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Arte&letras

Envejecer es aprender a perder y agradecer

Delphine de Vigan escribe en ‘Las gratitudes’ un relato conmovedor sobre la vejez y el final de la vida y la necesidad de agradecer

a los que nos hicieron bien antes de que sea tarde

Envejecer es aprender a perder y agradecer Francisco Millet Alcoba

«Envejecer es aprender a perder», reflexiona en su habitación del asilo de ancianos Michèle Seld, ‘Michka’, la protagonista de ‘Las gratitudes’, de Delphine de Vigan, una anciana con apariencia de niña. «Perder la memoria, perder los referentes, perder las palabras. Perder el equlibrio, perder la vista, la noción del tiempo, perder el sueño, el oído, perder la chaveta», ese es el recuento de pérdidas, cierto y doloroso que hace Michka. ‘Las gratitudes’ es esa novela desgarradora, pero real sobre el final de la vida, y la necesidad de despedirnos con la tranquilidad del agradecimiento a las personas que nos han ayudado.

La historia se inicia por el final: «Hoy ha muerto una anciana a la que yo quería», que cuenta Marie, la joven que se desvive por Michka, en gratitud porque cuando era niña y estaba enferma y descuidada de sus padres, Michka cuidó de ella. «Sin ella ya no estaría aquí», recuerda Marie, que atiende con cariño la vida de la anciana.

De esas pérdidas, la que más afecta a la anciana es la de las palabras. Esta mujer inteligente y culta, que fue reportera de una gran revista y correctora de un periódico, («no se me escapaba ni una: erratas incorrecciones sintácticas, problemas de concordancia, repeticiones...») pierde ahora las palabras, las reemplaza. Será Jérôme, el logopeda del asilo quien le ayude con el problema y establezca también una relación de cariños hacia la anciana.

La gratitud es el centro de esta novela, de decir gracias antes d que llegue el final. Por ello, la necesidad de Michka de encontrar a la pareja de La Ferté-sous-Jouarre que en 1943, durante la ocupación alemana, ocultaron a aquella niña judía y la salvaron del exterminio. Tiene una deuda moral con ellos. Michka nunca les dio las gracias y ahora querría encontrarles y agradecerles su gesto. En ello se implican también Marie y Jérôme. La gratitud de Marie, la joven vecina de Michka, por cuidarla y salvarla de morir en su niñez, cuando estuvo enferma y sus padres se desentendían de ella.

Gratitud de Jérôme, el logopeda, al que la anciana espolea para que se reconcilie con su padre.

‘Las gratitudes’ es una novela conmovedora y entrañable, pero también desgarradora sobre el final de la vida, cuando empezamos a perder. Con un lenguaje claro y luminoso, Delphine de Vigan lo vuelca sobre los ancianos, cuando la vida se convierte en una llama minúscula que puede apagarse en cualquier momento. Lo hace con las palabras acertadas para describir el hundimiento en la vejez, el final que se acerca. Pero recordando a su vez que un día ellos y ellas también amaron, gritaron, gozaron, subieron las escaleras de cuatro en cuatro o bailaron toda la noche y que finalmente dejan una huella ardiente, incandescente. Una huella indeleble.

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