Marina Abramovic lleva una larga temporada durmiendo fuera de casa. Viajes y más viajes, trabajos, ruedas de prensa, platós de televisión. Y esta semana, el no va más: intensa presencia en Asturias para recoger el premio Princesa de las Artes. Y más entrevistas, más encuentros con el público… Más vida, porque la artista que ha hecho de la performance una obra maestra en movimiento es una amante a tumba abierta del día a día. Del segundo a segundo. 

Por eso ríe a menudo (el humor como herramienta de supervivencia), por eso -confiesa a LA NUEVA ESPAÑA- le encanta que le cuenten chistes cuanto más fuertes mejor, por eso mantiene con su cuerpo un diálogo constante para mantenerlo en forma. Y es que Abramovic afirma que “necesito la disciplina para hacer lo que hago”, y más ahora que atraviesa la séptima década de vida. 

“Disciplina, determinación y motivación” son los tres pilares sobre los que se sostiene la vitalidad artística de Abramovic, y eso “es incompatible con una vida familiar, con tener hijos, con tener mascotas”. Todo para el arte, por el arte hace todo, incluido un ejercicio constante y mantenerse alejada del tabaco o el alcohol: “Mantenerme fuerte física y mentalmente es fundamental”.