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Arte&letras

Feito. El pintor que no tuvo miedo

El coronavirus se llevó en este mes de febrero al artista del «Menos es más», fundador de El Paso, a los 91 años

El pintor Luis Feito.

El domingo 7 de febrero falleció el pintor Luis Feito. Por coronavirus. Tenía 91 años. Una vida larga y bien aprovechada como artista en la que encontró el reconocimiento desde muy joven, con aclamación de la crítica por su obra y su presencia en eventos prestigiosos en el mundo del arte, como la Bienal de Venecia de 1959, cuando los informalistas españoles fueron conocidos internacionalmente. Fue premiado y laureado con la Orden de las Artes y las Letras francesa y Medalla de Oro de las Bellas Artes de España.

La generación de Feito es la de la posguerra española, una época triste y gris –como he escuchado en muchas ocasiones relatar a los propios artistas-, pero también un tiempo en el que los creadores plásticos buscan nuevos horizontes y cambios en la pintura acordes con los cambios de la sociedad en la que viven. Feito pertenece a la generación del «arte otro», del informalismo, del expresionismo abstracto, la generación que protagonizó en España el gran paso a la abstracción.

La pintura de Feito es, por encima de todo, pintura. Una continua búsqueda de la autenticidad del gesto, de la concentración de la expresión. En su anhelo por la perfección de la pincelada única encontramos visos místicos ligados también con la abstracción informal. Su mantra «Menos es más» recoge esta idea de espiritualidad en la concepción del arte, en el momento de la realización plástica, del momento en que el gesto se convierte en obra. Feito siempre quiso huir de interpretaciones propias o ajenas y prefirió concentrarse sobre sí mismo. La reflexión y la emoción que entraña el gesto al ser pintado es una expresión que viene de dentro del alma del artista, tras haber asimilado conocimientos y experiencia. Sin duda, este aspecto místico le conectó con las tradiciones orientales filosóficas y artísticas. Particularmente inspirador para Feito fue el libro del pintor chino del siglo XVII Shi-tao, ‘Enseñanzas sobre pintura del Monje Calabaza Amarga’, que releía con frecuencia.

El primer arte de Feito (1952-1955), tras sus estudios en la Academia de San Fernando de Madrid, tiene mucha relación con la pintura del profesor Daniel Vázquez Díaz -al igual que muchos de sus compañeros-, una figuración marcada por el cubismo. Esta tendencia a la geometría irá produciendo en Feito una pintura de carácter abstracto pero todavía con referencias figurativas, compuesta con trazos lineales y fondos azules, un color que abandonará tras esta etapa. Esta presencia de la línea o de la forma geométrica seguirá apareciendo en distintos momentos de su trayectoria, pero con diferente planteamiento estético.

«La pintura de Feito es, por encima de todo, pintura. Una continua búsqueda de la autenticidad»

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En 1955 decide instalarse en París tras recibir una beca del gobierno francés, lo que supone la degustación de una libertad impensable en la España franquista y, sobre todo, el contacto con el arte directo de las vanguardias de principios de siglo y del arte contemporáneo del momento: el expresionismo abstracto americano y el informalismo europeo (Jean Fautrier, Hans Hartung, Serge Poliakoff, Mark Rothko,…). Feito se afincará en la ciudad hasta 1981, pero manteniendo un estrecho lazo con España y el ambiente pictórico español.

En 1957 funda en Madrid El Paso junto a Antonio Saura, Canógar, Millares, Suárez, Francés, Rivera y Serrano –más adelante se incorporarían Chirino y Viola-, en el que el único madrileño es Feito y reside en París. El Paso simboliza el cambio al informalismo en el arte español. Son años para Feito con gran presencia nacional e internacional en las Bienales de Alejandría, Sao Paulo, París y Venecia, la Documenta de Kassel, y en exposiciones en el MoMA y el Museo Guggenheim de Nueva York.

Durante los años del grupo El Paso su pintura es casi monocroma, blancos, negros, grises y ocres y en los que introduce arena para profundizar en la volumetría. La pintura es acción, en donde la emoción es fundamental tanto en la realización de la obra como en su resultado ante el espectador. Los cuadros no tienen título, simplemente números (Pintura nº x), evitando así que el espectador compare con realidades tangibles. La obra de Feito va evolucionando, apareciendo el círculo en nuevas piezas con fondo amarillo y motivo rojo –en 1962, como contrapunto lumínico- que remiten a los pintores más coloristas del Expresionismo Abstracto americano. El rojo será desde entonces muy constante en su obra. Se vislumbra la influencia del arte chino y japonés, y de su caligrafía, por los que el artista siempre mostró predilección. Pero el gesto de Feito es más visceral y espontáneo.

La década de los setenta es un periodo de investigación y de plenitud del color. Desde 1975 sus obras tienden a la geometrización depurándose hasta llegar a sus cuadros blancos, donde llega a la esencia. En 1981 cansado de París se traslada a Montreal durante dos años, y desde allí a Nueva York. Lejos de Europa, inicia nuevos planteamientos, como la incorporación del color dorado, y una mayor geometrización y, por tanto racionalidad, en contraste con la gestualidad ilimitada de la etapa anterior. Continúa sin titular sus cuadros y enumerándolos organizadamente. A principios de los noventa regresa a España, a Madrid. Desde los noventa, la influencia del arte japonés se advierte en la inclusión de grandes bandas negras verticales u horizontales, y en los últimos años, de presencias de elementos geométricos muy puros, en color negro, salpicados de gestuales brochazos rojos (o todo lo contrario, gesto en negro y elementos gráficos en rojo).

Luis Feito fue un místico de la pintura que buscó la libertad creativa desde la introspección personal, buscando el equilibrio entre el racionalismo geométrico y la pulsión emocional del gesto. Un pintor que no tuvo miedo de serlo.

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