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Arter&letras | Efemérides

Cien años con Leonardo Sciascia

El centenario del nacimiento del escritor siciliano propicia la reedición

de dos de sus mejores novelas, ‘Todo modo’ y ‘A cada cual, lo suyo’

Cien años con Leonardo Sciascia

Los comienzos de la novela policial fueron definidos por Jorge Luis Borges con el esquema de que existe un orden, el asesino trastoca ese orden y lo convierte en desorden; el detective aparece en escena y resuelve el enigma del asesinato y el orden regresa. Ese era el camino seguido por las novelas de sir Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe y, más recientemente, Agatha Christie. En el periodo de entreguerras del siglo XX, los escritores del llamado “hard-boiled” (Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Jim Thompson, James M. Cain...) trastocaron ese manido sendero y sembraron dudas sobre si lo que existía, en realidad, era el orden o el desorden.

En eso llegó Leonardo Sciascia (1921-1989) y revolucionó a unos y a otros. Creyó, como Borges, que el investigador ilumina los hechos con la verdad, pero, en vez de pasar de la oscuridad a la claridad, en las obras de Sciascia se recorre el camino a la inversa: comienza con la claridad que ofrece el detective o el caso resuelto para trasladarse a la oscuridad de la sociedad, como si hubiese que peinar la Historia a contrapelo, como defendía Walter Benjamín. De ahí que sus obras se nos presenten como una derrota de la razón, pues sabe que todo poder se legitima en la historia narrada y en la sociedad, por lo que comienza reconstruyendo aquélla a su conveniencia para modificar la segunda.

Además, Sciascia escarbó con cincel y bisturí en el interior de la violencia, la explotación, la injusticia y el terrorismo, y fue de los primeros en atreverse con la mafia. Lo que llevó a Manuel Vázquez Montalbán a sentenciar: «Mi afecto lector por Sciascia viene de antiguo, del descubrimiento de que aún quedaba en Europa un gran escritor político». El ejemplo más potente de lo expuesto es su obra El caso Moro, donde el asesinato del primer ministro Aldo Moro a manos de las Brigadas Rojas le sirvió para rescatar la obra de Borges y Miguel de Unamuno y enlazarla con lo que ocurría en la Italia de los «años de plomo». De tal manera que si el magnicidio de John F. Kennedy en la mente de los norteamericanos, supuso el fin de su inocencia y la creencia en conspiraciones que controlaban su devenir, Sciascia nos indicó que el magnicidio de Moro era lo más parecido a un mundo en el que el ciudadano medio ya no controlaba el devenir de la Historia, y en su comprensión cabría desde la conspiración de la CIA, la mafia, los masones y hasta el Vaticano, donde el Aldo Moro creado por los medios de comunicación nada tenía que ver con el político real, lo mismo que hicieron con Kennedy.

Los dos libros

Ahora, con motivo del centenario de su nacimiento, la editorial Tusquets ha reeditado dos de sus novelas más emblemáticas, que el director Elio Petri trasladó a la gran pantalla con el mismo título: Todo modo y A cada cual, lo suyo. En la primera, el título hace referencia al comienzo de una frase de San Ignacio de Loyola al analizar el significado de los ejercicios espirituales. De esa manera, su protagonista, un pintor muy conocido en Sicilia, recorrerá los parajes hasta que encuentra un hotel edificado por el padre Gaetano, donde se celebran unos ejercicios espirituales en los que se dan cita empresarios, mafiosos, jerarcas de los medios de prensa y de la política con una discreta presencia femenina, todo ello con el objeto de meditar y mercadear. Y en ese pacifico ambiente, mientras rezan el rosario, asesinan de un disparo a un exsenador.

En la segunda, un anónimo de muerte le llega al farmacéutico del pueblo, días después aparece muerto junto a su compañero de caza, el médico Roscio. Los carabinieri investigan hasta un punto en el que parece que todo se estanca. A partir de ahí, el profesor Laurana cree encontrar una pista al comprobar que el anónimo estaba escrito con recortes del diario católico conservador L’Osservatore Romano, en el que el logo, ‘Unicuique suum’ (‘A cada cual, lo suyo’), figura en el reverso de los recortes.

En ambas novelas sentimos los rumores de las calles y campiñas de Sicilia, el carácter de sus habitantes, la influencia del clero, el poder de la clase dirigente, la niebla ideológica bajo la que se mueve el pueblo llano y la mafia omnipresente como elemento eterno en el quehacer diario. Cuestiones que llevaron a Sciascia a sentenciar: «Sicilia es el mundo».

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