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Arte&letras

La turbia alternativa a Coldplay

Muse rearma su estilo bombástico en 'Will of the people', un álbum en el que saca partido de todos sus clichés con temas representativos de los distintos perfiles de su estilo

Muse.

Va a contracorriente del mercado de tendencias, vive (casi) como si el punk no hubiera existido y se le ve enamorado de su triunfal imagen en el espejo, tal como Led Zeppelin allá por 1977, pero Muse sigue entregando álbumes que te pasan por encima cual batallón de infantería. Metalurgia guitarrera de alto octanaje, estribillos hinchados bigger than life, crescendos galopantes, voces motivadísimas y un empaque de literatura apocalíptica envuelven su nueva obra, Will of the people, ese artefacto que le chiflará si lo suyo es la facción más física, sensorial, del rock de estadios.

Al parecer, la compañía sugirió a Muse que era hora de entregar un grandes éxitos, a lo que el grupo de Devon se resistió y optó, en cambio, por construir un álbum de eficacia equivalente, pero con temas nuevos. Y bien, Will of the people no va más allá de los hitos anotados en su edad de oro (2001-09), pero aguanta la mirada más allá de la recreación de recursos ya conocidos que nos pueden parecer clichés. Quizá lo sean, pero en el rock, esas licencias suelen perdonarse menos que en el pop.

La noción de superproducción de Muse, aun con sus altibajos creativos, funciona aquí como la respuesta enrarecida al mundo de Yupi de Coldplay, con sus gritos de alerta contra el totalitarismo a base de dinámicas instrumentales, precisamente, totalitarias (en eso de recrearte en la estética de aquello que criticas, nadie superará a Pink Floyd en The wall): ahí está el tema titular, inspirado en el intento de toma del Capitolio, asentado en un riff de glam rock que haría feliz a Marilyn Manson. Previo paso a la resultona tonada de Compliance, aupada con sintetizadores ochenteros.

Homenaje a Queen

Este es un disco ameno, hay que decir, en el que, volviendo a esa idea de la antología, Muse ha tratado de facturar temas representativos de los distintos perfiles de su estilo. Lo cual significa que nos topamos con un severo homenaje a Queen (esa opereta rococó, tocada por coros macabros, llamada Liberation) y que pagamos el peaje de la balada intensita (Ghosts, a cuenta de los seres queridos que nos han dejado).

La banda se crece en Won’t stand down, un tema aparatoso y arrollador, y en el grito de guerra de Kill or be killed, con las guitarras más metaleras del álbum (junto con las de más previsible You make me feel like it’s Halloween), a cargo de un Matt Bellamy librado al lucimiento shredding, cuesta abajo y sin frenos.

El mundo parece haber dado la razón a las fantasías apocalípticas de Muse (virus, cracks climáticos, guerras), y ahora que la realidad rivaliza con la ficción, el grupo aguanta la presión con un álbum moderadamente eficaz y disfrutable con todo su festín de excesos. Después de todo, en la liga de las experiencias efectistas, esta no es de las peores.

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