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El Me Too literario de la salud mental

Depresión: voy a tomarme una pastilla antes de que la vida me haga efecto

Almudena Sánchez y José Ignacio Carnero se suman a la lista cada más extensa de los escritores que han convertido las afecciones mentales en materia literaria y no temen revelarla

Depresión.

Fue Freud quien dijo que frente a una psique dañada los escritores (y por extensión los artistas) pueden ser a la vez el enfermo y el médico, o lo que es lo mismo, que la escritura puede tener un efecto terapéutico para quien la practica. Se esté o no de acuerdo con esta idea -no todos los escritores la suscribirían- lo cierto es que el asunto de la melancolía, la bilis negra como se la conocía en el pasado, o la depresión como se la conoce en la actualidad, ya no es solo el trasfondo desasosegante de tantas y tantas novelas sino el motor de libros de memorias apenas disfrazadas de ficciones en las que se exhibe sin tapujos la enfermedad mental. Y aunque la literatura no sirva para nada desde el punto de vista práctico, es evidente que esos libros pueden funcionar como consuelo para el lector. 

Este año dos libros literarios han colocado la depresión en primer plano y en primera persona. Es el caso de Almudena Sánchez con su ‘memoir’ fragmentaria ‘Fármaco’ y José Ignacio Carnero que con ‘Hombres que caminan solos’ confiesa haberse valido de material autobiográfico pasado por un cedazo de ficción y el añadido de experiencias ajenas. Ambos trabajos, publicados en Literatura Random House, aparecen durante una pandemia que no solo ha llenado las ucis de afecciones pulmonares sino también las urgencias de problemas de salud mental, con una incidencia multiplicadora entre el personal sanitario y los más jóvenes. 

Un mundo líquido

Carnero, nacido en Bilbao en 1986 pero radicado en Barcelona donde es socio de un bufete de abogados, se destapó en la escena literaria con una evocación de su madre en el celebrado ‘Ama’ (Caballo de Troya) que lo dio a conocer. `Hombres que caminan solos’ sigue el proceso de una depresión desde la presunción de una masculinidad sin fisuras, una máscara aprendida, que poco tiene que ver con la realidad más íntima de ellos. “En mis dos novelas se repite un mismo tipo de personaje, un individuo que se encuentra en un periodo de cambio entre una época que ha heredado de sus padres y un mundo nuevo en constante cambio. Creo que eso es algo que podemos compartir todos: este mundo líquido actual que nos genera una gran desorientación y eso es gasolina para la ansiedad y la depresión”. Y si a ello le añadimos una crisis sanitaria la mezcla resulta explosiva. “Nos hemos visto abocados a la soledad por imperativo legal y nos resulta imposible imaginar el futuro”.  

Almudena Sánchez: “La depresión tiene un algo fantasmagórico, como si estuvieras hechizada y el médico tuviera que adivinar lo que tienes"

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Quien sí asume al 100% el carácter confesional de su libro es Almudena Sánchez (Mallorca, 1985). El impactante ‘Fármaco’ es el retrato caótico, como la vida misma, de su propio proceso depresivo, ese “giro argumental hacia el dolor”, dice la autora; ese “perro negro” como lo definió Winston Churchill que también transitó por la enfermedad en varias ocasiones. 

“La depresión tiene un algo fantasmagórico, como si estuvieras hechizada y el médico tuviera que adivinar lo que tienes -cuenta Sánchez-. Yo no sabía qué era aquel estado de devastación total en el que me encontraba. Porque aquello no iba de animarse a golpe de fuerza de voluntad, de algo que se cura yendo a la peluquería o de compras. Es mucho peor que una enfermedad física”. Por suerte, la autora encontró la ayuda médica necesaria y ahora cuando ya hace casi siete meses que ha abandonado la medicación se alegra de que su libro, entre otras muchas cosas, sea también un elogio de la ciencia. “No entiendo a la gente que no se quiere vacunar. La ciencia está salvando a la humanidad”.   

Veneno y hechizo

Etimológicamente, ‘Fármaco’ tiene un doble significado. Es a la vez veneno y hechizo, una dualidad que la escritora también relaciona con la literatura. “Me encontré con una enfermedad de la que apenas se habla o muy poca gente confiesa tenerla de ahí mi necesidad de definir la depresión, de ver qué es lo que hay más allá de esa tristeza máxima. He intentado comprimirla y observarla para comprender qué demonios es esto”. 

No se espere, sin embargo, un libro terrorífico, aunque en algunos momentos lo sea, el tono de Sánchez es ligero y en ocasiones divertido. Uno de los tuits recogidos de la red e incluido en el libro da fe de ello: “Voy a tomarme una pastilla antes de que la vida me haga efecto”. Lo escribió el editor David Trías.

Tanto Carnero como Sánchez valoran que en cierta forma se esté produciendo una especie de ‘Me too’, de desvelamiento de las afecciones mentales que ayudan a que se contemplen socialmente con menos tabúes. “En la novela -cuenta Carnero- pongo el ejemplo, extremo claro está, de que en el mundo de la empresa está mejor visto alguien que consume cocaína y produce compulsivamente que una persona que está pasando por una depresión y no puede trabajar. Para el capitalismo el mayor pecado es ser improductivo. De ahí que todavía haya muchas reticencias a confesar la dolencia en público”

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