n «Sólo por esta vez». En su vida, Miquel Ramon se puso pocas veces un corbata. Pero en 1996, cuando Pilar Costa fue elegida senadora, lo hizo: «Me dijo que la ocasión lo merecía», recuerda Costa. El campechano político, más de pantalón y chaqueta de pana que de trajes de etiqueta, vio en aquella ocasión cumplido uno de sus deseos: la victoria a través de la unión de la izquierda. Y eso bien merecía anudarse una corbata al cuello, mal que le pesara.

De trato afable, su fallecimiento ha supuesto «un palo» para todos aquellos que le conocieron, como Óscar Rodríguez, secretario de organización de Esquerra Unida. Tanto él como Artur Parron, coordinador insular de ese partido, lo califican de «referente» político. Rodríguez, que se declara su alumno, destaca su «compromiso» y que «no dudaba en ensuciarse las manos a la hora de trabajar. Era el más currante en todo, incluso en las campañas electorales. Ayudaba a mantener viva la organización [Esquerra Unida]».

«Incansable», Ramon «no tenía nunca miedo». Lo demostró, señala Rodríguez, cuando fue conseller de Territorio con Xico Tarrés de presidente, momento en que dimitió de su cargo. «Ramon fue conseller no electo. Yo fui a buscarlo para ese cargo porque siempre había sido una persona muy comprometida con el territorio, tenía una sensibilidad especial y siempre estaba muy abierto al diálogo». Pero acabaron con «discrepancias» debido a la modificación del Plan Territorial Insular (PTI) que Miquel Ramon presentó: «Era mayor de la que habíamos hablado que debíamos hacer. Era una buena modificación, pero para la siguiente legislatura, no para esa». Ramon no se aferró al cargo. Se fue, pese a lo que eso suponía laboralmente a su edad. Ramon era delineante.

Artur Parron le vio la semana pasada, tras ser operado el lunes: «Parecía haber ido bien, y él estaba animado. Pero el fin de semana se complicó su estado». Le recuerda como una persona «comprometida, valiente, sobre todo en momentos en que defender determinadas ideas era muy complicado», como las de medio ambiente y territorio que acabaron con su dimisión en un gobierno progresista. Él, que lo había dado todo por unir a la izquierda.

«Ante todo, la unidad»

«Era muy respetado por todo el mundo, incluso por muchos de sus adversarios», señala Parron. Quizás por su modestia y por defender sus ideales con tenacidad, pero siempre tranquilo y con sumo respeto a los demás. «Nunca quiso el estrellato, era humilde. No buscaba cargos», subraya. Genio y figura, fiel a su ideario y ética, siendo conseller ni se anudó la corbata más de la cuenta ni cambió su humilde vehículo, un Matiz minúsculo, por otro más lujoso.

Aunque firme en sus convicciones, «no era sectario» y entendía que lo mejor para la izquierda de las Pitiüses era «la unidad», insiste Parron. Precisamente, Bernat Joan i Marí, quien fuera líder de ERC durante las negociaciones de la candidatura de Pilar Costa al Senado y de los sucesivos pactos progresistas, califica a Ramon (con el que compartía afición al teatro) de «persona clave en todas las sinergias de la izquierda pitiusa». «Era -señala- una persona de convicciones muy claras, pero muy dialogante. Era fácil entenderse con él. En una política tan líquida como la actual, él era sólido, no cambiaba de ideas de un día para otro».

Y era inaccesible al desaliento, capaz de soportar horas de debate con tal de llegar a un acuerdo: «Era difícil de cansar -recuerda Joan-. Hubo una reunión del Pacto en la que todos estaban a punto de tirar la toalla y largarse, pero él dijo que en esos momentos le costaba más levantarse e irse que seguir una hora más. Y seguimos».

«En un primer momento nos unió la política. Y eso dio paso a una íntima amistad, algo que no es fácil entre políticos», apuntaba ayer, muy afectada, Pilar Costa, consellera balear de Presidencia, exsenadora y ex presidenta del Consell. «Ante todo era una buena persona, íntegra y coherente. Esto último, hasta el extremo, porque para él esta cualidad era lo más importante en un político».

Su candidatura al Senado en 1996 comenzó a forjar aquella sólida amistad, así como el futuro de la izquierda: «Ramon tuvo entonces, y también luego, un papel determinante para que ahora gobernemos en Balears. Fue una persona totalmente entregada al pacto de las izquierdas. Y fue mi mejor apoyo».

También participó en aquellas conversaciones que buscaban la unidad progresista Andreu Coll, antiguo secretario general de Entesa Nacionalista i Ecologista: «Miquel era muy discreto, muy noble de carácter y muy fiel a sus ideas, que defendía de manera elegante y respetuosa. Era noble hasta en la discrepancia». «Evitaba -explica Andreu Coll- romper la baraja durante las negociaciones. Siempre buscaba llegar a un punto de acuerdo. Daba gusto sentarse a dialogar o debatir con él. Siempre lo hacía con corrección». A su juicio, el tiempo ha demostrado «que tenía razón en muchas de las ideas y propuestas» que defendía.

Antoni Planells, Malalt, fue su amigo desde la etapa clandestina. Se las vieron juntos en mil batallas. Se deshace en elogios de su compañero: «Gran luchador, incansable, consecuente, nunca defraudó a nadie...». Y dice de él algo que a Ramon le habría encantado escuchar: «Fue un gran revolucionario».