suplemento cultura arte y letras
París se sumerge en el universo de Proust
La Biblioteca Nacional de Francia inaugura una de las exposiciones más ambiciosas sobre el autor de ‘En busca del tiempo perdido’, genio de la literatura francesa del que este año se celebra su centenario
Enric Bonet
La Biblioteca Nacional de Francia (BNF) ha inaugurado una de las exposiciones más ambiciosas organizadas este año sobre Marcel Proust, cuyo centenario de su muerte se conmemorará el 18 de noviembre. Con el título ‘Marcel Proust. Fábrica de una obra’, esta institución parisina inspecciona el proceso creativo de En busca del tiempo perdido, el gran proyecto -compuesto por siete novelas- de uno de los genios de la literatura del siglo XX. Gracias al vasto archivo sobre este escritor francés de la BNF, la exposición permite sumergirse en la creación de una obra maestra de las letras que no fue concebida de manera lineal, sino circular.
La exposición, que durará hasta el próximo 22 de enero, muestra 350 piezas, entre las cuales abundan numerosos manuscritos corregidos a mano por el mismo Proust. El visitante las descubre siguiendo el orden de publicación de los siete volúmenes que compusieron En busca del tiempo perdido. Cada sala se corresponde a uno de ellos. Primero, empieza con la novela P’or el camino de Swann’, publicada en 1913, y termina con El tiempo recobrado, que llegó a las librerías en 1927, cinco años después de la muerte del escritor, a los 51 años, a causa de una neumonía. Este orden no se corresponde con el del proceso literario, puesto que el autor escribió al mismo tiempo la primera y última parte.
Antecesores
«La estructura de ‘En busca del tiempo perdido’ no dejó de crecer desde el interior. Proust no paraba de modificarla», explicó Nathalie Mauriac, una prestigiosa experta en el autor y una de las comisarias de esta magna exposición. «Era capaz de suprimir de golpe 250 páginas de su obra, esto nos muestra su lado juguetón», añadió sobre un singular proceso creativo que se produjo por secuencias. En busca del tiempo perdido, considerado como el retrato más brillante de la Francia burguesa de la Belle Époque, fue concebida como una obra con dos vólumenes. Al final hubo siete.
La exposición no solo muestra la evolución de la estructura, sino también de algunos de sus fragmentos más conocidos. Se exponen manuscritos originales, con numerosos tachados y añadidos a mano, de la primera y última frase de la obra. Además, se proyectan en la pared, con los distintos cambios de manera cronológica, para que un visitante no especializado comprenda el frágil y artesano proceso que necesitó para escribir el famoso inicio de’ Por el camino de Swann’: «Longtemps, je me suis couché de bonne heure». Lo mismo sucede con la frase «dans le Temps», con la que concluye ‘El tiempo recobrado’.
Se exponen manuscritos originales, con numerosos tachados y añadidos a mano
También se aportan detalles interesantes sobre la génesis del episodio más famoso de la literatura proustiana: la magdalena, cuyo olor y sabor resultan el desencadenante del viaje hacia los recuerdos de infancia del protagonista-narrador del primer volumen. Como se explica en la muestra, en los primeros manuscritos no se refería a una «pequeña magdalena», sino a «pan duro». Luego fue «pan tostado», un «biscote» y al final se decidió por «una magdalena». Eso la convirtió en el bollo más emblemático de la literatura del siglo XX.
Además de numerosos manuscritos originales que aparecen en planchas, se muestran documentos expuestos por primera vez al público, como ‘Soixante-quinze Feuillets’, el primer esbozo de la obra. También pueden contemplarse famosos cuadros citados en las novelas de Proust, como ‘La catedral de Rouen’ de Claude Monet, vestidos de la época, así como dibujos satíricos que el mismo escritor hizo sobre los personajes de uno de los episodios más conocidos de El tiempo recobrado. La muestra se beneficia de la colaboración con algunos de los museos más prestigiosos de Francia, como el Louvre, el D’Orsay o el Palacio Galliera sobre la historia de la moda.
La muestra tiene el mérito de resultar interesante tanto para el público en general, al que descubrirá una obra maestra de la literatura del siglo XX, como para los estudiosos de Proust, que disfrutarán devorando sus textos originales y sus correcciones. No obstante, peca de un exceso de fetichismo de los manuscritos. Y se echa en falta una mayor contextualización de un proyecto literario que resultó clave en la transición entre el realismo decimonónico y la literatura de vanguardia.
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