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Cristóbal Halffter: treno por el mejor

Primer líder de la contemporaneidad musical española, que llevó su mensaje humanista a la más alta cota

de creatividad y maestría

Cristóbal Halffter.

«Hombre que hace música soy, y nada de lo humano puede ser ajeno a mi música». Estas palabras de Cristóbal Halffter resumen lúcidamente su destino. Pedro Laín Entralgo las cita en el prólogo a una biografía crítica escrita hace treinta años por el musicólogo Emilio Casares. «Para mí - decía el compositor- ser de veras músico no es vivir en una isla desierta cortejando a Euterpe día tras día, sino ser hombre que compone música; y en consecuencia mi personal modo de sentir y pensar por el hecho de existir simultáneamente en mi país, en mi tiempo y en la pura y genérica hombreidad». Así hablaba Halffter, primer líder de la contemporaneidad musical española, fallecido el 23 de mayo, a los 91 años de edad.

Comentando esta autodefinición, se preguntaba Laín Entralgo si existía entonces «un compositor que de modo más consciente y resuelto haya querido poner sus obras, al servicio de la triple lucha en que lo mejor del género humano anda empeñado: lucha por la libertad real de los hombres, lucha contra el azote del dolor no merecido, lucha hacia una limpia y auténtica implantación de la existencia en aquello que para cada cual sea último fundamento de su propia realidad».

La respuesta española

Cristobal Halffter abrió su catálogo a los 21 años con Scherzo, que le ganó el Premio Extraordinario de Composición del Conservatorio de Madrid, su ciudad natal. Dos años más tarde, contando tan sólo 23, recibe el Premio Nacional de Música con su primer Concierto para piano y orquesta. Estas obras, al igual que la Antífona pascual, las canciones sobre Gil Vicente, Alberti y populares leonesas, las Tres piezas para cuarteto de cuerda, la Misa ducal, el Concertino, los Dos movimientos para timbal y orquesta de cuerda y los ballets Saeta y Jugando al toro, por citar sólo algunas de las más difundidas de su primera etapa, ilustran el momento en que el compositor extrae la propia voz de las influencias recibidas de su maestro Conrado del Campo y del contacto con sus tíos Rodolfo y Ernesto, primeras figuras de la Generación de la República que llevaron a su imaginación el eco transformado de Manuel de Falla y los universos sonoros de Bartok y Stravinsky.

La Sonata para violín solo de 1958 señaliza un salto decisivo a través del serialismo. El escandaloso estreno de Cinco microformas para orquesta, dos años después, anuncia tanto la ruptura con la obra anterior mediante la fijación de los elementos básicos del lenguaje personal, como la entrada de la composición española en el escenario de la contemporaneidad internacional. La década de los sesenta ve nacer numerosas experiencias sobre objetos sonoros y estructuras formales cuya objetiva matemática se concilia en Cristóbal, como en muy pocos colegas, con una expresividad sustantivamente musical.

Expresividad humanista

Este progreso en la ideación sonora es simultáneo de la concepción de los primeros títulos que sellan un compromiso ideológico con su tiempo y circunstancia históricos. Después de poner en música algunos poemas de Brecht, acepta el encargo de la ONU para celebrar el vigésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aquel Yes, speak out, de 1968, resultado del encargo, incluye en el texto de Norman Corwin la redacción literal de los artículos de la Declaración que mejor exaltan la dignidad, la libertad y la igualdad de todos los hombres.

Posiblemente en esa obra cuajan plenamente por primera vez los ideales humanistas del compositor. El humanismo, que en el pensamiento de Halffter es una doctrina articulada y constante, adquiere en su música genuinos valores expresivos. Unas con textos y otras centradas en el sonido de los instrumentos y los dispositivos electroacústicos, obras como Noche pasiva de sentido, sobre San Juan de la Cruz, Planto por las víctimas de la violencia, Requiem por la libertad imaginada, el Nocturno electrónico y Gaudium et spes-Beunza celebran los valores del hombre eterno.

Esa actitud trasciende igualmente a su obra desde la relación constante con los historiadores, los pensadores y los poetas. Su concepto de España y de lo español creció en el entorno familiar de Americo Castro. Su amistad con Xavier Zubiri, Laín Entralgo y otros grandes intelectuales dieron base al propio sistema de ideas. Y la lectura y reflexión de los poetas de las tres culturas españolas, la cristiana, la árabe y la judaica, conformaron una percepción de lo hispano que adquiere en su obra potencia y proyección excepcionales. Tal vez sea Halffter el más «españolista» de los compositores contemporáneos, siendo, a la vez, el menos tocado por la seducción del folklor popular y el más universal en términos de lenguaje. Lo demuestra la casi totalidad de su catálogo, desde los primeros títulos hasta las Turbas, de 1996, impresionante modelo de universalización de lo ancestral.

Todo lo que ha sido y es la voz humana en Halffter y todo lo que significa su arte orquestal está en las obras en que glosa y celebra la entraña hispana. Las estrofas cristianas, mozárabes y sefardíes confluyen en una ceremonia de fusión, un goce de los sentidos proyectados sobre la memoria histórica, la herencia cultural y la sensibilidad de lo español. Esos cantos son los de nuestra estirpe cultural y nuestra conciencia de vieja sociedad que retroalimenta sus energías espirituales a las puertas del tercer milenio.

Herencia y ruptura

La pulsión española de Halffter, admirablemente vertebrada en la voz sola, en el conjunto coral, los conjuntos de cámara y la orquesta, aún nos reserva lo que nunca hasta ahora había hecho en su trayectoria de tantos años de creación: me refiero a la ópera, el único género de ausencia tardía en su catálogo. La primera no podía ser otra que Don Quijote. De ella que sonó como primicia una suite sinfónica en Lisboa durante la Exposición Universal, y fue estrenada escénicamente en el Teatro Real de Madrid una vez concluida.

Pero no es menos significativa la identificación de Cristóbal Halffter con el lenguaje de la pintura y la escultura. Rivera, Lucio Muñoz, Sempere y Chillida han ocupado su imaginario sonoro, y entre sus obras más aplaudidas siguen estando la Daliniana o el Mural sonante de 1995, dedicado a Tapies.

El talento didáctico

Esa envidiable capacidad de estirar el tiempo y duplicar su valor también le sitúa entre los maestros de composición más fecundos en el alumbramiento de discípulos con talento. El castillo familiar de Villafranca del Bierzo ha sido punto de encuentro de la ilusión de los jóvenes y el saber del maestro.

Aludo, por último, a su talento de escritor, no restringido al análisis musical. Como polemista en prensa fue admirado en todo el país por la lucidez y oportunidad de una crítica que removía cada cierto tiempo las aguas quietas del conformismo, la rutina y la adulación.

Quedan inevitablemente fuera muchas valoraciones pertinentes cuando tenemos ante nosotros a un verdadero artista y un espléndido ser humano. Para escapar de la melancolía vuelvo a Laín Entralgo y ratifico aquellas sus palabras: «Todos los españoles para quienes vivir no es sólo un puro ir viviendo, debemos a Cristóbal Halffter muy viva gratitud».

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