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Paul McCartney y Brian Wilson: rivales, amigos, genios y octogenarios

El 'beatle' y el 'beach boy', maestros sin parangón en el arte de construir canciones pop, alcanzan los 80 años después de casi seis décadas de admiración mutua

Paul McCartney, en una imagen de archivo. EFE

Los dos músicos más cualificados para reclamar el título de mejor compositor de canciones pop de la segunda mitad del siglo XX nacieron separados por dos días y un océano. James Paul McCartney, el mayor, vino al mundo el 18 de junio de 1942 en Liverpool. Brian Douglas Wilson, el más joven, abrió los ojos el 20 de junio de 1942 en Inglewood, California. Tendrían que transcurrir 24 años antes de que ambos se encontraran cara a cara por primera vez, pero cuando eso ocurrió sus destinos ya estaban estrechamente vinculados: al fin y al cabo, la ambición y la inventiva desplegadas por los Beatles en el elepé ‘Rubber Soul’ habían inspirado a Wilson para componer y producir las canciones del álbum de los Beach Boys ‘Pet Sounds’, una de las cuales, ‘God only knows’, sigue siendo a día de hoy la pieza musical favorita de McCartney.

Decía Arthur Conan Doyle que el talento reconoce instantáneamente el genio. A mediados de los años 60, los Beatles y los Beach Boys se sabían rivales en la carrera por ensanchar las fronteras de la música pop, especialmente en los aspectos relacionados con la composición y el uso del estudio. El primero en experimentar un deslumbramiento fue Brian Wilson, que después de asistir a la estruendosa irrupción de los Beatles en Estados Unidos de la mano de ‘I want to hold your hand’, persuadió al resto de los Beach Boys de que debían ir más allá de las canciones sobre playas, chicas y coches y sofisticar sus grabaciones (‘I get around’ fue el primer fruto de ese nuevo impulso).

'Girl don't tell me'

En julio de 1965, los Beach Boys dieron un paso más al incluir en su elepé ‘Summer days (and summer nights!!)’ la canción ‘Girl don’t tell me’, en la que exhibían abiertamente la influencia de los Beatles lanzando un guiño obvio a ‘Ticket to ride’, que había aparecido como ‘single’ en abril. De hecho, Brian Wilson quiso enviar ‘Girl don’t tell me’ al cuarteto de Liverpool antes de grabarla con su propio grupo, pero acabó desistiendo ante el miedo a sufrir un desaire.

Para entonces, los Beatles ya habían empezado a prestar atención a lo que hacían los californianos, que en el álbum ‘Beach Boys’ party!’, una peculiar colección de desenfadados homenajes a sus canciones favoritas publicada en octubre de ese mismo año, incluyeron tres títulos de los Fab Four (‘You’ve got to hide your love away’, ‘I should have known better’ y ‘Tell me why’). En esas mismas fechas, los Beatles andaban inmersos en las sesiones de grabación de ‘Rubber Soul’, un álbum en el que las armonías vocales, determinantes en la evolución de la incipiente escena de ‘sunshine pop’, revelan de forma nítida la huella de los Beach Boys.

De 'Rubber Soul' a 'Pet Sounds'

La aparición de ‘Rubber Soul’ en diciembre de 1965 constituyó una nueva revelación para Wilson, que, en su autobiografía de 2016 ‘Yo soy Brian Wilson y tú no’, lo definió como “probablemente el mejor disco de la historia”. “Me envió directamente al taburete del piano”, escribió. Después de escuchar de forma obsesiva el nuevo elepé de los Beatles (en su versión estadounidense, que omitía cuatro canciones de la edición británica), el líder de los Beach Boys solo tenía un propósito en mente: superarlo y hacer “el mejor álbum que nadie hubiera grabado nunca”. El producto de ese empeño fue ‘Pet Sounds’. (Nota al margen: la relación entre ambos elepés quedó definitivamente sellada cuando en 1998 la fantástica banda de power pop de Baltimore Splitsville publicó un disco titulado... 'Pet Soul').

Con su sublime combinación de colores brillantes y sonidos inusuales, ‘Pet Sounds’ cautivó instantáneamente a Paul McCartney y al productor de los Beatles, George Martin. “Cuando lo escuché, dije: ‘Oh, Dios, este es el mejor elepé de todos los tiempos. ¿Qué vamos a hacer ahora?’ -relató Macca años después-. Se lo puse a John [Lennon] muchísimas veces, era imposible escapar de su influencia. Fue el disco de aquella época”. Tanto McCartney como Martin repitieron con insistencia que ‘Pet Sounds’ había sido una fuente de inspiración decisiva a la hora de afrontar el totémico ‘Sgt. Pepper’s Lonley Hearts Club Band’, pero su impronta puede advertirse ya en grabaciones anteriores, como la balada de Paul ‘Here, there and everywhere’, del álbum ‘Revolver’.

Veinte días después de que este último disco llegara a las tiendas de Estados Unidos, Paul McCartney y Brian Wilson se vieron las caras por vez primera. Fue el 28 de agosto de 1966, en Los Ángeles, en una fiesta celebrada en la casa del expublicista de los Beatles Derek Taylor, que en esos días se acababa de mudar a California y había empezado a trabajar para los Beach Boys. George Harrison también estaba presente. Wilson preguntó a los dos ‘beatles’ si les apetecía escuchar su próximo ‘single’, una apabullante sinfonía de bolsillo titulada ‘Good vibrations’. Paul quedó deslumbrado por la complejidad de la producción, pero no pudo evitar pensar que la canción carecía de la hondura emocional de ‘Pet Sounds’.

"Tienes que darte prisa"

Cuando se produjo el segundo encuentro entre ambos músicos, el 10 de abril de 1967, era McCartney el que tenía cosas que enseñar. Un avance de ‘Sgt. Pepper’s’, nada menos. Toda la confianza que Brian había exhibido apenas ocho meses antes se había venido abajo durante las caóticas sesiones de grabación del álbum ‘SMiLE’, un proyecto conceptual de ambición desmedida que había puesto a prueba el frágil equilibrio psicológico del ‘beach boy’. La aparición de Macca por el estudio no ayudó a mejorar las cosas. Después de brindarse a masticar unos apios y unas zanahorias ante el micrófono para poner fondo sonoro a la canción ‘Vega-Tables’, Paul se sentó al piano y tocó ‘She’s leaving home’. No contento con eso, hizo escuchar a su anfitrión una copia en acetato de la mezcla final de ‘A day in the life’ y, al acabar, le soltó: “Tienes que darte prisa con ‘SMiLE’. Nosotros ya estamos listos”.

Muy poco después, Wilson decidió cancelar las sesiones del proyecto ‘SMiLE’, que en el universo rock pasó a ocupar un lugar de privilegio en el panteón de los legendarios discos inacabados. En un rincón de la torturada mente del músico californiano, la carrera entre los Beatles y los Beach Boys había concluido y tenía ganador. No era él. Cada vez más hundido en una ciénaga de problemas mentales y adicciones, Brian apenas reparó en el entusiasta homenaje que McCartney rindió a los chicos de la playa en ‘Back in the USSR’, canción incluida en el doble álbum blanco de los Beatles, de 1968.

Pese a las dificultades, Paul intentó mantener siempre un hilo de contacto con su ‘rival’ estadounidense aun en las peores épocas de postración psicológica de este. En el año 2000, cuando Brian fue incluido en el Songwriters Hall of Fame (el salón de la fama de los compositores), McCartney fue el elegido para pronunciar el discurso de presentación. Dos años después, en una gala benéfica celebrada en el hotel Century Plaza de Los Ángeles, ambos compartieron escenario por primera vez para cantar a dúo ‘God only knows’. La canción que en 1966 puso a Brian Wilson en contacto con Dios. La canción favorita de Paul McCartney.

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