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Arte&letras

Pasado y presente se dan la mano

Pasado y presente se dan la mano

Vuelve Antonio Muñoz Molina y lo hace con un libro de esos que se convierten en uno de los imprescindibles del año y en imprescindible, además, para entender estos tiempos más recientes, marcados por la pandemia y por un cambio en nuestras vidas que aún no sabemos qué efectos tendrá en el futuro más cercano.

Volver a dónde es muchas cosas y una sola. Es un diario, un viaje al pasado más reciente y al pasado lejano familiar del autor, una ventana abierta a la vida que llevó durante el primer confinamiento duro y los meses de tímida vuelta a una rutina extraña y novedosa , es la visión de un analista de la sociedad española, esa que quedó aún más evidencia al verse arrastrada por el coronavirus. Y todo ello construye una mirada única, lúcida sobre la vida en tiempos de covid, una mirada con la que es fácil identificarse, porque sus dudas, sus congojas, sus pequeñas victorias sobre la parálisis que trajo el virus, son de algún modo momentos que todos pasamos en esos meses.

Un día estábamos haciendo planes de futuro y apenas unas horas después no quedaban planes y el futuro se antojaba más oscuro y plagado de miedos propios y ajenos. Y fue inevitable que esos tiempos nos hicieran virar hacia la introspección, hacia recuerdos olvidados, incluso hacia exigentes autoanálisis de esos que la mayoría de veces se quedan encerrados en un cajón cuando la realidad conocida se recupera.

«Los días idénticos nos desdibujaban la vida personal», escribe el autor ubetense en su nueva obra

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Ya lo decía José Hierro, «cuado la vida se detiene se escribe lo pasado o lo imposible» y en una existencia detenida en cuatro paredes Muñoz Molina no puede evitar echar la vista atrás y recordar a esos familiares que ya no están para repasar la vida del niño que nació y creció en Úbeda y que escribió para sí mismo otro destino alejado de la vida del campo, una vida en la que los días también se confunden, en la que hay poco tiempo para el descanso y todas las horas de trabajo siempre parecen pocas. Una existencia dura, marcada por las estaciones y sus cultivos, en la que no hay hueco para cuestiones superficiales. Quien lo ha vivido sabe cómo marca y cómo es casi inevitable que pasados los años esas enseñanzas, esa forma de vida, regresen en forma de recuerdos a preguntarnos qué fue de nosotros. En las páginas de Volver a dónde es fuerte y constante la presencia del padre del autor, que rememora la relación paterno-filial y la propia relación que él ha tenido con los hijos que vinieron después, también la de su madre, sumida en la nebulosa creciente que da el olvido, que observa el escritor en llamadas telefónicas convertidas en el único nexo de unión en la pandemia. Y están las calles que lo vieron ir creciendo, calles que al lector habitual lo llevarán a otras obras de Muñoz Molina, y la mirada sabia de hombre de campo de su tío Juan, convertido en un vínculo creciente de aquel chaval que fue con el hombre que ahora es, que quiere hacer crecer tomates en su balcón de Madrid. Y son todos esos momentos pasados los que le hacen plantearse algo inevitable, el pensar en lo efímero de la existencia, pero son también el retrato de varias generaciones de españoles, los que nacieron después de la posguerra y lograron, con el esfuerzo de sus padres y el propio, una vida mejor.

Están como escenario de fondo también esa Andalucía interior, en la que aún en estos tiempos quedan retazos costumbristas, y un Madrid convertido en un personaje más. El Madrid que observa desde su balcón, silencioso y vacío salvo cuando llegaban los aplausos, el Madrid que buscaba ser bullicioso cuando se permitió de nuevo el regreso a las calles. La ciudad adormecida en la que trata de llenar sus días de contenido, en la que establece otras rutinas con su mujer, la escritora y periodista Elvira Lindo, y en la que durante el confinamiento echan de menos a su nieta Leonor, heredera de un nombre de larga tradición en la familia del autor.

«Los días idénticos nos desdibujaban la vida personal. El estado de ánimo se volvía neutro». Es difícil no hacer nuestras las palabras del autor ubetense, que vuelve una vez más a demostrar su maestría como narrador, como un sobresaliente contador de historias, algo aparentemente sencillo pero que no siempre está al alcance de todos. Se puede escribir y se puede contar. Y Muñoz Molina aúna ambos talentos para que no quepa duda de que es uno de los mejores narradores de las letras en español. Es todo un privilegio compartir estos tiempos con su literatura. Lo dicho, un libro imprescindible para asomarnos a nuestro pasado más reciente. Léanlo.

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