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Suplemento arte&letras

María José Navia Siguiendo el camino de baldosas amarillas

Una escritora indispensable en el gran mapa de las literaturas actuales, con un amor especial a las casas, vertebrador de sus historias sobre lugares

María José Navia (Santiago de Chile, 1982). ISABEL WAGEMANN

Una de las cosas que más echó de menos la escritora chilena María José Navia (Santiago, 1982), miembro de esa joven generación llamada a proseguir a los ya consagrados, como Alejandro Zambra y Nona Fernández, fue poder ir al cine. «Creí seriamente que se había acabado para siempre ese acto de encerrarte durante dos horas a oscuras con un grupo de gente extraña que aunque piensan distinto a ti se están conmoviendo a la vez que tú. Hay algo transformador en eso y temí que no volviera». Dice esto el día en que se estrena Los Fabelman de Steven Spielberg, una coincidencia que a ella le habla de buenos augurios para la salida de su libro de cuentos, Todo lo que aprendimos de las películas, que fue finalista del premio Ribera del Duero.

Todo lo que aprendimos en las películas. María José Navia. Páginas de Espuma. 160 páginas.

Todo lo que aprendimos en las películas. María José Navia. Páginas de Espuma. 160 páginas. Elena Hevia

Hay mucho camino andando en la trayectoria de esta autora que estudió en las universidades de Nueva York y Georgetown (Washington), y hoy es profesora de Literatura en Santiago de Chile: cinco libros de cuentos y una novela, lo que dice mucho de su amor por las narraciones breves que en ocasiones estiran sus tentáculos de un cuento al otro para formar una figura mayor.

Amparándose en autoras como Joy Williams, Mavis Gallant, Lucia Berlin, Edith Perlman y Amy Hempel, la flor y nata de la escritura cuentística anglosajona, Navia teme que en una librería el lector poco avisado crea que este es un libro erudito. Nada más lejos. Hay cine en él, claro está. Referencias a James Bond, Tim Burton, Quentin Tarantino y Sofia Coppola, pero es algo más personal. «Las películas son tan importantes como las canciones porque son cosas que nos pasan. Son experiencias íntimas y así aparecen en mis cuentos», asegura mientras señala en su solapa dos pines -una Ciudad Esmeralda y unos zapatitos de rubí- que la señalan como miembro de esa curiosa sociedad de creadores declarados fans de la madre de todas las películas de culto, El mago de Oz.

David Lynch, Stephen King y Salman Rushdie, que escribió un precioso ensayo sobre el cuento, son admiradores tanto de este clásico de 1939 como de las historias originales de L. Frank Baum -hasta 14 tomos llegó a escribir-. «Durante la pandemia me las leí al completo y ahora estoy escribiendo una novela en la que se reúnen la saga literaria, muy desconocida más allá del primer volumen; el rodaje de la película; Judy Garland, y todas su derivadas». Una de esas derivadas es la proximidad familiar de Navia a los hermanos Herman y Joseph Mankiewicz, primos de su bisabuela. Y es que Herman, además de ser el guionista de Ciudadano Kane, como se muestra en Mank, lo fue también de El mago Oz. «De hecho fue a él a quien se le ocurrió cambiar el color de los zapatos de Dorothy de plateado a rojo para que contrastara con el camino de baldosas amarillas».

Regresando a este libro de cuentos, se puede detectar en él alguna de las otras obsesiones mayores de la autora: la que su editor, Juan Casamayor, define como domofilia, el amor a las casas, vertebrador de sus historias sobre lugares que en ocasiones quedan embrujados por sus inquilinos, una forma de decir que somos los habitantes los que creamos los espacios.

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