Valérie Tasso nació en Francia. Se preparó para desarrollar una carrera diplomática pero pronto su curiosidad le llevó por otros derroteros. En 2003 publicó 'Diario de una ninfómana', el libro que le cambió la vida.

-Viene a la Isla para participar en un encuentro que se llama La literatura es femenina. ¿Considera que se le está empezando a dar la importancia que se merece a las letras escritas por mujeres?

-Creo que queda mucho por hacer. Te diré más, la palabra escrita por mujeres siempre tendrá que tener más visibilidad. No es algo que se arregle de la noche a la mañana. Por eso este evento es absolutamente fundamental y necesario y estoy encantada de poder participar. A las mujeres nos han acallado tanto durante tantos siglos –y no solo en la literatura– que hemos desarrollado una capacidad simbólica maravillosa. Por supuesto que la literatura es de todos y todas pero un evento que se llama La literatura es femenina recalca aún más esta capacidad. Espero que se hagan muchos más.

-Hablará con Dulce Xerach sobre el erotismo en la literatura. Es un tema tan antiguo como el ser humano mismo, ¿no cree?

-Por supuesto. El erotismo siempre ha estado presente en la literatura pero sí que es cierto que se ha considerado un subgénero. Muchos puristas lo han visto como si escribir literatura erótica fuera sencillo y barato, cuando en el fondo es tremendamente difícil de elaborar. Es muy complicado explicar el erotismo a través de palabras porque es algo inefable. Describir un orgasmo con palabras es imposible, por ejemplo. Por eso cuando se tilda de subgénero me da mucha tristeza.

-Sin embargo, una de las formas en las que mejor se transmite es la palabra, mejor incluso que con otras disciplinas.

-Yo así lo creo. A través de las palabras apelas al imaginario de cada uno. Mientras que cuando tienes una película delante te presentan algo y no hay lugar a la imaginación. Las palabras sí, porque son de cada uno. Cuando describes una escena erótica permites que cada lector pueda imaginársela según su propia escala de valores. El cine lo reduce todo más. Escribir es lo más difícil pero también lo más efectivo.

-Publicó 'Diario de una ninfómana' en 2003, hace ya casi 20 años. ¿Se sintió señalada, juzgada quizás?

-Muchísimo. Fue un libro escrito para luchar contra el estigma de la mujer sexualmente activa que quiere hablar sin tapujos o eufemismos de su sexualidad. Claro, en 2003, nadie había salido a los medios de comunicación para hablar de algo tan natural y a la vez tan polémico como es la prostitución. Nunca quise hablar en nombre de las mujeres en cuanto a la prostitución, eso es importante señalarlo. Quería hablar de mi caso particular pero inevitablemente, y es curioso, cuando escribes una parte de lo vivido mucha gente llega a molestarse. Quería luchar contra el estigma y sin embargo me estigmatizaron aún más. Estaba cansada de esta hipocresía alrededor de la mujer y su cuerpo. Me costó escribir el libro pero no me costó hacer frente a todo lo que pasó. Pensaba que lo importante era que el discurso estuviera bien elaborado. No lo escribí para salir en televisión, tenía muchas cosas que contar. En el momento fue un escándalo pero creí en el sentido común de las personas cuando me leyeran, y así fue. Todavía me asocian con la ninfómana pero esa palabra era solo una manera irónica de explicar la forma en la que nos tachan a las mujeres que estamos liberadas y queremos vivir la sexualidad. Era solo una manera de demostrar que el modelo de sexualidad –que es masculino– todavía está intentando controlar el deseo femenino. Todas las mujeres que se salen de ese modelo están tachadas, aún hoy en día, de ninfómanas, de putas o de zorras.

-Después de estos años, de varios libros y de trabajar como sexóloga, ¿ha mejorado esa imagen?

-Ha habido un fenómeno muy curioso. Cuando publiqué mi primer libro, empezaron a surgir biografías de mujeres que querían hablar de su vida sexual. De todas las partes del mundo, y poco a poco, muchas otras escritoras se apuntaron a este fenómeno. He notado que ahora las cosas son más fáciles. Por otra parte, sin embargo, estamos viviendo un neopuritanismo. Me pregunto, a día de hoy, por qué ciertos temas siguen siendo tabúes. Me pregunto también si me dejarían publicar hoy en día Diario de una ninfómana. No por hablar de mi experiencia sexual sino por el tema de la prostitución. Nunca he hecho apología de la prostitución, siempre he hablado de mi caso y de la prostitución ejercida de manera voluntaria. Nunca he hablado de la trata de personas, obviamente estoy absolutamente en contra de ello. Hay cierta tendencia a mezclar la prostitución voluntaria, que muchas dirán que no existe, con la trata de personas. Esa trata no solo abarca el abuso sexual sino también, por ejemplo, el trabajo forzado de niños para hacer las camisas que luego se venden a cinco euros en Europa. De eso, sin embargo, no se habla. Parece que una mujer que se dedica de forma voluntaria a la prostitución pierde su dignidad pero la dignidad no depende de la mirada del otro, es algo personal e intransferible.

-¿Se le da la suficiente importancia a la salud sexual?

-Estamos en una sociedad que pide un bienestar total: mental y físico. Todos vamos al gimnasio, trabajamos la meditación, etcétera. Cuando sobreviene una dificultad sexual, mucha gente se viene muy abajo y más ahora en tiempos del Covid. Lo dejan en un segundo plano. La sexualidad es absolutamente fundamental para el bienestar. Lo pondría al mismo nivel que el hacer deporte cada día pero parece que el sexo está siempre en un segundo plano. Aprovecho para decir que si hay una dificultad sexual no hay que esperar, hay que ponerse en manos de un profesional. Los problemas sexuales se arreglan mejor de lo que se imagina la gente. También veo que tengo muchos pacientes jóvenes, cosa que no pasaba años atrás. Antes había más vergüenza. Los problemas en gente cada vez más joven se deben, creo yo, a lo que se denomina el imperativo del gozo: tenemos que estar gozando a todas horas. Eso es terrible, al igual que vivir en una sociedad muy represiva. Los opuestos son malos y la gente tiene que vivir la sexualidad como le apetezca, no siguiendo un imperativo de número de orgasmos, por ejemplo. Estamos en una sociedad que nos obliga a disfrutar más y cada vez más. En el fondo es contraproducente porque genera más infelicidad. No se pueden poner pones medidas al placer.

-¿Le leen más hombres de lo que pudiera imaginarse?

-Seguro que me leen más hombres de lo que pienso. Va a sonar a tópico pero no escribo ni para hombres ni para mujeres. Escribo para personas. Si queremos evolucionar y encontrar visibilidad, es una cuestión de ambos géneros. Podemos luchar por nuestros derechos a través de muchas actividades pero si no hay una concienciación por parte de los hombres no vamos a conseguir nada. Tenemos que ir de la mano, no hay otra manera de evolucionar.

-¿Está preparando alguna nueva obra? Su último libro salió en 2017.

-Escribo mucho en prensa, soy embajadora de una marca maravillosa de juguetes eróticos de lujo –Lelo– y tengo mi consulta como sexóloga en Barcelona. Como ves tengo mucho trabajo y muy diversificado. Supongo que a partir de otoño se va a publicar un libro sobre el que estoy trabajando pero no puedo decirte nada más, aunque me encantaría.