La última vez que Javier Gutiérrez pisó el teatro Rosalía de Castro de A Coruña, en el público se encontraba John Malkovich. Ahora vuelve a estar de gira con la obra 'Principiantes', en la que habla de amor y desamor junto a Mónica Regueiro, Daniel Pérez Prada y Vicky Luengo.

¿Qué supone desarrollar esta gira en estos tiempos?

Siempre es especial subirse a un escenario y hacer teatro. Pero en estos tiempos tan necesitados, tanto el público como nosotros, de contar historias y de vivir experiencias en directo, no es solo necesario, sino que además gusta. Sobre todo después de lo que hemos pasado. Soy un ciudadano que cree que hay que priorizar la salud por encima de la economía, pero a día de hoy, tal y como estamos, intentando sacar la cabeza o vislumbrando ya una luz al final del túnel, creo que también es justo para nosotros después de lo que hemos sufrido poder salir a disfrutar de una cena o de un espectáculo de teatro.

Principiantes habla de amor. Pero, ¿de qué habla Javier Gutiérrez cuando habla de amor?

El amor es un tema muy peliagudo que nos acompaña casi desde que nacemos hasta que morimos. Pero creo que no estamos suficientemente educados para saber amar en la mayoría de los casos. Siento mucha envidia de aquellas personas que se sienten plenas, felices y llenas con el amor, porque es un recorrido muy complicado en el periplo vital de cada uno. En este caso, en el escenario, ponemos en cuestión la vida de dos parejas, una más madura, con una relación un tanto tóxica, y otra pareja que comienza, que está en la primavera de su relación. Todos nos vamos a ver reflejados de una forma u otra porque se habla del amor, del desamor, de la infidelidad, de si estamos realmente enamorados o no, de si la pareja con la que estamos, con la que nos levantamos y nos acostamos, a la que contamos nuestras intimidades, es la compañera o el compañero de viaje ideal. Es un espectáculo que versa sobre el amor, pero no es un espectáculo fácil, no es nada complaciente para el espectador. Igual que en los textos de Raymond Caver —la obra nace de uno de sus relatos—, la adaptación teatral invita a la reflexión y requiere de espectadores activos.

¿Las redes sociales están idealizando las relaciones amorosas?

Evidentemente. Vivimos en un mundo quizá demasiado dominado por las redes sociales, en las que contamos la vida que queremos contar. O quizá idealizamos demasiado nuestra propia vida en aras de dar una imagen que no se corresponde con la realidad. Después, de puertas para adentro, supongo que la vida de las personas que hablan de esa otra vida en las redes sociales no será igual. No sé si será peor o estará en las antípodas de los que nos venden a través de fotos de viajes y de experiencias casi irrepetibles, pero quiero creer que la vida de los demás no es la vida que se corresponde con las redes sociales. Ni hay que fiarse demasiado de ellas ni creo que sean un buen ejemplo.

¿Cómo está siendo volver a trabajar con el director Andrés Lima?

Un placer. A Andrés lo conozco desde hace veinte años. He tenido la inmensa suerte, honor y privilegio de haber trabajado con él, de haberme dirigido durante diez o más espectáculos, en la etapa de Animalario y después. Siempre es un director de referente para mí, en el que pienso en cualquier espectáculo que acometo. Mi primera opción para casi todo, sea un drama o una comedia, suele ser Andrés Lima. Me entiendo muy bien con él. En este caso, para hablar de amor y de desamor creo que no había nadie más adecuado que Andrés para hacerlo. Haga lo que haga, siempre es un director muy interesante y que para mí está entre lo mejor sino el mejor director de escena de este país.

Dicen que el amor no tiene edad. ¿Y el éxito? A sus 50 años, le siguen lloviendo los trabajos.

El amor no tiene edad y el éxito tampoco, ni la popularidad o el reconocimiento al trabajo. El amor, igual que el trabajo, igual que casi todo en la vida, hay que vivirlo con pasión. Y luego por ende vendrá lo demás. Nunca pienso en los objetivos ni en los resultados, sino que me zambullo en un proyecto, en un personaje, y trato de conquistar el corazón o el cerebro del espectador. Todo lo demás, viene por añadidura.

En una entrevista con Andreu Buenafuente, Mario Casas decía que un actor vive con el miedo a que no le llamen para un trabajo. ¿También le pasa a usted?

Sí, claro. Esta es una profesión de dientes de sierra en la que nunca sabes por qué suena el teléfono ni por qué deja de sonar. Muchas veces me sorprendo cuando un director o una directora me llama para una película o me encomienda un personaje en el que yo jamás habría pensado que podía hacerlo. Pienso que se han equivocado al contar conmigo y eso siempre está latente, es algo que está muy presente en nuestro oficio. Ya no solo a la gente que trabaja sino también a los que hace tiempo que no les suena el teléfono. Hay un estudio reciente, hecho a 3.000 bailarines y actores, que arroja un dato trágico y desesperanzador, que es que el 97% de ellos no ha ingresado ni un solo euro en el año 2020 en plena pandemia. Es una profesión en la que siempre estamos en la cuerda flojo, en el alambre, e independientemente de que tengas talento o no, siempre dependes de esa porción de la tarta que es la suerte y que alguien se acuerde de ti. Es cierto que cuanto más trabajas y mayor es tu visibilidad, más trabajo te ofrecen. El trabajo retroalimenta el trabajo, por eso hay mucho miedo a perder esa visibilidad, que parezca que se han olvidado de nosotros.

¿Los premios ayudan? 

Los premios, premios son. Pero con los premios uno no come y muchas veces no son justos. Los premios están muy bien para alimentar el ego de cada uno y hacer feliz a la gente que te quiere, para darle visibilidad a un proyecto, pero más allá de eso no creo que una actriz o un actor que tenga o deje de tener premios es mejor o peor.

¿Le resulta curioso hablar de un mal momento para el sector cultural cuando ha salvado a muchos durante esta pandemia?

Sí. No me canso de repetirlo. La cultura, igual que la educación y la sanidad, es un pilar básico en cualquier sociedad. Hemos visto que es muy necesaria. En plena pandemia, hemos acompañado a ciudadanos que han estado muy solos. Hemos servido de bálsamo, de salvavidas, para muchísima gente que lo ha pasado realmente mal. Y no solo el cine, hablo de la cultura en general: un buen libro, un buen disco, un poema o un dibujo. La cultura nos ha ayudado a llevar de mejor manera esta horrible época en la que ha habido tanta gente enferma y, por desgracia, en la que ha muerto tanta gente. La cultura ha estado ahí. Y no debemos olvidarnos nunca. Los políticos, los primeros, pero también nuestra sociedad debe darle valor a eso. Hemos estado ahí cuando más nos han necesitado.

En mayo estrena en Movistar+ 'Reyes de la Noche', en la que se pasa al periodismo deportivo. ¿Es futbolero?

Muy futbolero. Yo de pequeño, como la mayoría de los chavales, quería ser futbolista. Lo que pasa es que no estaba llamado para ello. Siempre me ha interesado el mundo del fútbol y del deporte. Soy seguidor del Racing de Ferrol. Esta serie la acepté con muchísima alegría porque hablaba de una época que yo viví con muchísima pasión. Yo era seguidor de los programas de José María García y José Ramón de la Morena, y precisamente esta serie habla de eso, de dos figuras radiofónicas que están en lo más alto de su profesión y luchan por conseguir ser el rey de las ondas, el rey de la noche. Habla de la ambición, de los egos, pero sobre todo habla con pasión de la radio, del deporte y de una época que era muy salvaje, y que no volverá así. Una época en la que el fin justificaba todos los medios y se cometían auténticas tropelías por conseguir una exclusión o pisar una entrevista a la emisora enemiga. Creo que va a ser una serie apasionante, en clave de comedia y con dosis dramáticas.