Susana Ribas es la vocal en Eivissa de la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico, una de las entidades que participan en la III edición de Sant Josep contra el cáncer. A ella le detectaron la enfermedad hace cuatro años, poco después de dar a su luz a su segunda hija. Ese fue el peor momento, «porque es como si te dijeran 'mire, señora, tiene usted fecha de caducidad'».

Tras la mastectomía, «cuando parecía que ya estaba todo mejor, encontraron metástasis en su hígado. Eso implica que ya no hay vuelta atrás, «de momento, por eso solo queda luchar por la investigación». «Ahora tenemos las opciones de alargarnos la vida con un tratamiento, pero el cáncer siempre es más puta y acaba resistiéndose, entonces debes empezar otro tratamiento».

Optimismo

Ribas cuenta su historia con entereza, buen humor y un optimismo que rebosa vitalidad. Se le vino el mundo encima al principio, «porque asimilas cáncer y metástasis a muerte», pero cambió de perspectiva gracias a su primera visita a la psicooncóloga y la sincera bienvenida que le dio.

«A ti te han dicho que te vas a morir», recuerda, sonriendo e imitando a la psicooncóloga, «pero yo igual muero cuando salga de aquí, atropellada por un coche». Ahora aconseja a cualquiera que se vea en la misma situación «que mantenga la calma».

«La cuestión es que estás vivo, así que has de disfrutar de la vida y olvidarte de dramas y de inventarte tonterías», subraya. Este es el mensaje que transmite a diario a sus dos hijas. «La esperanza de vida para el cáncer de mama metastásico es de cinco años de media, pero conozco una que ha llegado a los veinte». «Me acaban de hacer un TAC y parece que todo está bien, así que quién sabe, pero igual en tres años se encuentra una cura y se soluciona todo el asunto», explica.

Siempre en movimiento

Susana Ribas vuelve al centro de mayores de Sant Josep para ayudar a la nutricionista Marina Ribas en el taller de desayunos saludables, una de las actividades organizadas en las jornadas de Sant Josep contra el cáncer. Mientras, en el salón de plenos del Ayuntamiento, Stephen Freeth imparte una sesión de yoga y rehabilitación para pacientes oncológicos.

Él mismo pasó por la enfermedad, después de que a los 15 años le detectaran un linfoma no Hodgking, por el que tuvo que recibir seis meses de quimioterapia. A pesar de que su abuela era profesora de yoga e intentaba introducirle en los distintos tipos de respiración, él había odiado esta práctica.

Con el tiempo, Freeth descubrió sus beneficios y ahora los combina con su faceta de fisioterapeuta y experto en artes marciales en el proyecto de terapia en movimiento Breathing Warriors. «Con el cáncer y otras enfermedades, pasamos por problemas psicológicos como estrés o ansiedad, que a su vez afectan físicamente», explica. Así, las actividades de la vida diaria se ven afectadas por la pérdida de fuerza, masa muscular o pérdida de equilibrio. «Se acaba creando un círculo vicioso que nos hace sentir que no tenemos fuerza para seguir la vida con normalidad, pero hay que romper con ese círculo», subraya.

«Necesitamos movernos, porque al movernos nos encontramos mejor, con más fuerza y bienestar mental». Sobre todo, aprovechar que «el yoga en sí es una práctica filosófica y no estás obligado a hacer todos los ejercicios que te digan». «Si quieres, paras y respiras en la esterilla, porque llegar a clase y poder decir 'aquí estoy, he venido', es la parte psicológica más importante», destaca Freeth.