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Arte&letras

Simenon. Un estilo y un referente

Anagrama y Acantilado aúnan esfuerzos para divulgar la obra de Simenon en el mercado español, con una colección donde destacan novelas de corte psicológico como ‘Tres habitaciones en Manhattan’, una fotografía instantánea del ser humano

Un estilo y un referente

Fue una conversación entre un Premio Nobel de Literatura y otro escritor con no menos méritos, el encuentro entre ambos fue durante una noche a principios de los ochenta en la ciudad de Managua. Mientras escuchaba la trama, el barbudo interrumpió y dijo que era ‘L’homme dans la rue’ de Georges Simenon, y el del bigote que relataba la historia vio resuelto de un plumazo aquel enigma, entonces no existía Google, había intentado recordar durante años el título del cuento que estaba contando. Casi cuarenta años después, dos editoriales del distrito de Sarrià en Barcelona, acordaron publicar conjuntamente tres novelas de Simenon, el escritor del que charlaban Gabriel García Márquez y Julio Cortázar en aquella lejana noche centroamericana. ‘Tres habitaciones en Manhattan’, ‘Maigret duda’, y ‘El fondo de la botella’ son las novelas que inician la colaboración entre Anagrama y Acantilado, esta última ya había publicado diecisiete novelas de Simenon, desde algunas de la saga del célebre comisario Maigret hasta ‘Los vecinos de enfrente’ en la Georgia del Mar Negro. El autor escribió a lo largo de su extensa carrera más de doscientas novelas, un récord inalcanzable para la mayoría de escritores. Pese a la vinculación tradicional de Simenon con el género policiaco, esta nueva colección se inicia con una novela de corte psicológico en Manhattan, algo que no es inusual en el autor, como muestra su novela ‘Los vecinos de enfrente’.

Simenon es un escritor con estilo, por lo que transmite y por el prejuicio positivo que genera, cuando se leen sus novelas y uno las proyecta mentalmente con la secuencia de una Torre Eiffel en blanco y negro sobre tejados de edificios de París, como el inicio de ‘Cuatrocientos golpes’ de Truffaut en calles medio vacías, digamos, algo así como en las madrugadas insomnes de ‘Tres habitaciones en Manhattan’. La fórmula mágica está en la manera de contar las cosas, tanto si transcurren en París, en la Quinta Avenida o en la georgiana Batumi. Leer a Simenon no persigue lecturas interminables y abstrusas, sabe manejar la intensidad en lo psicológico y levantar una expectación discreta en lo policial, el autor comienza de forma suave con un depurado ritmo narrativo, no tiene complejos para encadenar comas, lo hace fácil con el ritmo de la historia, digamos, el trabajo de un artesano consumado, de aquellos escritores bajo el tecleo de una vieja máquina de escribir Corona, mientras fumaban y el mundo les esperaba para continuar con sus ajetreadas vidas.

‘Tres habitaciones en Manhattan’ es una novela psicológica donde dos protagonistas solitarios se encuentran de madrugada en un bar de Nueva York, como si ambos se refugiasen de sus vidas desesperadamente con la compañía de un desconocido, y escapasen de una soledad insoportable, por la indiferencia salvaje que a veces se confunde con libertad y que se produce monstruosamente en las grandes ciudades. François Combe tiene 48 años y sale a pasear de madrugada por los ruidosos y apasionados encuentros nocturnos de sus vecinos, mientras que Kay Miller, de 32, se halla en un bar a las tantas porque ha perdido su apartamento y espera al primero que entre por la puerta para que la lleve consigo. Washington Irving decía en ‘Cuentos de la Alhambra’ que el sediento sueña con fuentes, el hambriento con manjares, y el pobre con oro escondido, en esta novela de Simenon las personas solitarias sueñan, como una súplica, con la compañía de una pareja, «con su amor en la punta de sus manos vacías». El tiempo avanza linealmente y el narrador lo abarca todo como una voz en off, interrumpida puntualmente por diálogos breves.

‘Maigret duda’ es, por otro lado, una novela corta de carácter policiaco donde el comisario parisino desarrolla su ingenio frente a mensajes anónimos, alguien advierte a Maigret anticipándole la comisión de un delito sin que el comisario tenga claro si es un juego o una advertencia seria, digamos, algo similar a lo de Jack el Destripador y sus cartas a Scotland Yard, solo que en esta novela de Simenon el crimen aún no se ha cometido, y el comisario ha de indagar el origen de los anónimos en el seno de la compleja familia burguesa del abogado Parendon en París, una familia disfuncional oculta bajo las apariencias sociales. El desarrollo de la novela, hasta alcanzar su clímax con el giro final, puede guardar en el ámbito del cine alguna similitud con Hitchcock, hay un elemento tangencial que en el transcurso de la novela puede recordar a ‘La ventana indiscreta’.

La más americana

La última de estas tres primeras novelas de la colección de Simenon en Anagrama-Acantilado, ‘El fondo de la botella’, es quizá la más distinta, aunque no en el estilo, que es similar, es decir, un estilo directo, un narrador omnisciente, y un ritmo narrativo parejo a las otras, sin embargo, esta novela, que transcurre en el estado norteamericano de Arizona, en la frontera con México, es quizá la de un contexto más americano, salvando a la de Maigret que transcurre en Francia, pues es un ámbito rural de esa América cowboy. El inicio, por otro lado, es muy descriptivo, la novela marca las trazas de un drama, y en el ámbito geográfico la acción se desarrolla entre la ciudad estadounidense de Tumacacori y la mexicana de Nogales. Recuerda a la versión en el cine de la novela de Steinbeck ‘Al este del edén’ con una trama cainita, un conflicto como el de Caín y Abel o Rómulo y Remo, que precipita el argumento. La novela, a medida que avanza, adquiere aires de epopeya con una gran tensión ambiental en un contexto de rancheros acomodados en la frontera de Arizona con México. Donald huye de la policía y su mujer le espera con sus tres hijos en Nogales, una ciudad de México en el desierto de Sonora, y que para cruzar la frontera acude a su hermano P. M., que es abogado y está casado con Nora, una mujer adinerada. Los hermanos apenas mantenían contacto, son muy distintos, P. M. se enfrenta al conflicto de ayudar a Donald frente a un rencor latente.

Simenon utiliza un lenguaje limpio, hay en él trabajo y calidad en el escritor por su sobresaliente dominio narrativo, el estilo de Simenon no busca el adorno del autor, sino la construcción de la novela para el lector, donde lo que resalta es la historia en sí misma.

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