Tres autores de serie negra ostentan a día de hoy el récord de novelas protagonizadas por un investigador (o una pareja). Son, por orden de aparición, Alicia Giménez Bartlett y su Petra Delicado, Lorenzo Silvia con Bevilacqua y Chamorro y, por último pero no el último aunque menos conocido, el canario José Luis Correa que desde su isla y con su detective Ricardo Blanco ha ido componiendo, al igual que sus compañeros, una docena de novelas. La número 12 para Correa es ‘Para morir en la orilla’ (Alba), que por primera vez en su trayectoria pone en primer plano esa sangrante imagen de las pateras arribando a las playas turísticas. “El año pasado murió Antonio Lozano, uno de los autores importantes de novela negra de este país y un gran amigo. Él había nacido en Tánger pero se había pasado casi toda su vida en Gran Canaria y solía decirnos que los canarios estamos siempre preocupados por Europa y por Latinoamérica pero lo ignorábamos todo sobre África, que apenas teníamos a unos kilómetros de distancia”, explica en conversación telefónica el autor, que participará en BCNegra el próximo domingo. Fue Lozano quien le abrió la puerta a una realidad que ahora Correa ha escrito durante el confinamiento y dibujado con su corrupción y sus mafias. “La novela apunta a algunas cosas sangrantes, nada más, es una situación que no vamos a poder cambiar”. 

Evoca el autor el nacimiento hace 20 años de su detective, que durante las dos primeras novelas de la serie, quiso ser tan solo un homenaje a la novela clásica norteamericana de Dashiell Hammett o Chester Himes o esas carismáticas películas en blanco y negro con Humphrey Bogart o James Cagney, con todos sus tópicos. “Aquel modelo no daba para mucho, aunque me divirtiese hacerlo. Pero suelo decir que la gabardina casa mal con la calima canaria, así que hice que Ricardo Blanco evolucionara, utilizándolo para hablar de los temas que me interesan: como la trata de blancas, la corrupción política o la mafia en el sur de las islas, temas complejos que van más allá del bien y el mal”.  

Envejeciendo juntos

Cuenta Correa, profesor universitario entregado a mostrar a los futuros maestros las estrategias para conseguir que los jóvenes entren en la lectura, que a la hora de crear un investigador de serie negra, todo autor se enfrenta a la disyuntiva de elegir entre el modelo Maigret –el personaje que no cambia jamás- o el modelo Wallander, alguien que va evolucionando y envejeciendo con los lectores, y también, cómo no, con su creador. “Ambos rodamos los 60 años, tenemos los mismos miedos y dudas y nos planteamos las mismas preguntas. Y aunque, él no ha tenido hasta el momento la vida familiar que yo disfruto, ahora empieza a darse cuenta de lo bueno que resulta eso gracias a los hijos de su pareja”. 

Puesto a reflexionar sobre el hecho diferencial de la novela negra canaria, Correa no tiene la menor duda de que aspectos como la socarronería insular o ese concepto lánguido y tranquilo del tiempo están marcando su escritura. “Y claro, está también nuestro acento, ese castellano entre dos orillas que lo impregna todo”. Con ese bagaje, el escritor está escribiendo ahora su novela número 13, o mejor dicho, la 12+1. Así que temblad, Alicia Giménez Bartlett y Lorenzo Silva.