El destino de Ada parece ya escrito. El suyo y el de tantas y tantas mujeres que viven en el Lejano Oeste allá por el año 1890, en el Lejano Oeste. Solo tiene 17 años, pero a esa edad y en esa época todo parece decidido. Todo está señalado, guiado y comprometido. Ada tiene los días contados para ser una esposa de manual, con la diferencia de que, en su caso, no se trata de casarse por obligación: está realmente enamorada y el porvenir está de su parte. O eso cree ella. Además, le gusta trabajar como aprendiz de partera. Traer vidas al mundo. Pero todo se tuerce cuando pasan los meses y Ada no se queda embarazada. Y esa ausencia de alumbramientos propios acarrea problemas añadidos en los que la inhumanidad impone su ley: ser estéril en aquellos lugares y en aquellos años equivale a una sentencia de muerte: bajo la sospecha de brujería, solo espera la horca. No hay más salida para Ada en ese callejón sin salida de injusticia y opresión (de ignorancia y necedad, también) que huir.

Escapar, dejarlo todo, emprender una nueva vida como sea y donde sea. Aquellos escenarios, tan familiares para el imaginario colectivo gracias al cine y la televisión (donde la mujer siempre ocupó un segundo o tercer plano hasta hace relativamente poco en un mundo dominado por el machismo) eran también propicios para buscar soluciones a quemarropa. Es decir, al margen de la ley. O sea: con los días amartillados. Por ejemplo, unirse a banda de forajidas. Ahí queda eso. Y al frente de esas mujeres intrépidas está un predicador de armas / almas tomar, un tal Kid que derrocha carisma, está sobrado de ambiciones y le da a la vida un toque de ampulosidad ciertamente teatral. Inciertamente seductor. Sus propósitos son, sin duda, admirables, aunque los medios no sea muy ortodoxos que digamos: pretende construir un refugio seguro para mujeres marginadas. Como Ada. Ada la proscrita. Ada la luchadora, Ada la fugitiva.

Sueños como el de Kid necesitan mucha audacia, mucho coraje, y cuando se marcan como objetivo hacer realidad un plan lleno de peligro, Ada se enfrenta a un dilema que es toda una declaración de principios. O, tal vez, de finales. Su vida, y la de sus compañeras, está en el alambre. Y la decisión marcará sus vidas.

De Anna North se conocían dos novelas muy bien recibidas: “America Pacifica” (2011) y “Vida y muerte de Sophie Stark, esta última publicada en Alba en 2016, y de la que solo se pueden escribir prosas buenas. Con “Proscrita”, la autora apuesta por recorrer los paisajes del neowestern feminista con una mirada original, vibrante, poderosa y combativa de plena actualidad. “Ya tenemos una considerable tradición”, afirma North, “que se pregunta qué dejaron fuera los libros de Historia de los Estados Unidos que estudiábamos en el colegio. Y creo que los novelistas empezamos a dar respuestas”.

Respuestas que son valiosas en su valiente enunciado, rompiendo tantas ataduras y haciendo caer tantas mordazas, y también en su sugerente y sólida ejecución literaria de estirpe clásica, por ello, moderna: un estilo evocador y preciso que recuerda el espíritu de los grandes narradores norteamericanos, una construcción de personajes veraz y equilibrada, un ritmo armonioso que engarza momentos de reposo y reflexión con otros de acción y emoción, y unos diálogos que nunca sobran, que siempre aportan Y, por encima de todo está el nacimiento (nunca mejor dicho) de un personaje monumental, inolvidable, extraordinario de principio a fin, que cruzó las montañas siendo esposa y viuda, médica y proscrita, ladrona y asesina… El resto es Historia. Y leyenda.