En 1981, cuando en este país todavía sonaban ecos del reciente golpe de Estado fallido, vino a España Leonardo Sciascia, el autor de Todo modo, uno de sus libros más famosos entre los que escribió sobre la época más oscura de la Italia de posguerra, cuyo drama mayor sería el asesinato del que fuera primer ministro Aldo Moro. Las Brigadas Rojas cumplieron el encargo de eliminarlo y aquel asesinato fue el origen de una de las más potentes contribuciones de Sciascia a la interpretación de aquel disparate ideológico que fingió ser de izquierdas cuando era en realidad una recreación despiadada del fascismo.

En aquella visita de Sciascia, en medio de una cena con recién conocidos, el maestro siciliano, cuyo centenario se celebró el pasado año, preguntó por autores españoles que podrían ser traducidos a su idioma. Aquella noche ganaría el Premio Nacional de Ensayo un joven Fernando Savater, cuyos libros aun no habían traspasado fronteras. Uno de los comensales le dijo a Sciascia que Savater, precisamente, podía ser un buen autor para su propósito de nutrir de savia española su editorial italiana. El azar quiso que esa noche el joven escritor, que luego sería el filósofo más celebrado entre los pensadores españoles, ganara el premio Nacional de Ensayo.

Convencido de que ese azar decía algo de importancia, Sciascia empezó a procurarse los libros del que sería autor de La infancia recuperada, conoció a Savater y finalmente le publicó en la editorial Sellerio Introducción a la Ética, que fue premio Herralde de Ensayo. Savater es hoy un héroe en Italia, en México, en Francia, en Argentina, en todas partes donde se quiere saber de filosofía escrita en esta lengua, y Sciascia lo vio primero.

Sciascia hacía de todo en Sellerio, la editorial siciliana a la que dedicó gusto e inteligencia. Entre los españoles que tuvo, y de quien también fue amigo, estaba también Manuel Vázquez Montalbán. Esa pasión de ojeador de talentos ajenos (no es muy habitual en un escritor ocuparse del otro) fue una de las grandes virtudes del maestro siciliano, y las planchas de Sellerio, propiedad de unos amigos suyos, han dejado patente la potencia de su gusto literario plasmado en las fichas que hizo para resaltar los valores de lo que iba eligiendo.

Vázquez Montalbán, la gran conexión española de Sciascia. SALVADOR SANSUAN

El público español tiene ahora la posibilidad de encontrarse con esas joyas del gusto de Leonardo Sciascia. La editorial Libros del Kultrum acaba de publicar una obra imperdible para quienes amen los libros desde la cubierta a la última página, en la que los editores suelen decir de qué van y cómo son las obras que ofrecen. Aunque anónimas todas ellas, esas anotaciones críticas y explicativas, tienen el sello de Sciascia, que jamás regateó crítica o elogio a las lecturas que hizo, fueran o no para Sellerio.

La edición de este libro singular (Leonardo Sciascia, escritor y editor. La felicidad de hacer libros) ha estado a cargo del escritor y profesor italiano Salvatore Silvano Nigro, tiene un prólogo de Giovanna Giordano y ha sido traducido al español por Celia Filipetto. Del mismo modo que Gabriel Ferrater en España, que también escribió textos así para la Seix de Carlos Barral, Sciascia fue contando sus impresiones para un público que mostraba tanto interés por esos textos como por los propios libros que los llevaban en la página trasera. Nunca firmó esas reseñas, que escribía y reescribía (la edición da testimonio de esas tachaduras), pero bastaba un golpe de vista para saber que este hombre fundamental en la historia de la Italia del Siglo XX había puesto ahí la inteligencia de su lectura.

¿Por qué era Sciascia tan generoso, por qué se dedicó así a la cultura de leer lo ajeno? Se lo preguntamos, por teléfono, al editor de esta selección que ahora aparece en España. Salvatore Silvano Negri, versado en Dante, Manzoni, Bassani o Lampedusa, dice que “Leonardo era un hombre dotado de una gran humanidad; era amable y generoso. Así que aparte de ser un gran escritor se fijaba para Sellerio en libros que luego elegía. También mantenía relaciones con otras editoriales y con agentes gracias a cuyo concurso marcó, en Sellerio, un estilo editorial”.

Sciascia era un polemista, como lo fue su amigo Pier Paolo Passolini. Así que Leonardo elegía los libros en función de sus batallas políticas y culturales" -Salvatore Silvano Nigro

Según Negri, Sciascia “elegía los libros según un proceso preciso, que tenía que ver también con su manera de ser. Era un polemista, como lo fue su amigo Pier Paolo Passolini. Así que Leonardo elegía los libros en función de sus batallas políticas y culturales. De ese modo los libros elegidos en cierta manera formaban parte de un proyecto que se asemejaba al que animaba su propia literatura”.

En esa lista de títulos que aparecen en la edición española del libro están, entre los muchos que él eligió para Sellerio, y sobre cuyas solapas depositó su manera de leerlos, Oscar WildeStendhalAlberto MoraviaHéctor BianciottiBenedetto CroceBernardino de SahagúnGesualdo BufallinoMary McCarthy, además de sus propios libros, que aparecían a veces con sus propias reseñas anónimas, algunas de las cuales, como la que dedicó a la edición del caso Moro, eran ironías sobre los que se precipitaban a decir que ese libro, por ejemplo, era bueno sin haber terminado de leerlo.

Negri destaca la libertad con que Sciascia eligió a unos y a otros. Igual que Passolini, “Leonardo era un hombre de gran generosidad también como lector. Reconocían ambos la diversidad de la escritura, eran conscientes de que una escritura podía ser distinta a la suya y tener un valor literario que, por ejemplo, Sciascia reconocía. Desde ese punto de vista fue bastante objetivo”.

Para llegar a esta selección del Sciascia más dedicado a la obra ajena, Negri tuvo en cuenta un propósito: “Reconstruir el trabajo de Leonardo como un ejercicio de gratitud hacia Sellerio y hacer comprender que esa empresa editorial se identificaba asimismo con Sciascia. Él era el alma de la editorial. Por eso lo que hizo allí es también un homenaje a la función que Sellerio desempeñó en el contexto de la cultura contemporánea en Italia”. España también estuvo en su corazón literario, “desde su juventud”, y eso se refleja en los libros españoles que eligió, como los ya citados de Savater y de Vázquez Montalbán. Sus viajes por España (como aquel que hacía cuando se interesó por el más joven de nuestros filósofos de primeros de los años 80 del siglo pasado) fueron homenajes que hizo a la huella unamuniana (una de sus grandes referencias) que con tanta pasión siguió.

¿Y quién fue el gran referente italiano de Sciascia? “Italo Calvino. Lo amaba. Era un gran amigo suyo. Lo consideraba uno de los grandes escritores del siglo XX. Antes de publicar cualquier libro propio se lo daba leer a Calvino. Otra referencia fue, ya decía, Passolini, aunque con éste había cierta desconfianza, pues entonces este amigo suyo tan querido estaba excesivamente comprometido con la realidad de esos años. De todos modos, lo admiraba, era su amigo; se distanciaron y luego volvieron a acercarse”.

Sciascia amaba una editorial artesanal. Hoy las editoriales son industrias. Él amaba editoriales gestionadas por escritores. Hoy son los managers los que gestionan todo lo que se publica" -Salvatore Silvano Nigro

Se fue Sciascia, queda su legado, entre esos libros propios y aquellos que eligió está la huella del gran escritor siciliano. ¿Cómo está ahora la industria editorial italiana, Salvatore? “Desde aquellos tiempos todo ha cambiado mucho en ese sector. Sciascia amaba una editorial artesanal. Hoy las editoriales son industrias. Él amaba editoriales gestionadas por escritores. Hoy son los managers los que gestionan todo lo que se publica. Ha sucedido en todas partes. En Italia también. En Italia se publica demasiado. Las editoriales no tienen tiempo para definir una línea, no hay una búsqueda, no hay tiempo para pensar en una idea de la literatura nueva: publican cualquier cosa, sobre todo libros de consumo inmediato. Un libro que hoy se publica en Italia puede estar una semana en la librería. Luego es arrasado por novedades incesantes que caen bajo la misma suerte”.

Le dijimos a Salvatore Silvano Negri que parecía estar hablando de España. Del mundo entero, más bien.