Manuel Arnal y Pepín Valdés son dos amantes de las cometas. Se conocieron hace ya algunos años, cuando ambos trabajaban en dos colegios de Sant Antoni. Manuel, valenciano y conserje de Can Coix, y Pepín, ibicenco y profesor de Educación Física en el Guillem de Montgrí, iniciaron su amistad entre cordeles y viento. «Manolo, que me han dicho que te gusta hacer cometas», le dijo Pepín al valenciano. «Y resulta que a él también le gustaba, así que empezamos a ir cada domingo a ses Variades», recuerda Arnal, quien ayer inauguró su exposición de cometas en el Espai Jove de Sant Antoni, llamada 'Fill, paper i canya'.

«¿Tienes alguna nueva?», le preguntaba el de Sant Antoni a Manuel, y juntos pasaban las horas probando sus nuevos «juguetes». «Nos lo pasábamos como críos», asegura el de Valencia.

Fújur preside la sala

Fújur preside la sala

En la sala, 11 cometas de diversos colores y formas decoran el techo y alguna pared. Entre ellas, un dragón de cabeza blanca y algo más de 20 metros de cola preside la estancia. Es Fújur, el dragón bueno de la 'Historia interminable', aunque algunos de los niños que acuden a ver la exposición no lo conocen. «Es otra generación», dice una de las madres. «Pero les pondré la película, recuerdo que a mí me gustaba mucho», confiesa.

El Fújur de Manuel tiene historia. «Hace tres años hice esta cometa, pero con una cola más larga. Tenía 30 metros», comenta. «La sacamos a volar Pepín y yo, junto a mis hijos, y el viento la destrozó. Pero guardé la cabezota del dragón y la he reconstruido», continúa.

La pasión por las cometas le viene de pequeño. «En Valencia es costumbre que los críos, junto a sus padres y abuelos, las confeccionen en Semana Santa, cuando viene la Pascua de Resurrección. Pero allí las llamamos catxirulos y milotxes», relata. Antaño más rústicas ya que, «antes no existían estas papelerías llenas de posibilidades que hay ahora», las cometas de la infancia de Arnal estaban hechas de papel de periódico, de revistas viejas, o «si tenías suerte», con lo pósters de las películas que proyectaban en los cines del barrio. «Tener una cometa con el póster de 'Ben-Hur', o 'Lo que el viento se llevó' era un lujazo», comenta divertido. Y como pegamento, farinetes. «Agua y harina. «Recuerdo que mi madre me pegaba un caponcillo cuando le robaba la harina», confiesa.

Cuando se le pregunta qué tiene de especial volar una cometa, Manuel no duda ni un instante: «Yo me lo paso bomba, disfruto como un crío», asegura. «Además, cuando veo a alguien volando una cometa, sé que feliz en ese momento», añade.

Detalle, pasión y mimo

Detalle, pasión y mimo

Entre la selección, un demonio furibundo, una estrella «valenciana» y varias cometas típicas de Indonesia y Japón saludan a los asistentes. «Lo que me chifla de las cometas de Indonesia es la cantidad de detalle y decoración que llevan. Además, es típico que las usen de decoración en las casas», comenta el artista. Y no es para menos, ya que el colorido, el detalle y el mimo con el que han sido fabricadas no pasan desapercibido.