Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista Samantha Hudson Cantante y 'performer'

"Ser auténtica, ser una misma, es una forma de activismo"

La cantante y 'performer', irresistible e hiperactivo icono 'queer', está a punto de sacar su nuevo 'single' y tiene pendientes tres actuaciones en Barcelona - “Me siento como Sandra Bullock en la película del autobús. 'Speed', sí, esa”, afirma Hudson, que está grabando la próxima temporada de 'Masterchef Celebrity'

Samantha Hudson, fotografiada esta semana en Barcelona.

Con apenas 15 años, un irreverente videoclip de temática religiosa para un trabajo de instituto la convirtió en precoz celebridad entre la comunidad LGTBIQ. Hoy, cinco años después, Samantha Hudson es un irresistible icono ‘queer’ y una estrella en ciernes de cuantas disciplinas artísticas se empeñe en practicar. Autocalificada, entre otras cosas, como “la reina de los bajos fondos, las piernas de España y la chica de serie B más querida del país”, la carismática Hudson es un insólito fenómeno de genio multitareas, pues en solo cinco años ha protagonizado un documental sobre su (corta) vida (‘Una historia de fe, sexo y electroqueer’, disponible en Filmin); conduce el pódcast de Netflix ‘¿Sigues ahí?’ con Jordi Cruz; está grabando la próxima edición del programa Masterchef Celebrity; y ha fichado por la discográfica Subterfuge, con quien el día 18 sacará su esperado tercer single, ‘Disco Jetlag’, mano a mano con La Prohibida y producido por Putochinomaricón. “Me siento como Sandra Bullock en aquella película del autobús. ‘Speed’, sí, esa. No paro”, afirma Hudson entre contagiosas risas.

Reina travesti de altos vuelos, dotada de un cerebro rápido, ocurrente y refrescante, Hudson, nacida en León en 1999, criada en Mallorca y en cuyo DNI aparece el nombre común de Iván González, tiene previstas tres actuaciones más de su triunfal espectáculo ‘Eutanasia Deluxe’ en el teatro Poliorama. Para los bolos de este domingo y el próximo no quedan entradas desde hace semanas; todavía hay, algunas, para el último, el del 27 de junio. Aprovechen la oportunidad. “Yo vivo por la anécdota. Las cosas no me gustan ni hay una historia o un teatro detrás. Hay que ser peliculera”, asegura la artista, que desplie ga con total naturalidad (y poderoso compromiso ético) su inabarcable talento artístico.

De entre sus muchas ocupaciones, si tuviera que elegir una para definirla, ¿cuál sería?

Yo pondría pediatra, por inventarme algo [ríe a carcajadas]. En realidad tampoco sé muy bien a qué me dedico, aunque si tuviera que elegir algo… creo que cantante es lo más apropiado. Aunque ‘performer’ también me gusta. Y compositora. Eso es lo más. Lo leí el otro día y me pareció lo más grande que podían decir de mí.

Tiene solo 21 años y ha adquirido la condición de icono ‘queer’. ¿Ese poder le supone una responsabilidad especial como al Peter Parker de Spider-Man?

Todas las etiquetas que la gente me va poniendo de disidente, subversiva, icono o revolucionaria son simples pins. Yo no quiero ir de abanderada ni de los derechos LGTBI ni de ningún colectivo. Lo único que hago es lo que me viene en gana y lo único que digo es lo que me sale del higo. Lo que sucede es que, luego, cada persona ve una cosa distinta de mí, y mucha gente me acaba tratando como si fuera una ministra o una consejera de educación. En cualquier caso, soy consciente de que transmito buen rollo. Y eso es bonito y me gusta. Yo creo que soy una chica majísima.

Samantha Hudson, fotografiada esta semana en Barcelona. JORDI ONIX

¿Qué es, para usted, ser una “chica majísima”?

Hacer que tu entorno se sienta a gusto contigo. Generar un espacio seguro a tu alrededor. Aunque no te conozca de nada, me gusta fingir que somos como primas. De hecho quizá hable más con las desconocidos que con mi propia madre. De algún modo soy una zona de confort, un área de servicio en la autopista donde entrar a descansar. Soy una gasolinera donde entrar a repostar.

Tenía 15 años cuando empezó todo: un trabajo para el instituto que acabó con un escándalo monumental y con la Iglesia y los sectores de la ultraderecha sulfurados.

Así es. Era un proyecto para la asignatura de Cultura Audiovisual del bachillerato. Nos propusieron hacer un vídeo de temática libre y yo tiré por ser travesti y hacer un videoclip gamberro con estética hortera para criticar las vejaciones de la Iglesia católica al colectivo LGTBI. Mi profesora me puso un 9.

Pero se armó un revuelo sideral.

El videoclip llegó a la junta de profesores. Ninguno tuvo ningún problema, salvo el de Religión. Se pilló un rebote y decidió llevarlo al obispo de Palma. La Iglesia, el obispado, los partidos de ultraderecha, Hazte oír y el Defensor del Menor iniciaron una campaña y se posicionaron contra mí. Ellos se lo tomaron a lo personal, cosa que también entiendo [risas], pero creo que su reacción fue desmedida. 

¿Antes había pensado en dedicarse a la interpretación o la canción?

Jamás antes me había planteado ni ser travesti ni hacer videoclips ni nada. Pero, bueno, en ese momento pensé que tenía que aprovechar mi oportunidad. Me sentí como Madonna, con una canción sobre Jesús y excolmulgada por la Iglesia [más risas]. En realidad pasé un poco de su culo. Porque no tenía ningún sentido que señores de 50 años fueran en contra de un niño de 15. Y, oye, si yo no me correspondía a la idea que teníais de mí, pues es vuestro problema, no el mío. Yo lo que espero de una niña de 15 años es que sea una gamberra. Si no, ¿qué clase de adolescencia es esa?

¿Hasta qué punto su entorno familiar le ayudó a poder expresarse como es desde adolescente?

Mi hermano mayor es gay y la barrera de la orientación sexual siempre la he tenido rota. Eso es algo que te abre muchas puertas, porque lo más difícil siempre es autodeterminarse. Creo, en todo caso, que lo mejor que pudo darme mi familia es el beneplácito del silencio. Ellos tampoco sabían muy bien cómo gestionar la situación. Lo cual es lógico, porque un hijo travesti no se ve todos los días. Al principio sí que eran un poco reacios a los 'looks' que llevaba a clase porque iba con coronas, mochilas de princesas y chándales horteras. Se preocupaban por si me ocurría algo. Yo quiero pensar que fue porque realmente son muy buenas personas y me querían muchísimo. Pero a lo mejor es que simplemente estaban en 'shock'.

¿Qué es para usted ser normal? Se suele asociar la normalidad a la estandarización, casi nunca a la diferencia.

[Piensa durante unos segundos] La normalidad para mí es simplemente multitud y muchedumbre, una serie de códigos que ha decidido una gran parte de la sociedad como modo de actuación, y que de ahí ya no les sacas. Y luego hay una gran paradoja: que las personas que están haciendo lo más normal y sensato del mundo, que es ser auténtica, ser una misma, se acaban conviertiendo en la otredad. Yo seguramente no soy normal, pero no es culpa mía, desde luego. Parece que la extravagancia es culpa del que la lleva y yo creo que es al revés. Lo raro, de hecho, es que tanta gente se comporte de la misma manera. Hoy, ser auténtica es una forma de activismo. Porque llevar la contraria, caer en esas márgenes de la sociedad que no hemos elegido nosotras, sino que son los restos de los restos de los restos que nos han dejado, eso es realmente subversivo. Es un acto político.

¿Cómo se definiría políticamente?

Me inclino hacia los matices marxistas y comunistas, pero sobre todo por mi conciencia de clase. Es muy difícil escapar de las dinámicas de clase que vivimos en el capitalismo. En todo caso, es sorprendente que los problemas que tengo son menos con la derecha que con la izquierda más radical, que creen que no se puede ser ‘queer’ y marxista a la vez, por eso de que las políticas de identidad están reñidas con el materialismo histórico de Marx. Y yo les digo, buf, sois tontas. Comunismo, sí, pero un poco femenino. En los Feroz, sin ir más lejos, ahí todos eran tíos rancios de izquierdas que luego, tras el monólogo que hice contra los géneros, me decían que yo era el colmo del posmodernismo. Así que, de repente, soy posmoderna.

¿Le preocupa como artista, y como artista sin pelos en la lengua, que haya colegas suyos en la cárcel o en el exilio por las letras de sus canciones?

En realidad, la 'première' de mi carrera musical, si es que se puede llamar así, ya fue un poco así, con la polémica con la Iglesia y la ultraderecha. Espero que no eso vuelva a pasar, porque segundas partes nunca fueran buenas. Pero tampoco me preocupa. Porque, si te paras a pensar, si no puedo decir lo que me da la gana, ¿qué gracia tiene la vida? Lo bueno que tengo es que hay una nube de tolerancia y respeto hacia mí, porque a lo mejor me dices que voy fea vestida y de repente eso es homofobia. Ser hijos de puta les da igual, pero parecerlo ya no les hace tanta gracia. Así que, ahora mismo, posicionarse en contra de Samantha no procede del todo.

En apenas seis años ha hecho infinidad de cosas, incluidas un documental sobre su vida. ¿Siente que todo ha ido a muchísima velocidad?

El documental fue cuando tenía 18 años. Algo graciosísimo. Pensaba que iba a morir mañana, como cuando te hacen un homenaje. Ahora toda mi vida es como un 'spin-off' de aquello [risas a carcajadas]. Por suerte, como soy una chica guerrera, sé muy bien llevar el ritmo. Yo tiro para adelante. A veces ni planteo lo que estoy haciendo: un pódcast, un doblaje, un videclip, un horóscopo… Y luego pienso… ¿pero qué agenda es esta? La verdad es que lo gestiono muy bien e incluso saco tiempo para merendar con mis amigas. Un privilegio.

¿Cómo ha vivido, o sufrido estos largos meses de pandemia?

El contexto general ha sido muy negro y desafortunado: la mala situación del empleo, los miles de fallecimientos… Pero yo al menos creo que he tenido suerte; más bien por el confinamiento. Todo el mundo estaba aburrido como una mona, yo el doble, así que durante ese tiempo no paré de crear contenidos. De algún modo, fue un punto de inflexión para lanzar mi carrera; mejor dicho, relanzar, porque por suerte o por desgracia llevo dando por el culo desde 2016.

Hábleme un poco del espectáculo ‘Eutanasia Deluxe’, que representa en el Poliorama.

Es un poco lo que había hecho ya en la sala Maravillas de Madrid, pero en versión 'de luxe'. Yo siempre lo defino como el ‘Blonde ambition’ de Madonna, pero venido a menos. Mucho astracán y mucho esperpento. Una hora larga de concierto, un 'revival' de todas mis canciones, algunas versiones, muchas sorpresas, una escenografía de escándalo y unas luces increíbles.

¿Supone algo especial para usted representar 'Eutanasia Deluxe' en un teatro de las Ramblas, templo de lo 'queer' en otro tiempo?

Sí, hombre, aquellos paseos que se daba Ocaña Ramblas abajo... Para mi venir a Barcelona siempre es especial, porque es la primera ciudad en que viví sola. En Mallorca veía solo un maricón y aquí eran todas modernas y todo olía a quetamina. Fue una gran experiencia. Así que me gusta mucho venir a Barcelona. En cuanto a actuar en las Ramblas.... Pues está muy bien. Pero es que no me ilusiono por nada. Normalmente soy cero expresiva, aunque parezca lo contrario. Soy una siesa. Es que soy de Castilla-León. Yo nací en León, aunque con un año mi familia fue a trabajar a Mallorca.

Samantha Hudson, en un momento de la representación de 'Eutanasia Deluxe'.

¿Qué músicos y estilos considera referenciales para usted?

El electroclash de los dosmiles fue el pelotazo que me impulsó un poco a cantar. De repente veías a un grupo de gente que no sabía cantar y no solo se ponía a cantar, sino que componía canciones buenísimas. De repente ves tú, que te sientes tan fracasada, que te puedes inventar que tienes talento. Y ser la mejor en lo peor… eso es algo que no lo hace cualquiera. En cuanto a artistas, he seguido mucho a Chico y Chica, Superputa, La Prohibida. L-Kan, Putilatex... Era también muy seguidora de Lady Gaga, pero me he tirado más ahora a Madonna. Mucho más rubia. 

¿Cómo se ve en 10 años?

Lo único que tengo de proyecto a largo plazo es comprarme un piso donde caerme muerta. Nada más. Yo ahora solo pienso en hacer las cosas según surjan. Pero pensar en el futuro, no. Me han pasado cosas muy raras. Después de tirarme borracha de un balcón en Mallorca, pensaba que no podía pasarme nada más bestia, pero de repente estoy en ‘Masterchef Celebrity’, que estar a un paso de ser un meme.

¿Estaría dispuesta a ir a Eurovisión?

Yo voy donde me inviten, cariño. Si me llamas para fumarme un cigarrillo en la esquina, vengo encantada y sonriendo. Así que estaría contenta de ir, salvo que fuera en un sitio donde no se respeten los derechos humanos.

Compartir el artículo

stats