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Arte&letras

Pavese. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Cesare Pavese, grande entre los grandes de las letras italianas, dejó escrito antes de suicidarse en agosto de 1950 ‘El oficio de vivir’, uno de los mejores diarios que se haya escrito nunca. Su testamento vital literario. Seix Barral lo reedita ahora junto con el entrañable retrato de su amiga Natalia Ginzburg

PaveseVendrá la muerte y tendrá tus ojos Javier García Recio

Cesare Pavese comenzó la redacción del diario después de su llegada a la prisión de Brancaleone, en Calabria, el 6 de octubre de 1935, y la terminó pocos días antes de su suicidio, el 27 de agosto de 1950. Antes había dejado el manuscrito en una carpeta verde, y con una página colocada como portada que contenía el título: ‘El oficio de vivir’.

PaveseVendrá la muerte y tendrá tus ojos

Pavese había escrito uno de los mejores diarios que se haya escrito nunca, que resume todo el recorrido creativo del autor. Fue su testamento vital, que lo consagró, junto al resto de su literatura como uno de los escritores esenciales del siglo XX, con una obra perdurable y agigantada en el tiempo. Ahora, cuando está próxima la conmemoración de aquel fatídico 18 de agosto de 1950 en que Pavese se suicidó, Seix Barral le rinde homenaje con la edición recuperada de ‘El oficio de vivir’, que acompaña a modo de prólogo con el entrañable retrato de su amiga Natalia Ginzburg.

Escrito con una sinceridad terriblemente seca, esencial, cruda, despiadada, el diario contiene los temas fundamentales de toda su obra, constituyendo de hecho la autobiografía de un hombre que no podía engañar de otro modo a la misma muerte que ya había aburrido al existencialismo de manera inquietante.

Esta obra es la clave que nos permite entrar en su laboratorio poético y descubrir sus lecturas, sus reflexiones, no sólo sobre los hombres sino sobre la literatura y la poética, y su relación con su propio arte; es el instrumento privilegiado al que confía sus pensamientos de escritor y de hombre y, sobre todo, las últimas confesiones sobre esos tormentos íntimos que marcan su vida.

Las páginas de Pavese incluyen consideraciones generales sobre la vida, la muerte, el suicidio, el dolor, reflexiones sobre la literatura (en particular la americana y la decadente francesa), sobre la divinidad, sobre la juventud y los estallidos violentos contra las mujeres , donde su misoginia brota de manera cruda y desagradable.

Pero ‘El oficio de vivir’ es ante todo un diario literario. Cesare Pavese se cuestiona constantemente sobre la función de la literatura, sobre las elecciones de contenido y estilísticas, sobre la filosofía que las sustenta, sobre la creación de un poema unitario y luego sobre la elección de la dialéctica, de la que nacerán esos ‘Diálogos con Leuco’, por ejemplo.

En su último registro en su diario escribió «Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré mas». Nueve días después se suicidó en una habitación del hostal Roma, en Turín. Tenía 42 años.

«Como pez en el hielo»

Había abandonado la casa de la vía Lamarmora, donde vivía con su hermana María y con Ernestina, su tata. Pidió una habitación en el hotel Roma, le dieron una simple, con una cama estrecha con cabecera de hierro, un perchero, una silla, una mesa de madera, un teléfono negro colgado en la pared, la lámpara de plástico en la mesilla de noche, un sillón rojo.

A la tarde le escribió la última carta a su hermana María, que estaba de vacaciones en la playa de Serralunga. «Yo estoy bien, como pez en el hielo». Pavese estaba despechado. Se había enamorado perdidamente de la actriz norteamericana Constance Dowling, Connie. Estuvieron disfrutando en los Alpes, pero ella se volvió a Los Ángeles y se casó con otro. A ella le dedicó su poema mas memorable: ‘Vendrá la muerte y tendrá tus ojos’.

Aquella noche, la madrugada del 18 de agosto, escribió la última página de su diario. Pero Pavese aún siguió vivo una semana más, hasta el sábado 26 de agosto. El domingo a media tarde un camarero, preocupado por no verle, golpeó varias veces la puerta de su cuarto. Forzó la puerta y halló su cadáver.

Antes había escrito una carta a su gran amigo Davide Lajolo que éste recibió cuando ya los periódicos anunciaban su suicidio: «Ya no escribiré más. Con la misma terquedad, con la misma estoica voluntad de las Langhe, haré mi viaje al reino de los muertos».

En la primavera de 1936, con el gobierno fascista de Mussolini persiguiendo y reprimiendo a los grupos de izquierda, Pavese se enamoró de «la muchacha de la voz ronca», que llamaba en sus poemas (la donna dalla voce rauca). Era Tina, una militante comunista fuertemente comprometida con la causa. Como estaba muy vigilada por la policía, le pidió a Pavese que recibiera en su domicilio la correspondencia clandestina que le enviaba un novio que tenía. Pavese aceptó y al poco fue descubierto por la policía. Él protegió con su silencio a la mujer y fue procesado, condenado y enviado a Brancaleone, en Calabria

Fue allí donde empezó a escribir su diario, ‘El oficio de vivir’. Pasó tres años confinado y cuando regresó a Turín se enteró de que Tina acababa de casarse con otro.

El diario de Pavese comienza y termina con dos grandes crisis provocadas por dos mujeres a las que amó: Battistina Pizzardo  (Tina) y Constance Dowling.

El texto de esta edición se acompaña del conmovedor ‘Retrato de un amigo’, que firma su amiga Natalia Ginzburg, que lo retrata como una persona reservada, un poco gruñona, lacónica. Pavese y Natalia habían sido compañeros, camaradas, amigos antes de la guerra. Se veían todos los días en la editorial Einaudi, donde ambos trabajaban . Natalia conocía todos sus avatares amorosos. Primero fue su pasión por Battistina Pizzardo, activista del Partido Comunista.

Amante imposible

Ginzburg lo recuerda terco y solitario, amante imposible, siempre enamorado, escribiendo en los cafés llenos de humo alguno de aquellos versos. «Algunas veces estaba muy triste, pero durante mucho tiempo nosotros pensábamos que se curaría de esa tristeza cuando se decidiera a hacerse adulto, porque la suya nos parecía una tristeza como de muchacho, la melancolía voluptuosa y despistada del muchacho que se mueve en el mundo árido y solitario de los sueños», lo recuerda su amiga.

Pero Pavese estaba convencido de que todo ser humano tenía un destino, inscrito en la piel, marcado en el cuerpo. El suyo era el suicidio, el «gesto», el que habría puesto fin a todas las palabras que había escrito a lo largo de los años.

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