No será cuestión de dos días, ni de dos meses. Va para largo que de las 17 espadas halladas en el fondo de es Caló (Formentera) el pasado verano se pueda ver algo más que la concreción de arena, conchitas minúsculas y coral que, como si fueran croquetas, las envuelve. La restauradora del Museo Arqueológico, Helena Jiménez Barrero, tiene claro que se necesitará mucho tiempo para desprender esa capa, «homogénea y consistente», y, sobre todo, la sal acumulada durante dos largos siglos. Dadas sus características, los expertos consideran que podría tratarse de espadas de principios del siglo XIX, muy posiblemente las rectas de coracero francés del modelo AN XIII. (Mira aquí las imágenes)

«Van a necesitar mucho tiempo. Son piezas -detalla Jiménez-que ahora mismo están sometidas a un proceso de estabilización. En objetos recuperados del mar, esos procesos son mucho más lentos que en tierra debido a que han estado encapsuladas en un medio muy particular y muy estable. A determinada profundidad del mar, como es el caso, apenas se notan los cambios de temperatura y luminosidad. Sobre todo si han estado enterradas entre arena».

Esas armas, descubiertas casualmente el pasado verano, «permanecieron muy estables durante dos siglos». Su entorno ha variado totalmente, por lo que la restauradora debe ir con sumo cuidado para evitar daños. Aunque están en «muy buen estado, en cualquier momento pueden sufrir un deterioro radical. En cuestión de segundos. Los cambios de salinidad deben hacerse paulatinamente para que las piezas no sufran estrés. Si se produce una declorización muy rápida o brusca, hay que parar y ralentizar el proceso», alerta.

Cuero y cobre

Cuero y cobre

Además, están compuestas por materiales mixtos, de diferentes metales y elementos. Jiménez muestra el mango de una de las que van más «adelantadas». Ya se aprecia allí el latón, pero ni lo toca, ni siquiera lo cepilla ni usa el bisturí para eliminar la costra cercana: «Es que ahí se concentran los elementos orgánicos, como el cuero y algo de madera. Se ve la espina y, por debajo, las cachas, la forma del enmangue».

Sabe que allí hay cuero porque en las radiografías que hicieron a algunas armas se podía ver el hilo de cobre que gira alrededor del mango para sujetarlo: «Eso nos obligará a hacer una limpieza y consolidación especial. El resto es más resistente». Lo que nada más salir del agua parecían simples «muñones», ahora ya tienen forma: «Empezamos a observar directamente lo que antes intuíamos en las radiografías, como las zonas del enmangue e incluso la forma de la vaina, que al principio ni se adivinaba». Incluso «la forma de las arandelas que se usaban para colgar ese tipo de piezas. Antes sólo parecían bolas».

Poco a poco, día tras día desde hace cinco meses, «van soltando la capa» de concreción, grano a grano. En una de ellas hay pegada, incluso, la concha de un murex, totalmente intacta, quién sabe si desde hace dos siglos: «Esa capa es muy molesta a la hora de limpiar, porque corta. Las conchitas y corales son como pequeñas cuchillas. Hay que ir con mucho cuidado. La eliminamos con cuidado y suavidad». A medida que se acerque a la superficie original, «habrá que ir con más cuidado todavía».

Repartieron las 17 espadas en cinco recipientes. Cuatro de ellos son tubos de PVC recortados a medida, de los que tres están en vertical y uno en horizontal. De los verticales, dos tienen una altura aproximada de 1,5 metros, mientras que otro es de más o menos 1,30 metros. Además hay otro de unos dos metros dispuesto horizontalmente que contiene la espada encontrada a medio desenvainar, por lo que mide más. Las otras tienen una longitud aproximada de 1,2 metros.

Un tubo de pvc que huele a mar

Un tubo de pvc que huele a mar

Además hay una 'piscina', una especie de arcón que se puede tapar y que alberga seis espadas dentro de 330 litros de solución salina. A estas, de momento, no las ha cambiado de medio acuoso. A las que están en tubos, sí: «Lo único que hacemos ahora con estas es sustituir el agua destilada prácticamente a diario, para que disminuya poco a poco la salinidad que tienen. Además, usamos un cepillo especial de nailon para quitar la concreción». Dos de los tubos contienen cuatro espadas cada uno; otro, sólo un par. De los tubos emana un penetrante olor a mar, como el de un espigón plagado de erizos, lapas, algas y anémonas.

Helena Jiménez controla la salinidad con un conductímetro (que mide la temperatura, la sal y el ph). Su límite es de 2.000 microsiemens, de ahí que la pasada semana no pudiera medir la sal que había en un de los tubos que contiene cuatro espadas. Ya ha bajado a cantidades mesurables. Anota esos datos con rotulador en los propios tubos para tener una referencia de la evolución del proceso. La salinidad aumenta el fin de semana, cuando no puede cambiar el agua. «Pero el ph se mantiene, de momento, estable en todas», afirma Jiménez.

Vaina y filo fundidos

Vaina y filo fundidos

La restauradora duda de que esas espadas, halladas en grupos enterrados en el fondo marino de es Caló, hubieran llegado a ser usadas. Pero averiguarlo será complicado: «Donde más se puede apreciar el estado de conservación de una espada, si se ha usado o no, es en la hoja. Pero no podremos verlas porque están envainadas. Y las posibilidades de separarlas son remotas». La vaina es metálica, seguramente del mismo tipo de metal que la hoja. Ahí reside el problema: «Al oxidarse, el metal se expande. La hoja se expandió y la corrosión la fundió con la vaina». Al menos, en el TAC «se ve perfectamente la forma de las hojas, con filos a dos aguas».

Respecto a la cronología, siguen sin tenerlo claro, aunque hay pistas de que son de principios del siglo XIX, posiblemente las mismas que se usaron en la batalla de Waterloo en 1815, según asegura Adolfo R. Bernalte Sánchez, investigador documentalista en armamento antiguo.

El arqueólogo y jefe de proyectos del Instituto Balear de Estudios en Arqueología Marítima (Ibeam), Javier Rodríguez, investiga el origen y el modelo de estas espadas, pero según Jiménez, determinar exactamente su procedencia dependerá de varios factores: «Nos puede ayudar a concretarla que durante el proceso de limpieza encontremos en las piezas números de registro, pequeñas marcas que orienten sobre el lugar de procedencia o incluso del batallón».

Paso a paso, las espadas evolucionan adecuadamente. Ahora cambian a diario el agua destilada de los depósitos que las contienen, cuando al principio, en septiembre, lo hacían cada semana o al mes. Es cuestión de paciencia y delicadeza.