El respetado intérprete castellano regresa este sábado al Teatro Romea de Murcia para presentar su último proyecto ‘teatral’, A vueltas con Lorca, un espectáculo casi performático en el que recita versos del poeta granadino acompañado en directo por la música del pianista ucraniano Mikhail Studyonov.

Poesía y música se dan la mano este sábado en el Teatro Romea de Murcia. Y lo hacen de la mano del pianista ucraniano Mikhail Studyonov y del intérprete castellanoleonés Carmelo Gómez, que regresa a Murcia con el espectáculo A vueltas con Lorca, una obra en la que el actor recita e interpreta los versos del poeta granadino acompañado por las melodías de su partenaire (arreglos sobre recopilaciones del propio Lorca y Turina). Dirigido por Emi Ekai, este montaje pretende acercar al público "lo personal del poeta granadino, esa forma de entender los versos desde la libertad, el sonambulismo, el simbolismo y la abstracción pura del surrealismo; la ausencia de lirismo emocional o didáctico, la asunción de la tragedia sin el melodrama". "Vamos desde el amor, demiurgo ordenador–señalan sus responsables–, pasando por ese mundo sensual del hombre vividor, hedonista, apasionado, erótico y pansexual que fue Lorca, para llegar a la tragedia, a un bosque donde los personajes van a lomos de caballo, devenir implacable de fuerza superior, bosque mágico y sacrificial. Y llegar a la muerte, a la muerte del propio Lorca, al descampado donde fue asesinado el poeta el 18 de agosto de 1936 por unos descerebrados". Hablamos con el propio Carmelo Gómez para conocer un poco mejor el proyecto.

-¿Qué encontrará el espectador que acuda este sábado al Teatro Romea de Murcia?

-Bueno, al teatro siempre vamos para conmovernos y creo que esta obra lo consigue. Eso es lo primero de todo. Y más en la actual situación de desasosiego y fragilidad social en la que nos tendremos que rehacer y repensar. Por eso, creo que ir al teatro y encontrar que unos poemas nos ponen en contacto con lo esencial y lo prioritario de la vida está muy bien. Dicho esto, el espectador se encontrará con unos poemas de Lorca y la experiencia de un actor en torno a ellos, y también en torno a su vida. Por eso cada día el espectáculo es una cosa distinta. Se crea una especie de performatismo. En el fondo, generamos una instalación evocadora de distintos momentos de Lorca que son universales.

-¿Tenían claro desde el principio que querían que la música estuviera presente?

-Sí, porque de esta forma generamos un baile, una danza de amor y muerte, que son los dos grandes temas en Lorca. De hecho, yo trato de bailar, pero soy un leño. Aunque en este espectáculo vale todo, también no saber bailar. En algunos momentos trato de explicar los antecedentes espirituales y morales de algunos poemas, aquello que a Lorca le conmocionó y le impulsó a escribir. De esta forma, la gente puede acceder a un poeta que a lo mejor no comprendía. El espectáculo, además, ha ido creciendo y ahora es mucho más grande que al principio. Sorprendería mucho a la gente que lo vio por primera vez...

-Lorca es uno de los poetas más musicados porque sus versos tienen un gran ritmo. ¿Cómo afrontaron esto?

-Yo siempre he sido muy contrario a meter el verso, la voz hablada, en una estructura musical, donde los tiempos están marcados. Si juegas a eso al final no se entiende lo que dices. El actor no tiene una partitura tan firme y cerrada, está subordinado a significar. Con lo cual, la música ayuda al espectador a tener una compañía durante el trayecto del poema, pero yo en ningún momento juego a su tempo, porque si no el público se puede despistar y deja de estar atento al texto. Casi siempre es música de las canciones populares que recopiló Lorca.

-La última etapa de Lorca no está en la obra. ¿Por qué?

-Efectivamente, no queríamos incluir ni los sonetos ni Poeta en Nueva York, porque es más complejo y no es tan teatral. Nuestro espectáculo es muy teatral, yo hago personajes. Nos interesaba sobre todo mezclar prosa y verso, el poeta con el dramaturgo.

-¿Su pasión por el teatro es tan intensa que dejó de interesarle el cine?

-Este tema está lleno de contradicciones en mi vida. Lo que he descubierto en estos seis años sin ponerme delante de una cámara es que el cine también es mi hogar. Aunque esté en una mala situación no deja de ser mi lugar. Sentí que tomé una decisión que tenía más que ver con lo que estaba pasando respecto al mercado conmigo que lo que a mí me pasa con el cine. Por eso, hace unos meses me llamó Imanol Uribe para ofrecerme un papel pequeñito pero encantador y acepté. La película se llama La mirada de Lucía y aborda la matanza de los jesuitas españoles en El Salvador en 1989.

-¿Esta experiencia le ha hecho cambiar su mirada? ¿Volverá al cine?

-Hace dos años tenía tanta rabia que le hubiera dicho que no, pero esto ha hecho que me replantee las cosas y que vuelva a pensar que el cine también es mi hogar. Así que si sale algún trabajo esporádico quizá lo haga. Eso sí, sin meterme de nuevo en el mercado y en todo ese juego de si me llaman o no me llaman. Lo que quiero es hacer alguna cosa que me guste mucho y mientras tanto seguir con el teatro, que me llena y me apasiona profundamente.

-¿Cómo está viviendo todo esto de la pandemia?

-Durante el confinamiento aproveché para leer mucho y hacer todas esas cosas pendientes. Si no fuera por las malas noticias y las ambulancias en las calles me recordó mucho a los retiros espirituales que hacíamos con los curas. Te planteas cosas que con las prisas ni piensas, aunque el encerramiento a nadie le agrada. Y ahora, lo cierto es que el teatro es de lo poco que se mantiene, gracias también al apoyo de las administraciones y a lo bien que lo está haciendo el sector para que todas las normas se cumplan al pie de la letra.