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Literatura
PAULA BONET ESCRITORA

"Lo importante no es revelar la identidad de un violador porque el país está lleno de violadores"

La escritora presenta su primera novela, 'La anguila'

Paula Bonet.

'La anguila’ (Anagrama / Univers) huele a sangre y a semen, a pinturas y barnices. En ella hay vida y muerte, pintura y literatura. Hay abusos, seducción y una violación. Es el debut en la novela de la artista valenciana Paula Bonet (Vila-real, 1980), pero sus páginas están plagadas de autobiografía y en ellas están ausentes las ilustraciones que poblaron libros anteriores como Roedores. Cuerpo de embarazada sin embrión, Qué hacer cuando en la pantalla cuando aparece The End o los homenajes a Bolaño (Por el olvido con Aitor Sarabia), Truffaut (813) y mujeres como Anne Sexton, Clarice Lispector y Sylvia Plath (La sed).

-Dice que es novela. Pero cualquiera que conozca su trayectoria creerá que todo lo que le ocurre a la narradora le ha pasado a Paula Bonet. Se llama igual, es pintora, estudia Bellas Artes en València, escapa a Chile, tuvo abortos espontáneos... Y convive con el Sinnombre, que la controla y agrede, sale con el Hombrecito, un profesor de pintura que le dobla la edad y la manipula, y es violada por un "premio nacional de poesía".

-No son mis memorias. Es una novela porque hay mucha ficción pero sí hay parte de autobiografía. No me amparo en la ficción, sería ingenuo, pero necesito la ficción para explicarlo. Pero las partes de abuso ya estaban en ‘…The End’, allí ya había personas tóxicas amparadas por un sistema que permitía que el abuso se ejerciera sin que pasara nada. Ahora sorprende muchísimo que se estén destapando tantas cosas, pero todo el mundo sabía lo que ocurría. Eran abusos igual de transparentes, escurridizos. En ‘…The End’ ¡yo estaba gritando! Explicaba cosas que me dolían mucho usando como altavoz un envoltorio atractivo, para que llegara a mucho público. Se vendió mucho pero creo que no se leyó porque se describía solo como un libro bello, de imágenes bonitas. 

-¿Por eso en ‘La anguila’, aunque está muy presente la pintura, prescinde de las ilustraciones que han poblado todos sus libros y usa solo la palabra? 

-Aquí soy mucho más dura con las palabras, aunque use un tono poético. En ‘…The End’ intentaba decir, 'mirad: esta persona está abusando'. Y como en ‘La anguila’, muchas veces narraba hechos reales. Han sido dos años duros de trabajo. Pero el contenido hace mucho más que intentar ordenarse en mi interior. Para escribirlo necesitaba la calma, la serenidad y la templanza que tengo ahora. Porque hablo de cosas muy dolorosas, de pérdidas, de la muerte de seres queridos, del cuerpo de las mujeres como campo de batalla del patriarcado. Quería que el mensaje de la novela llegase con toda la contundencia posible y que en ella estuviera presente la literatura desde todos los ángulos, porque la escritura es el arte donde he hallado refugio y alivio. Quiero nombrar a Claudio López Lamadrid [director editorial de Penguin Random House que le publicó ‘Roedores…’, fallecido hace dos años]. Me dijo: ‘Deja de pintar las palabras, tus palabras tienen entidad propia’.  

-¿El mensaje de ‘La anguila’ es para los Harvey Weinstein del mundo?

-Es el de ¿por qué me imponéis siempre vuestro discurso único? ¿Por qué desde niña me prometéis que tendré las mismas opciones que mi hermano o mis primos, que en la universidad recibiré el mismo trato que mis compañeros pero al salir al mundo laboral ves que todo es mentira? Hay muy pocas mujeres en puestos de poder y las que lo tienen ejercen un poder masculinizado. ¿Por qué yo cobro menos por el mismo trabajo? ¿Por qué como ilustradora y pintora se me exige tres veces más que a mis compañeros? ¿Por qué en una mesa redonda a ellos se les pregunta directamente por su trabajo y conmigo siempre hacen un prefacio con que si estoy guapa? ¿Por qué me tocan la pierna? Esas cosas te van minando.

La vergüenza y la responsabilidad son del abusador

-¿De ahí el contarlo ahora, hacer un #Metoo?

-Al final tienes que explotar para que todo el mundo entienda lo que está pasando. Y si para eso tienes que ponerte delante para que te lluevan los cristales, pues sí. A mí no me importa el yo, lo que me importa es mi sobrina, su seguridad. En mi taller de La Madriguera mis alumnas son mujeres y el 99% tienen historias gravísimas de abusos. En ‘La anguila’ también están sus voces. 

-¿Quiere que los abusadores y violadores se vean retratados?

-Deberían leer más textos escritos por mujeres para abrir los ojos. Te hacen sentir vergüenza por sufrir un aborto, te hacen sentir culpabilidad porque un señor que te dobla la edad y se encapricha de tu cuerpo te viola, y seguramente muchos hombres que han hecho lo mismo no son conscientes de lo que han hecho. Cuando una mujer lo hace público se expone a que se la victimice doblemente y a ser ella el objeto de burla y vergüenza. Pero la vergüenza y la responsabilidad son del abusador. 

-Han pasado años de la violación por parte de ese “premio nacional de poesía”. No dice nombres pero hay pistas. ¿No teme que le pregunten directamente quién es?   

-Es que es novela... Si hubiera querido denunciar una violación... Hay una intención firme de no revelar nombres. Lo importante de esta novela no es la identidad de un violador porque este país está lleno de violadores. Lo importante es la novela, la calidad literaria y que sirva a la larga, que no sea un dedo acusando a una persona que está viva. Mi objetivo no es destrozarle la vida a nadie. Asia Argento dijo: ‘Vosotros ya sabéis quiénes sois’. Yo no necesito decir el nombre de nadie, no me hará estar mejor. Si alguien quiere ir más allá, allá él o ella. Se la di a leer a mi abogada porque no quería que hubiera nada que se pudiera descontextualizar ni tirar en contra de la obra ni de la autora. Estoy tranquila. 

Me he ido a vivir al piso de mi pareja, llevo gas pimienta en el bolso y duermo con un botón del pánico

-En septiembre denunciaba en Twitter que un acosador llevaba un año amenazándola enviándole ‘mails’ y anguilas cortadas a trocitos de parte de “el violador”.  

-No puedo hablar del tema porque me perjudicaría a nivel legal. Solo puedo decir que he puesto mi piso en venta, me he cambiado de taller a uno que tiene párking al lado, que he ido a vivir al piso de mi pareja, que llevo gas pimienta en el bolso y duermo con un botón del pánico… Por eso este libro, porque no podemos permitir que estas cosas modifiquen nuestras vidas y que ellos sigan tan tranquilos. 

-El Sinnombre, el Hombrecito, el violador. ¿Qué consejos daría para alertar a posibles víctimas?

-Yo tuve una compañera de clase que me avisó y no la supe escuchar. Y había cosas evidentes. Pero el sistema está instaurado desde el mismo léxico, o de las películas, que nos colocan como un envoltorio y están llenas de escenas gratuitas donde el cuerpo de las mujeres es utilizado y es el hombre quien toma las decisiones. Hay pocas historias que muestren igualdad de género y hagan entender a los niños y niñas que las cosas no deben ser así. El problema es que normalizamos estas relaciones de abuso de poder. En el caso del Hombrecito están la mayor edad y la mejor posición económica y que como profesor decide sobre tu expediente académico. El propio sistema y el entorno permiten que esto pase y lo alimentan. Son personajes muy siniestros que se comportan así con sus alumnas y saben el poder que tienen sobre alguien como tú, que quiere ser como él. Y durante mucho tiempo se les ha aplaudido mientras que las mujeres que son víctimas acaban insultadas como guarras y zorras.

Hemos sido educadas para saber cómo funciona el deseo de ellos cuando no sabemos nada del nuestro

-¿En Twitter dice que 'La anguila’ es "un señor metiendo los deditos donde no debiera"? 

-Tenía una historia que era carne que palpitaba y que por más que quisiera no podía asirla. La identifiqué con ese animal misterioso que durante siglos no se sabía si era reptil o pez, ni cómo se reproducía. Luego sabes que atraviesan el Atlántico, que van a morir a América, que mutan y en la última mutación generan los órganos reproductores y vi que era esta novela: mutaciones y el vínculo con la maternidad y la muerte, la vida y la destrucción. Mi editora me dijo que la anguila era yo. Porque me ha costado dejarme atrapar. Porque me atraparon muy joven y me hicieron mucho daño, me destrozaron. Me hicieron creer que la relación de pareja era aquello.

-La muerte está muy presente. La de los abuelos, a través de sus cartas de amor, reales e inventadas, pero también la de los hijos no natos. Regresa a 'Roedores'.

-En ‘Roedores’ era un golpe sobre la mesa. Decir ‘esto pasa’. En ‘La anguila’ quería desarrollarlo. Suponía enfrentarme al aborto de mi abuela, a mi aborto voluntario y a mis dos abortos espontáneos. Me di cuenta de que estaba hablando del cuerpo de las mujeres como campo de batalla del patriarcado, de estas agresiones sutiles, las que están en el lenguaje, en las relaciones familiares… Son ellos, sus deseos, los que deciden cómo debemos ser. Estamos siempre pendientes de cómo vestir para gustarles a ellos pero eso provoca conflictos con el propio cuerpo. Hemos sido educadas para saber cómo funciona el deseo de ellos cuando no sabemos nada del nuestro. Todo debe cambiar y creo que lo estamos consiguiendo.

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