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Arte&letras

El intelectual indómito Sánchez Ferlosio

Carlos Femenías publica en Alianza ‘A propósito de Ferlosio’, un ensayo de interpretación cultural que desvela su larga trayectoria personal y literaria

Rafael Sánchez Ferlosio y Carmen Martín Gaite, en 1955.

La limitada producción narrativa de Rafael Sánchez Ferlosio, fallecido en abril de 2019, más su amplia producción de ensayos y pecios, ha tenido una enorme y profunda influencia que ha ejercido- incluso a su pesar- en las letras españolas. Un influjo y una autoridad basada en una indómita libertad e independencia creativa que ejerció con total honestidad y sin cortapisas. Fueron además su profundo sentido ético, su espíritu libre y su inquebrantable decisión de denunciar los abusos del poder los que hicieron vasta y honda esa autoridad. Siempre, desde que en 1951 puso en papel su primer trabajo, hay que leer a Sánchez Ferlosio, un genio que repartió esa agudeza por la novela, el relato, el ensayo y su original tratado de los pecios.

El intelectual indómito Sánchez Ferlosio

Es mucho lo que queda por desentrañar de la gigantesca obra de Ferlosio y de su aportación e influjo en el ideario cultural español. Una primera aproximación de enorme valía la hace el profesor Carlos Femenías, que acaba de publicar en Alianza Editorial un ensayo «de interpretación cultural» bajo el nombre: ‘A propósito de Ferlosio’, un magnífico estudio -aunque con excesiva carga de tesis doctoral- donde repasa e interpreta la trayectoria personal y literaria del escritor, analiza la relación con su padre, el falangista Sánchez Mazas, y abre nuevas perspectivas sobre algunas de sus obras fundamentales como ‘El Jarama.’

A propósito de la relación con su padre, Femenías señala que «como otros hijos de la élite vencedora de la Guerra Civil, el trauma de una culpa heredada jamás remitió, e impuso exorcismos que oscilaron entre la ruptura y la reformulación; entre el apego sentimental a modelos aprendidos en casa y el repudio de los valores que llevaban adheridos». Por ello afirma que no se puede entender su obra sin hablar de esos fantasmas.

Su primera novela ‘Industrias y andanzas de Alfanhuí’, (1951) es un relato de iniciación, tanto por ser el primer trabajo literario como por su temática del adolescente que se inicia a la vida, tras un largo viaje que le lleva desde Alcalá de Henares a Palencia, en busca de su abuela. Femenías nos ilumina sobre su gran belleza literaria al mezclar con sabiduría la novela picaresca, la trama social, el sesgo de la España rural y cierto realismo mágico propiciado por la manera en que cobran vida los objetos inanimados, como el gallo de la veleta.

Femenías dedica todo un importante capítulo a ‘El Jarama’, con aportaciones inéditas sobre su interpretación y arrojando nuevas luces sobre el texto. ‘El Jarama’, señala Femenías, «abría la brecha a una nueva forma española de novela. El relato, que narra un día de pic nic en el río de un grupo de jóvenes, con trágico final, desvela los autoengaños y las ilusiones perdidas de la juventud de los cincuenta. «La novela se entrega narrativamente al tiempo lineal. Sus dimensiones temporales no se dejan acotar por el tiempo al que se acoge. Todo transcurre en 16 horas que están cargadas de pasado, un tiempo pasado que es una de las claves arquitectónicas de la narración».

Femenías se detiene también en El testimonio de Yarfoz, otro de sus relatos esenciales, donde Ferlosio «inventa una lengua modélica, un castellano clásico», que sirviese de norma de la mejor prosa posible, aunque finalmente lo usó para contar una historia ausente de épica.

Tras ‘El Jarama’, premio Nadal en 1955, Ferlosio vuelve sus ojos y su trabajo al lenguaje mas que a la literatura. Así, tras el éxito apabullante de ‘El Jarama’ no publicaría ninguna novela durante tres décadas. Con apenas 30 años había conquistado la gloria literaria, pero él entonces volvió la cara a aquel éxito y no quiso prestarse a interpretar lo que el llamó «el grotesco papelón del literato» y durante años se encerró de manera monacal en su mundo, en sus escritos, en los estudios gramaticales, algo que luego resumió en su ensayo La forja de un plumífero.

Así estuvo cerca de treinta años de silencio editorial, aunque mantuvo sus escritos periodísticos y sus ensayos, hasta 1982, en que volvió con el relato ‘El huésped de las nieves’, y en 1986 con ‘El testimonio de Yarfoz’.

Mantuvo durante todos esos años de silencio narrativo sus feroces artículos de opinión, un alarde de precisión lingüística, contundencia polémica y mala leche.

También en esos años, nos cuenta Carlos Femenías, su producción de ensayos es muy prolífica, con textos maestros como ‘Las semanas del jardín’, ‘Vendrán más años malos y nos harán más ciegos’, (su primera colección de pecios), o ‘La verdad de la patria’. Ferlosio se vuelca en estos años en el ensayo, será, dice Femenías «un escritor de ensayos de extravagante factura». Todo ello fue premiado en 2004 con el Premio Cervantes.

Finalmente Femenías ha señalado que «mi interés en esta biografía era establecer un retrato intelectual y moral de alguien obsesionado con la rectitud». Un intelectual dotado de un gran rigor crítico y una indómita independencia intelectual.

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