«El año que viene lo volveré a intentar», afirma, convencido, Santi Cardona, recién llegado de Barcelona, donde el pasado jueves se quedó a las puertas de entrar en la próxima edición de 'Masterchef'. El ibicenco es un aficionado a los fogones que, desde hace un tiempo, comparte sus recetas en Instagram. Siempre con la etiqueta #ratonesenlacocina, que nació tras el error de una amiga. «Siempre etiquetaba las fotos y vídeos como 'ratos en la cocina'. Una día, una amiga me preguntó por los 'ratones de la cocina' y me hizo tanta gracia que cambié los ratos por los ratones», explica.

De hecho, a la prueba de selección celebrada en Barcelona se llevó el gorro de cocina con orejas de ratón y las gafas con unos bigotes dignos de Ratatouille con las que se disfrazó el pasado Carnaval. Santi, que trabaja en la barca del práctico del puerto de Ibiza, decidió presentarse al casting porque le apasiona la cocina y entrar en el popular concurso de TVE es, para él, «una oportunidad de aprender».

Primero se enfrentó a una selección en línea en la que tuvo que rellenar un cuestionario, enviar fotografías de sus recetas y vídeos, tras lo que le citaron para la prueba en Barcelona. «Me dijeron que se habían presentado 70.000 personas en toda España, 15.000 en Barcelona y que unos 80 estábamos allí», indica Santi, que destaca que les advirtieron de que debían llevar los platos ya preparados, listos para montar: «En termos, fiambreras...».

Al ser de Ibiza, tuvo que pedirle a su amigo Agustín, que vive en Barcelona —«uno de los pocos que sabía que me había presentado»— que le prestara su cocina para poder dejar sus platos preparados: un ajoblanco con gambas y una sopa de chocolate blanco con manzana caramelizada. «Todo muy de cuchara», señala. No sólo le pidió a su amigo la cocina, sino que también le hizo una pequeña lista de la compra.

Quienes juzgaban los platos no eran los populares jueces del concurso (Pepe Rodríguez, Jordi Cruz y Samantha Vallejo-Nágera) sino otros cocineros que Santi había visto en los vídeos de la Escuela Masterchef. «Nos dijeron que por el tema del coronavirus este año no podían probar los platos», recuerda el ibicenco, que supone que la selección la hicieron en función de la presentación de los platos, la complejidad de éstos y la entrevista personal que les hicieron después. «Imagino que esta última era para ver los perfiles y si cada uno de nosotros éramos lo que buscaban», reflexiona.

Los 80 debían quedarse a la mitad y les dijeron que estuvieran pendientes del móvil porque les llamarían para decirles si pasaban a la siguiente fase, en la que deberían cocinar en el hotel en el que se había celebrado la primera prueba. «Ahí ya sí que iban a probar los platos», indica el ibicenco, al que llamaron sobre las tres y media pero para decirle que no estaba entre los seleccionados para la siguiente fase, pero que lo intentara de nuevo para la próxima edición. Está convencido de hacerlo.

La experiencia ha sido «buenísima». Se ha divertido y ha conocido a muchos otros cocinillas como él que, además, tienen un punto de locura. «Si no te gusta hacer un poco el payaso no te presentas a un casting para un programa de la televisión», comenta riendo Santi, que confiesa que comenzó a meterse en la cocina cuando era veinteañero, se independizó y se dio cuenta de que no podía comer macarrones y huevos fritos «todos los días».

Síguenos en Facebook