Nada más comenzar la presentación, el periodista y gastrónomo Xescu Prats reconocía que 'Cuineres a Eivissa' le había emocionado. Entre las historias de las protagonistas, once mujeres que han dedicado su vida profesional a la cocina, rememoró la imagen de su abuela, con la espalda encorvada, preparando un arròs de malalt (arroz de enfermo) solo con ajo, perejil y agua. (Ver galería de imágenes)

Porque la gastronomía es solo el nexo de unión de unas protagonistas que debían compaginar el trabajo con la atención a sus familias, ser cocineras a la vez que «madres, hijas y abuelas», como indicó su autora, Marta Torres. Hasta el punto de que Prats comparó 'Cuineres a Eivissa' con «un libro de coaching». «Pero del bueno», puntualizó ante el rechazo de la escritora a identificarse con un libro de autoayuda.

Mujeres con valores

Mujeres con valores

«Es mucho más que un libro de cocina», justificó Prats. Porque a través de la trayectoria y anécdotas de las cocineras, recrea la historia reciente de la isla, «un retrato de la payesía auténtica y realista», pero su lectura también resulta educativa. A través de estas once mujeres, se transmiten «los valores que importan en la vida y cómo tener éxito trabajando duro y manteniendo las tradiciones que te enseñaron en casa», destacó el presentador.

De hecho, mientras que los libros de cocina son más bien «como un diccionario» que se consulta a la hora de atreverse con una receta, 'Cuineres a Eivissa' «es para leer». Pero además, cuenta con un recetario tan preciso que, incluso, las medidas se detallan en gramos.

«A mí esto me ha sorprendido mucho, porque cuando le consulto a mi madre cómo se hace un plato, siempre me lo explica en pellizcos o puñados», bromeó Prats. La autora confesaba que pesó todos los ingredientes que hasta el momento siempre había cocinado a ojo. Ella misma cocinó una parte de las tres recetas que se incluyen en cada uno de los capítulos del libro, aportadas por las cocineras que lo protagonizan. El fotógrafo Toni Escobar inmortalizaba el resultado con «unas imágenes que huelen».

«La fotografía gastronómica y la de retratos son dos de las especialidades más complicadas que existen y en el libro abundan ambas», recordó Prats, alabando el trabajo de Escobar. Marta Torres pensó en el fotógrafo, cuando planificaba el proyecto, por su atención en los pequeños detalles, como los primeros planos de tantas manos que han admirado a Xescu Prats.

Torres también pensó en Neus Escandell, de Balàfia Postals, como editora. «Dije que sí y me entusiasmó en seguida que me lo propuso», admitió. «Las cocineras son como las modistas que trabajan para los diseñadores, que no se las nombra y quedaban olvidadas detrás en los fogones, mientras que sí se reconocía al hombre que estaba de cara al público», lamentó Escandell.

Las protagonistas

Las protagonistas

Tras una introducción con los autores y la editora del libro, Prats bajó del escenario del Club Diario para presentar a las protagonistas de la obra. Estaban presentes nueve de ellas y faltaban Catalina Riera, de Ca n'Alfredo y Lolita Costa, de Can Pau,que debían reposar por motivos de salud.

Con sus espontáneas respuestas se ganaron fácilmente al público, que abarrotaba el auditorio hasta el punto de que mucha gente siguió el acto de pie. Revivieron la Ibiza anterior al turismo, como en la infancia de Pepa Planells, de Can Rei, que empezó a cocinar a los cinco años con su madre para una numerosa familia. «No tenía fuerza para levantar la olla y avisaba cuando estaban los garbanzos cocidos».

Como Lina Prats, que, en el reparto de tareas entre sus hermanas, a ella le tocaron los fogones ya a los siete años. De mayor, montaría el restaurante Es Molí y Es Rebost de Can Prats.

Las hermanas Pepa y Catalina Marí trabajaban en el restaurante de su hermano, El Carmen de Cala d'Hort, hasta que levantaron S'Espartar. Tuvieron tanto éxito al abrir las puertas que se vieron tan desbordadas que improvisaron unas soluciones que, al recordarlas, arrancaron las risas del público. «Un cliente pidió un pescado al horno, pero el pescado era muy grande y el horno muy pequeño». Lo prepararon a la plancha y lo colocaron en una fuente con unas verduras horneadas, con un poco de salsa para disimular. «Nos dijo que era el mejor pescado que comió en su vida».

Cocineras por accidente

Cocineras por accidente

Algunas de ellas jamás pensaron que acabarían en los fogones, como Lina Ferrer, que trabajaba en una tienda en el campo y, ya con 38 años, fue a trabajar a Ca na Pepeta. Al principio, en tareas de limpieza, pero llegaron las vacantes en la cocina y ayudaba con las ensaladas. «Un día se fue el cocinero y me dijeron 'pues te toca a ti'», bromeaba al recordarlo. Pero en su época le tocó, como a sus compañeras, «hacer jornadas de hasta 16 horas».

Por ello, Vicky Baos subrayaba que «es más importante el coraje que la formación para sacar la cocina adelante». Sobre todo en una época en que «aún no había tantas modernidades». Ella tampoco empezó como cocinera, sino que era enfermera de quirófanos en Can Misses, hasta que en 1986 abrió Sa Caleta, donde su familia tenía un varadero.

Los huevos clandestinos

Los huevos clandestinos

Margalida Guasch, de Es Pi Ver, también llegó «por accidente» a la profesión. En el libro, aporta su arròs de matances, frita de porc y greixonera, pero confesaba que siente debilidad por el plato que su madre le preparaba de manera clandestina. «Mi abuela vendía huevos y, cuando se iba a ver a su hermana, mi madre cogía unos cuantos y los freía con patatas».

La cocinera más joven, Marga Orell, de S'Atmeller, también evocó las patatas con una receta sorprendente. La tortilla sin huevo que conseguía cocinar su abuelo friendo unas láminas muy finas «a fuego muy lento y sin lavarlas». Así el almidón logra el milagro de hacer la tortilla.

María Marí, del Bar Can Rafal, ejemplificó el papel de madre que debían compaginar todas las cocineras en su trabajo. «Vivíamos encima del bar, mientras trabajaba, muchas veces mis hijos se quedaban dormidos bajo la barra». Ella improvisaba un colchón con tapetes de las cartas y delantales.

Antes de despedir el acto, Xescu Prats preguntó a Marta Torres cuál es el recuerdo que más va a conservar del libro. «La alegría y el amor que tienen todas a la hora de hablar de su trabajo, por mucho que estén recordando situaciones muy difíciles», concluyó sin dudar.