Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arte&letras

Historia de una isla y de su prodigiosa música

Libros del Kultrum rescata ‘La música en Cuba’, inédito en España, donde el gran Alejo Carpentier reúne sus conocimientos musicales para trazar el milagro único de la música en la isla caribeña

Historia de una isla y de su prodigiosa música. Francisco Millet Alcoba

Autor de obras que alumbraron el nacimiento de una nueva literatura en América Latina, como ‘El reino de este mundo’ o ‘El siglo de las luces’, Alejo Carpentier fue también un estudioso de la música y crítico musical. Fruto de ello es este ‘La música en Cuba’, escrito en 1946 y de manera sorprendente inédito hasta ahora en España donde acaba de rescatarlo con acierto la editorial Libros del Kultrum.

Parte el autor del siglo XVI, con la llegada de los españoles a la isla, para contar desde ahí cómo se ha ido desarrollando la historia de la música en Cuba hasta mediados del siglo XX. Carpentier traza el devenir histórico de la música cubana, sin dejar de lado los acontecimientos políticos más importantes como la independencia y la revolución cubanas. Trata siempre de situar el hecho musical en su medio histórico, sin perder nunca de vista el factor social, económico o demográfico, muy necesarios para comprender la evolución de la música y el folclore sonoro, en una tierra sometida a múltiples inmigraciones

En ‘La música en Cuba’, Carpentier estudia y explora tanto la evolución de la música culta como la más popular, la que ha dado fama musical a la isla, como la habanera, la guaracha, la rumba, la conga, el danzón y finalmente el son; también estudia algunos bailes, como la contradanza y la comparsa, que han contribuido a dar ritmo y a visualizarla.

Carpentier emprendió un paciente examen de archivos de catedrales (Santiago y La Habana, principalmente), de actas capitulares de iglesias y ayuntamientos, de armarios de parroquias, de documentos manuscritos, de bibliotecas privadas, librerías de viejos.

En 1582 había ya en Santiago de Cuba una pequeña orquesta compuesta por dos tocadores de pífano, un sevillano que tocaba el violón, llamado Pascual de Ochoa y dos negras libres, dominicanas, las hermanas Micaela y Teodora Ginés. Desde un principio, en el siglo XVI, la música excluía la discriminación racial y gozaba con la mezcla de negros y blancos. Teodora era famosa por sus canciones y una de ella ‘Son de Má Teodora’ ha llagado hasta nosotros.

En el siglo XVIII trabaja en Cuba el primer compositor cubano cuya obra ha llegado a nosotros, Esteban Salas y Castro.

En el XIX, dice Carpentier: «la música constituía para el negro una profesión muy estimable, por haberse situado en el tope de sus posibilidades de ascenso en la escala social». Blancos y negros ejecutaban las mismas composiciones, pero los negros le añadían una vitalidad, un «acento, un algo no escrito, que levantaba». Pero en la primera mitad del siglo, el negro hacia música blanca, enriqueciéndola con su sentido del ritmo. Habrá que esperar a finales de siglo para que la música ancestral de África, oculta en los barracones y en las mentes de los esclavos y libertos, salga de los esotéricos para insinuarse en el baile.

Finalmente un lamento y una esperanza. El lamento es el «daño inmenso» que la boga mundial hizo a la música popular cubana cuando los autores locales se doblegaron a las exigencias de Nueva York o París de una menor complicación de ritmos y un estilo mas comercial y que orquestas como las de Xavier Cugat se encargaron de difundir a gran escala.

Pero por suerte está el pueblo y esa es la esperanza, un pueblo «impermeable a las influencias extrañas que sigue concurriendo a bailes en que se le invita a sacar el boniato, como se rajaba la leña». El criollo del arrabal y del poblado sigue produciendo música, su folclores esta mas vivo que nunca».

Compartir el artículo

stats