Cuando había acabado la carrera y ya escribía poesías, recogidas en libros tempranos, y diatribas literarias, una de las cuales firmó con su coetáneo y paisano Antonio Muñoz Molina, Luis García Montero era un muchacho flaco y risueño que, aunque estuviera quieto, parecía saltar de alegría. Era una de sus señas de identidad, y la conserva, aunque el mundo alrededor, y él mismo, han sido afectados por algunas de las peores desgracias del tiempo, entre ellas, en su caso, la pérdida de su mujer, la escritora Almudena Grandes, tras una enfermedad que no permitió la sorpresa del desenlace pero que sí causó enorme vacío en su familia y en la enorme familia que hizo de lectores y amigos la autora de 'Malena es un nombre de tango'.

Hace unas semanas la ciudad de Madrid rindió homenaje a Almudena, nombrándola hija predilecta del lugar donde nació, y sus seguidores e incondicionales llenaron a mares el Teatro Español, donde tuvo efecto este nuevo adiós indeseado. En esas circunstancias el alcalde del municipio evitó ir a rendir el homenaje que había propiciado el propio ayuntamiento, mientras que el viudo, Luis García Montero, respondió con parsimonia destacando el amor de la ciudad por la que fue tantos años compañera suya y activa ciudadana de ciudad tan 'almudena'.

Entretanto, aquel García Montero hecho de lecturas ajenas y de libros propios sacaba en Alfaguara 'Prometeo', que proviene de una pieza teatral que él hizo para que la dirigiera José Carlos Plaza, y a la que ha añadido reflexiones contemporáneas sobre este mundo que a él le congela tantas veces la risa que, de chico, exhibía como si todo fuera a seguir cantando para siempre. En torno a este último aspecto de la vida versa, sobre todo, esta conversación.

El quiosquero enfrente me ha dicho que los chicos ya no leen periódicos, que sólo se fían de las redes sociales. Parecía que había leído su libro, porque usted plantea eso…

Sí, sí. Y creo que es un motivo de meditación. Pero no es tanto un problema de los periódicos, sino del mundo en el que vivimos. Hoy, ya que habla del quiosquero, es muy difícil encontrar un quiosco en esta ciudad. Bueno, en esta y en muchas otras. De España y del mundo. No es que sea catastrofista, pero tampoco soy ingenuo. La tecnología es muy importante y está bien que se trabaje por atraer a los suscriptores digitales. Pero en eso yo veo algunos peligros. En primer lugar: en las plataformas digitales hay un protagonismo excesivo de gente que no se toma en serio el periodismo. Me parece que el debate ya no es que un gran medio ofrece información sesgada por sus intereses económicos, sino que hoy dos o tres caraduras forman una plataforma de comunicación y consiguen tener impacto, extender bulos… y eso es muy peligroso. Otra cosa: la lectura en la pantalla no establece, con la letra y el lector, el mismo vínculo que el papel. Un lector de papel lee todo el artículo antes de opinar. En digital, leen el titular y no hay capacidad de concentración y al instante empiezan a soltar improperios y, encima, con errores gramaticales y ortográficos. Pero, bueno, quizá digo todo esto por mi edad.

Usted ahora está al frente de la difusión de nuestra lengua. ¿Nota mucho esto que comenta? 

Bueno, lo veo como ciudadano también. Porque el mundo digital tiene más que ver con la información y no tanto con la comunicación. Por ejemplo, aquellos artículos que publicaba Fernando Lázaro Carreter hoy no tendrían mucho protagonismo porque muchas de las cosas por las que él regañaba hoy ya están en el diccionario. Pero lo que sí me preocupa es la cancelación de la información por la comunicación. Es una dinámica que resumió muy bien la jefa de gabinete de Trump cuando el New York Times acusó a su jefe de difundir treinta mentiras diarias a través de Twitter. Ella dijo: "El Presidente no miente. Nos da realidades alternativas". Bueno, pues mucha gente más que informar u opinar produce realidades alternativas. Esto es muy preocupante porque se tiende a la estandarización. Y así surge la caricatura. Por ejemplo: alguien puede abstenerse de hacer comentarios machistas porque todos tenemos madre o hermanas o esposa o hijas. Pero no todos tenemos en nuestro círculo más cercano un inmigrante o un homosexual… y entonces la gente se pone a soltar cosas sobre ellos en las redes. Por eso es necesario apostar por el conocimiento, porque así surge el diálogo, que es lo que nos permite entendernos.

Usted ha sido víctima de realidades alternativas.

Sí. Con mucha frecuencia. Bueno, yo y Almudena también. Es que no es lo mismo que alguien opine sobre un artículo que has hecho, o sobre unas declaraciones, que la interpretación que hace OKdiario, por ejemplo. Recuerdo que un día escribí un artículo sobre la postura de una madre, a la que le asesinaron a su hijo, en respuesta a unas manifestaciones para pedir la pena de muerte y, en concreto, la ejecución del asesino. Esa madre dijo: "Por favor, no utilicen a mi hijo y a mi sufrimiento para generar odio". Pues en mi artículo dije que era una lástima que la sociedad española no se pareciera a esa señora, que era terrible que se pareciera más a los que piden la pena de muerte y el linchamiento. En el artículo estaba muy claro. Bueno, pues al día siguiente me encontré con muchos mensajes en las redes criticándome porque, según ellos, yo defendía a los asesinos. ¿La gente había leído mi artículo? No. La gente había leído un titular con la interpretación que se le había ocurrido a Eduardo Inda. A ver: el periodismo es fundamental para la democracia. Y es mejor que los gobiernos no empiecen a reglar la libertad de expresión, porque eso puede derivar en censura. Pero hay que tener responsabilidad. Los periodistas deben ser responsables. Porque no se puede confundir la libertad con la irresponsabilidad. A las tertulias, por ejemplo, no suelen ir periodistas. Suelen ir representantes de determinadas ideologías. Y eso es responsabilidad de la gente que hace los programas. ¡Que inviten a periodistas de verdad! 

"Es necesario apostar por el conocimiento, porque así surge el diálogo"

¿Usted ve ahora, entre nosotros, la sombra que acabó con Lorca?

No me gusta ser pesimista, pero sí una persona con inquietud. Cuando tú lees 'El Holocausto Español', de Paul Preston, y sitúas mucho de lo que cuenta en nuestros días, pues… puedes acabar pensando que muchas de esas cosas están ocurriendo hoy. Tú ves algunos titulares de hoy, utilizando la mentira, llamando al odio y creando un malestar que no llama a la convivencia y… eso me preocupa. Claudio Sánchez-Albornoz dijo un día que en el 36 la democracia no sólo se la cargó el Golpe de Estado, sino también los jueces y los periodistas. Pues sí. Porque se crean estados de ánimo que llaman a la crispación desde los juzgados y desde los periódicos. Y eso me preocupa. Lorca viajaba con La Barraca y le decían "¡ahí va García Loca!", para señalarlo como homosexual. Y así lo presentaban como enemigo de la corrección española. Bueno, pues llegó el golpe de Estado y, claro, luego dejaron que lo fusilaran.

Le conocí siendo un muchacho en Granada. Ha pasado mucho tiempo. ¿Quién es usted hoy?

Pues… he ido cumpliendo años. En los años 70 entré en contacto con la política, en la Universidad, y entonces el Partido Comunista era el gran referente de lucha contra el Franquismo. A partir de ahí aprendí mucho sobre política. Y sobre literatura. Aprendí que es muy peligrosa la defensa de una igualdad social que no conviva con la libertad y con la democracia. Porque se desemboca en el terror y en el estalinismo. También he aprendido a tener paciencia. Ahora la gente de Vox me insulta en las redes y yo… tengo paciencia. No me preocupa mucho. Como escritor comprometido, de pronto uno descubre que no es lo mismo un panfleto que un poema. No es lo mismo un poema que se preocupa por conocer la realidad que un poema que pone en verso las consignas de determinado ideario. Cada vez me molestan más los dogmáticos que no utilizan la creación para dudar. Porque la duda es el espacio donde podemos conocernos a nosotros mismos. Mire, Antonio Machado decía: "La verdadera libertad no está en decir lo que pensamos, sino en pensar lo que decimos". Porque ahí nos la jugamos, claro. Y también hay que distinguir entre la sinceridad y la verdad. Hay gente que puede ser sincera pero, no necesariamente, decir la verdad. Porque ha tomado las cosas de sitios contaminados.

"Cuando me insultan con la palabra comunista no me siento avergonzado"

Luis, ¿cuál sería hoy su compromiso?

Mi compromiso hoy tiene que ver con el intento de defender los valores que están en la base de un acuerdo, que podemos llamar Contrato Social. Creo que es fundamental por dos motivos. El primero: porque hay varias dinámicas que están violando los Derechos Humanos. Y, en segundo lugar, porque en torno a la tribu el respeto está creando situaciones complejas. Yo defiendo la diversidad como bien común. No creo en la fragmentación de identidades enfrentadas unas a otras. No se pueden confundir deseos con derechos. Eso es peligroso.

Hoy se le dice al gobierno "socialcomunista" para señalarlo. ¿Cómo se siente usted al oír algo así?

Cuando a mí me insultan con la palabra comunista no me siento avergonzado. A ver: no es lo mismo la palabra comunista aquí que en Praga. El Partido Comunista fue el que más se opuso al franquismo, y pagó la factura por eso. Yo milité en un partido que trabajó por la reconciliación. Alberti dijo: "Yo me fui con un puño y he vuelto con la mano abierta". Pues esa era la idea. Santiago Carrillo también facilitó la Transición y eso fue muy importante. Se sabía cuál era la realidad y qué había que sacrificar para conseguir la reconciliación y la democracia. Bueno, en ese sentido, la palabra comunista, en España, no está relacionada con cosas por las que haya que sentir vergüenza.

"El fin de una historia de amor es triste. Pero es mucho más triste no haber conocido el amor"

Este es un libro político, basado en la melancolía y la poesía. ¿En qué estado de ánimo lo ha escrito?

Mire, el libro lo escribí a partir de una propuesta de José Carlos Plaza para preparar una versión de 'Prometeo' en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. En mi libro de poemas anterior, No puede ser así, había un poema en donde Prometeo se plantea si ha hecho bien en entregar el fuego a los seres humanos y luego quise abundar en esa idea. Así que este libro lo escribí en un momento en el que necesitaba refugiarme en la esperanza, en el que, por mi situación personal, necesitaba que la amargura no dominase mi forma de convivir. Ahora hablo mucho con mis hijos y me preocupa la ruptura del diálogo generacional. Vivimos en un mundo con muchos viejos cascarrabias que creen que los jóvenes son tontos. Por otra parte, la prisa de estos tiempos provoca jóvenes adánicos que creen que no heredan nada del pasado. Bueno, pues me parece que la literatura nos permite hacer coincidir el pasado con el tiempo de hoy y poner de manifiesto la herencia que han de recoger los jóvenes. 

Ha pasado muchas batallas. ¿Siente que estaba preparado para afrontarlas?

Digamos que la vida te va formando, te va preparando. Lo más importante es ser razonable, hacer un ejercicio de conciencia y no creerte distinto de los otros. Eso es fundamental para prepararte para los reveses de la vida.

En su libro dice que “hay que tomarse en serio las despedidas”.

Sí, hay que tomarse en serio las despedidas. Porque las despedidas también son una puerta hacia el futuro. Y un modo de mantener abierto el relato histórico y una forma de tomar conciencia de que la vida te ha permitido compartir cosas extraordinarias. Yo, por ejemplo, estoy convencido de que el fin de una historia de amor es triste. Pero es mucho más triste no haber conocido el amor.