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Entrevista

Peridis: "Yo quiero contar historias, no subir al Olimpo, que ya está ocupado"

"En el caso de Beato, cada imagen vale más que un millón de palabras porque son de una fuerza y atractivo extraordinario", dice sobre su novela el dibujante, escritor, arquitecto y divulgador

José María Pérez 'Peridis', con su nuevo libro. HUGO G. PECELLÍN

José María Pérez González (Cabezón de Liébana, Cantabria, 1941) es también Peridis y muchas cosas más: arquitecto, dibujante, divulgador y escritor. Pero todo es uno, con sus vasos comunicantes. Acaba de publicar 'El cantar de Liébana' (Espasa), una novela en la que, entre la ficción y la realidad, el presente y la Edad Media, hace un doble homenaje: por una parte a su paisano Beato de Liébana, un humilde monje que se atrevió a plantarle cara al Arzobispo de Toledo en el siglo VIII y realizó una de las joyas bibliográficas hispánicas más importantes de la Historia; y por otra parte, a esas mujeres que, como la Eulalia de su novela, nunca dejan de aprender por mucho que la vida les haya llevado por otros derroteros.

¿Cómo surge esta novela?

Tiene una lógica. Yo nací a pocos kilómetros de donde Beato escribió sus comentarios al Apocalipsis, y como soy dibujante y escritor es que me tocaba. Ha sido una novela muy divertida para mí, conociendo a Beato y contando las vicisitudes de Eulalia, que tiene cierta edad y que se encuentra en Liébana en una aventura insospechada.

¿Escribir sobre un paisano ilustre genera más presión?

Afortunadamente tengo recuerdos de niño. Salí de Liébana a los tres años porque mi padre era guarda forestal y se fue a Aguilar de Campoo, pero tengo unos recuerdos vivísimos de mis tres años en Liébana. Luego he veraneado allí durante muchos años en casa de unos amigos, uno de los cuales es el protagonista de la novela, y he vuelto a menudo como arquitecto.

¿Qué es lo más fascinante de este monje medieval?

Una cosa que es imposible. ¿Cómo un monjecito, desde Cantabria, desde un valle perdido entre los Picos de Europa, se enfrenta con el arzobispo de Toledo, por su herejía al decir que Jesús era hijo adoptivo de Dios y consigue que le declaren hereje?, ¿qué te parece? Además, fue el primero que sostuvo que Santiago Apóstol fuera patrono de España porque había estado aquí. Y luego tiene estos dibujos fantásticos. Son tres proezas de un solo paisano que, además, era tartamudo.

¿Cómo son esas obras que conocemos como "beatos"?

Son libros que copian al Beato original. Están profusamente ilustrados, algunos incluso con 100 ilustraciones y a toda página, hechas con un lujo y calidad enormes. Están llenas de fantasía porque reflejan el mundo que no vemos, el de las profecías. Esos libros están en las principales bibliotecas del mundo y tras la Biblia fue el más leído y reproducido de toda la Edad Media. Era un genio. Y encima hispano, ¡en aquellos siglos! De las aportaciones al Arte, es una de las más importantes de España. Solo hay 30 beatos.

En la novela mezcla pasado y presente, realidad y ficción. ¿Eso da más libertad en la creación?

La mayor dificultad y reto era no aburrir al personal metiéndole un rollo teológico que asusta. Es un libro contemporáneo en el que una señora se apunta a un seminario sobre Beato de Liébana.

¿Le gusta más escribir de tiempos pasados, como amante del románico? ¿La cabra siempre tira al monte?

La cabra al monte pero ¡a qué velocidad! (ríe). Uno tiene que escribir de lo que le interesa y conoce, de lo que le gusta. Los libros que he escrito me han dado la oportunidad de investigar y aprender. Para mí ha sido una manera de aprender para contarlo, para hacerlo asequible, digerirlo y darlo masticado. Mi voluntad es que leas, aprendas y te diviertas. Yo escribo para que la gente esté entretenida y descubra cosas, y se identifique con los personajes. Hay novelas de culto en las que los autores hacen alardes. Yo, a mi edad, no estoy para alardear ni inventar nuevas vías.

Siendo escritor y dibujante, ¿una imagen vale más que mil palabras o no?

En el caso de Beato, cada imagen vale más que un millón de palabras porque son de una expresividad, fuerza y atractivo extraordinario. Fíjate, en algunos beatos el demonio tiene los ojos raspados porque su mirada era tan potente que los monjes que lo leían se sentían interpelados y les daba miedo.

En estos tiempos de autoedición no somos conscientes del trabajo que suponía hacer una obra así.

Sí, empezando por la piel de los corderos, que algunos eran nonatos para que fuera sin rugosidad. Era increíble cómo preparaban la piel, el lapislázuli que empleaban era carísimo, hay páginas que son doradas y que se han mantenido durante diez siglos, el pulso, la letra, los tinteros, la encuadernación... Es una obra de arte en sí misma. Son tesoros bibliográficos de valor incalculable.

Dedica la novela a mujeres como Eulalia, ¿por qué?

Porque son las que sostienen la cultura. No solo como creadoras, sino como beneficiarias. Voy al teatro y el 70 % son mujeres. Y en cierto modo es un homenaje a que durante toda la vida se puede intentar estar activo. Nunca es tarde. Cuando me invitan a universidades de mayores y veo a mujeres curiosas, que preguntan, que se reenganchan porque en la vida les tocó otra cosa, me descubro ante ellas. Eulalia podía ser una de estas mujeres y tendría mucho que aportar porque desde la madurez se ven las cosas de otra manera.

¿Cómo se siente actualmente: arquitecto, dibujante, divulgador, escritor...?

Todo es lo mismo porque se hacen en distinto horario. Aunque de arquitecto ya no trabajo, lo sigo siendo. Todo eso me ha dado miradas distintas. Ejercer distintas profesiones me ha dado un conocimiento y una curiosidad que me han hecho ser quien soy. Me he ido haciendo a lo largo de la vida, no he salido hecho de una pieza. Me he ido conquistando a mí mismo.

¿Le pasa lo mismo cuando le nombran: José María Pérez es lo mismo que Peridis?

No me desdoblo. Soy igual en una faceta que en otra. Hay vasos comunicantes entre las actividades. Cuando era arquitecto decía que me gustaría alcanzar la sencillez de mi línea de la caricatura y escribo lo más sencillo que puedo. No pretendo hacer literatura, solo escribo. Y escribo como habla la gente, como me sale de dentro. Escribo con esfuerzo, pero no con un sobreesfuerzo por sacar pecho. Quiero contar historias, no subir al olimpo, que ya está ocupado desde hace mucho tiempo. Ser uno mismo ahorra mucha energía, cuando uno está impostado es muy cansado.

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