fácilmente deriva en un régimen equivalente. También sucede con las mujeres. Se agradece cuando 'Un mundo sin hombres' llega a su fin. Al menos, el círculo se cierra. 

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