Entrevista

Fernández Mallo: "La amistad y el amor en las redes no es más que una metáfora fabricada por la estadística del Big Data"

Físico y escritor, en 2022 se convirtió en el único autor español que ha logrado el Premio Europeo de Literatura

El físico y escritor Agustín Fernández Mallo, en la librería Laie (Barcelona). /

El físico y escritor Agustín Fernández Mallo, en la librería Laie (Barcelona). / / ZOWY VOETEN

Elena Pita

omo huyendo de su identidad, Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967) era físico nuclear hasta que en 2001 se autopublicó un poemario que, por su extraordinaria fuerza, acuñó el término de postpoesía. Cinco años después, su novela Nocilla Dream supuso un giro que bautizó una nueva generación literaria. Es el único autor español Premio Europeo de Literatura (2022). Su último ensayo, La forma de la multitud (Galaxia Gutenberg), Premio Eugenio Trías, mapea nuestra identidad internauta y advierte: no te la creas. 

-Ni moral ni ética ni amor ni humanismo, ¿nada existe sino la religión como código de comportamiento?

La religión está en la base antropológica de todo comportamiento humano: establecemos relaciones con entidades que no vemos y adoptamos como creencia o fe, aunque sean laicas.

-Sostiene que el capitalismo es una patología social por cuanto nos hace tener fe en algo que no existe: el dinero sin patrón oro ni de ningún tipo. ¿Estamos todos locos?

Sí, es una suerte de locura controlada y practicada socialmente que no necesariamente nos lleva al desastre, aunque a veces conduzca a situaciones no deseadas. No escribo ni a favor ni en contra del capitalismo, simplemente mapeo una dinámica de comportamiento.

-¿Está seguro de no posicionarse?

Sería inútil, porque no hay aparente solución, pero al menos intento saber a qué atenernos. Todo parte de un principio ontológico central: entre lo que el ser humano piensa o teoriza y lo que hace, hay un agujero insalvable. El ser humano se empeña en saltarlo y para ello establece afectos, religiones, teorías científicas, gobiernos, agendas… pero toda su aspiración, la vida entera, se va por ese agujero.

-Pues vaya plan. De entre todos los capitalismos que cita, ¿el emocapitalismo, que apela a nuestras emociones, sería el más perverso?

El más sofisticado. Hasta finales del siglo XX, los poderes públicos controlaban a la población a través de lo que Foucault llamó “vigilar y castigar”, mandato y coerción, pero entonces el mercado y el poder concluyen que lo más efectivo es dar al público lo que quiere: satisfaciendo sus deseos consiguen sus réditos monetarios y electorales. La opinión pública se convierte en una religión, de nuevo.

-La aceleración de los robots sería a su juicio la causa de las últimas crisis financieras. ¿Puede definir “aceleración”?

Me refiero solo a la crisis del 2018. El ser humano ha intentado siempre ir contra el 'kronos', todo se hace cada vez más rápido, se produce una aceleración. Al introducir la robótica en las redes de control financiero, los bots operan a una velocidad de escala infinitesimal a la que el humano no puede acceder, no ve las operaciones y por tanto no puede pararlas, pero en cambio sí sufre las consecuencias de su aceleración, como fue aquella crisis financiera.

-Agustín, ¿somos pura estadística?

Siempre lo hemos sido: toda colectividad intenta organizarse a través de datos que la homogenizan. Ocurre que ahora, a través de mecanismos como el Big Data, de estos datos estadísticos se extraen comportamientos individuales: los algoritmos crean perfiles estadísticos y sin embargo particularizados. Y esto es muy perverso, porque confían en que el individuo se comportará de esta u otra manera predicha.

-¿Podría definir lo que llama “amor estadístico”?

A partir de nuestros perfiles de internautas aparece una afinidad, una idea de amor, no exclusivamente romántico pero que intenta sustituir al de toda la vida. No digo que esté mal, pero cuando Facebook te dice que tienes un amigo has de saber que es una metáfora fabricada a partir de una estadística: no parte de un conocimiento personal sino de unos datos que maneja la red. Solamente advierto que la gente se enamora y vive como si fuera real algo que surge de una estadística. Y esto que hace 20 años parecería un chiste, hoy es casi la norma. No soy crítico: si se vive como real, lo es; pero ojo, hay que ser consciente de que es real de otra manera para no llevarse a engaño.

El físico y escritor Agustín Fernández Mallo, en Barcelona.

El físico y escritor Agustín Fernández Mallo, en Barcelona.

-¿Yo soy yo y mis algoritmos?

Lo matizo: los algoritmos que te han sido asignados por alguien que ni has visto ni verás nunca. Hasta hace no tanto, la humanidad podía señalar con el dedo aquello que manejaba su vida, un dios, un Estado, una corporación…; pero cuando ya nuestras vidas están totalmente imbricadas con estos yoes estadísticos, procesos no rastreables, no hay a quien echar la culpa. Esto nos lleva a una nueva naturaleza, que es el ámbito internauta. Nuestra identidad ya no está creada por cada uno sino por algo que está ahí afuera y que no podemos controlar ni culpar, y esto cambia el paradigma de pensamiento: ¿cómo juzgar esas conductas derivadas de la identidad estadística? ¿Hasta qué punto soy responsable de mis actos?

-Y este yo paralelo o estadístico, ¿no será más real que este otro que cada uno inventa de sí mismo? “La identidad es una alucinación del ego”, sostiene.

Ambas son reales pero tiene más fuerza la que se inventan los algoritmos, porque no puedes controlarla y sin embargo funcionan por ti. La identidad siempre ha sido una negociación entre lo que uno cree que es y lo que el exterior percibe. Y esto vale también para la identidad de los pueblos: una alucinación colectiva.

La identidad siempre ha sido una negociación entre lo que uno cree que es y lo que el exterior percibe

-Esta noción de “ser incompleto”, lo que usted llama 'la Falta', y que es el gran generador de ansiedad, ¿es también nuestro motor productivo?

Claro, y ahí aparece el capitalismo antropológico, que lleva tanto tiempo con nosotros que ya no lo percibimos: el ser humano por el hecho de serlo es incompleto, le falta algo que paradójicamente nunca existió, y permanentemente negociamos con nuestro entorno la creación de naciones, símbolos, religiones, lenguajes, teorías científicas, porque tenemos una carencia que hemos de cubrir. Esta 'conciencia de Falta' le lleva a un intercambio, una economía simbólica que es la base de todo lo que hacemos. Los animales, los vegetales y resto de seres son tan simples que están en armonía con su entorno, y cuando mueren, mueren y punto.

-Los animales no derrochan, no hacen fiestas, no se suicidan, porque no adolecen de 'la Falta', sostiene. ¿Le gustaría ser un perro o un pez para ser feliz?

No, porque no tendría conciencia de ser perro o pez. El ser humano tiene una conciencia histórica, la conciencia de la muerte, que es lo que le diferencia. El perro no sabe que un día se morirá, mientras el humano es un ser histórico con conciencia de futuro y de pasado, y francamente lo prefiero a ser un perro y tener 70 segundos de memoria.

-Por cierto, la creciente “mascotización” del mundo, ¿se debe a la también creciente carencia sentimental que padecemos?

No va por ahí, sino por la pulsión del ser humano de crear seres a su imagen y semejanza a partir de algo que no es humano. Cuando hablas con tu mascota, lo estás haciendo contigo mismo: es el otro absoluto, como lo es un muñeco para un niño. Intentamos humanizar a las mascotas hasta el punto de vestirlas: si los perros de verdad necesitaran ir con chubasquero, la especie canina se hubiera extinguido hace miles de años. Sí, es un deliro, pero controlado, inocuo, como hablar con la foto de un muerto. Lo malo es tomárselo en serio, y creer que tu cerdo vietnamita necesita un abrigo o entiende lo que le dices; no, los animales responden a dos instintos exclusivamente, el alimento y el calor.

Intentamos humanizar a las mascotas hasta el punto de vestirlas: si los perros de verdad necesitaran ir con chubasquero, la especie canina se hubiera extinguido hace miles de años

-Según Lacan y Agustín Fernández Mallo, todo esto se debe a la “imposibilidad de la relación sexual como tal”, como relación entre iguales. ¿También es esto lo que genera la adición a la Red?

Evidentemente, como cualquier otra adicción: se trata de llenar un vacío generado por el deseo de establecer una relación igualitaria que es imposible. En lugar de aceptarlo, intentamos suplirla de una manera acelerada. El capitalismo se ha dado cuenta de esa carencia poniéndonos delante objetos y diciéndonos que pueden colmarnos, pero como no es posible al final solo lleva a la frustración. Tampoco los poderes públicos pueden hacer nada al margen de esas demandas, los políticos se convierten en meros vendedores, y con esto volvemos a la opinión pública como religión. Ojo, no soy apocalíptico sino todo lo contrario, no creo que el ser humano haya vivido mejor en ningún tiempo anterior, pero cierto es también que somos la sociedad más medicada con ansiolíticos.

-La libertad, por tanto, ¿es solo espiritual o metafísica?

No estoy seguro. La libertad es mental, está claro, pero anulando la libertad anulamos la responsabilidad, y uno siempre tiene la opción de decir no. Sin esto, el ser humano se convierte en un animal irracional sin poder de decisión.

-Pensar utópicamente, lo que desaconseja, es lo contrario de pensar y vivir orgánicamente, según he entendido. ¿Se trata de vivir como plantas?

No, no me refiero a eso. El mundo se ha regido hasta hace poco por teorías deterministas, como lo son todas las grandes utopías, el cristianismo, el marxismo, etc.: los objetos y hombres parten de un lugar y llegan a un destino. Pero hay otra forma de pensar que surge a finales del siglo XX observando el mundo orgánico, que son las teorías de sistemas complejos que afirman que todo proceso es una mezcla de azar y de necesidad: es orgánico, no se puede predecir lo que va a ocurrir, estamos supeditados a lo que surja y suceda.

-Agustín, ¿qué es la escritura sin humor, la vida sin humor si me apura…?

Es la no escritura, la no vida. No concibo ni me interesa nada en el planeta Tierra que no tenga humor. Considerarse de forma tan seria a uno mismo es ridículo: nada ni nadie es tan serio como para no poder autoparodiarse.