Un escuadrón de Ju-88 A de la Luftwaffe atravesó en formación la Mola la tarde del 11 de mayo de 1944. Pep Escandell Ferrer, Pep d'en Jaume des Camp, que tenía entonces 22 años, nunca olvidó cómo pasaron cerca de sus cabezas, ni mucho menos por qué el farero, José Gradaille Trobo, acudió aquella noche en su busca. Uno de aquellos bombarderos alemanes se había estrellado en los acantilados. Había al menos un superviviente. Alguien lanzaba bengalas.(Ver galería de imágenes)

El superviviente era Karl Heinz Eiche, que apuntó a sus salvadores con una Luger en cuanto les vio, pero que la volvió a enfundar cuando se dio cuenta de que eran españoles.

El resto de la tripulación de aquel Ju-88 del escuadrón de combate 26, conocido como Löwengeschwader, falleció. Los restos de Leopold Reinegger (que sólo tenía 25 años de edad) y de Josef Zerik (de 22 años) fueron enterrados en Sant Francesc (Formentera). Pero en 1983, tanto sus cuerpos como el de otros alemanes caídos en España durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial fueron exhumados y trasladados a un cementerio de nueva creación: el Deutscher Soldatenfriedhof. Fue construido por la Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge (Comisión de Cementerios de Guerra Alemanes) en Cuacos de Yuste, en la Vera de Cáceres, cerca del monasterio donde Carlos I de España y V de Alemania expiró en 1558. Acoge las tumbas de 26 militares alemanes fallecidos durante la Gran Guerra y de 154 de la Segunda Guerra Mundial (no hay ninguno de la Legión Cóndor).

Además de ser inhumados allí, se colocaron sendas tumbas con los nombres y graduación de los miembros de la tripulación del Ju-88 estrellada en Formentera. No olvidaron incluir otra en recuerdo de Heinz Sowinski con la inscripción 'IM' ( in memoriam), dado que su cuerpo no está allí enterrado.

El pasado 5 de abril, un grupo de vándalos entró en el cementerio, que está abierto al público. Destrozaron nueve cruces de granito negro, entre ellas las de al menos dos de los alemanes fallecidos durante la Segunda Guerra Mundial en las Pitiusas. Además de dañar seriamente las tumbas, pintaron un grafiti en el muro del camposanto con la frase 'Ni nazis con honores ni antifascistas en cunetas', y una diana, un claro ejemplo de que los autores ignoraban la diferencia entre quienes eran militares y quienes seguían los dictados del nacionalsocialismo. En Cuacos de Yuste no se honra al nazismo, sino a los aviadores y marinos muertos en acción de guerra.

La parte superior de la tumba de Josef Zerik quedó hecha añicos. Se reconoce por algunos datos grabados en blanco. La de Leopold Reinegger (situada justo a la izquierda de la de Zerik) quedó milagrosamente intacta, lo cual es extraño dado que también fue profanada otra cruz situada justo a su izquierda.

Envuelto en llamas

También rompieron en varios trozos la cruz del artillero Walter Sir, que falleció el 2 de diciembre de 1943 cuando su JU-88 A se estrelló, envuelto en llamas, «al fondo de un torrente de sa Païssa de Can Sergent, en la zona de Cala Vedella (Sant Josep)», según documentó Pere Vilás Gil, que prepara un libro al respecto. En su cruz también aparecía el 'IM'... hasta que fue profanada. Cerca reposan los restos del piloto Helmut Krause, del observador Walter Müller y del telegrafista Horst Neuenfeld.

Quienes atentaron en Cuacos de Yuste no llegaron a dañar las tumbas de otros alemanes fallecidos en estas islas durante la Segunda Guerra Mundial. Esta redacción pudo comprobar que al menos permanecen intactas las mencionadas de Horst Neuenfeld, Leopold Reinegger y Heinz Sowinski, así como las de Karl Heinz Ugrics y Fritz Kemnitzer.

La de Karl Heinz Ugrics también lleva inscrito el In memoriam. Como el resto, iba a bordo de un JU-88 de la Löwengeschwader que cayó al mar el 31 de julio de 1944, cuando regresaba, hecho un colador, de bombardear un convoy aliado que pasaba frente a la costa del norte de África. Sin embargo, el cuerpo de este joven piloto (tenía sólo 21 años) no fue hallado hasta el 17 de septiembre de 1944 en sa Cala d'Espart (Sant Josep), al parecer por un pescador. Fue enterrado en Eivissa. En el documentado Kracker Luftwaffe Archive se indica que desaparecieron los cuerpos del resto de la tripulación, «posiblemente en el mar». En aquel bombardero iban a bordo Bernhard Oehl, Johannes Hohnke y Manfred Erler.

El paracaídas no se abrió

También está intacta la cruz de la tumba de Fritz Kemnitzer, en la que el 'IM' aparece labrado en blanco en el granito. De sólo 22 años, su JU-88 se estrelló el 11 de mayo de 1944 (el mismo día en que cayó otro en la Mola) en Cap Llentrisca. El cuerpo de Kemnitzer fue hallado «en las proximidades de Porroig», según consta en el Registro Civil de Sant Josep. Fue enterrado en Ibiza. El avión procedía del norte de Argelia, donde había bombardeado el convoy aliado UGS-40. Este había partido de Virginia (Estados Unidos), había pasado delante de Gibraltar el 9 de mayo y tenía como destino Nápoles. Los aliados destruyeron aquella noche (el ataque empezó a las 19.50 horas) 19 aviones, entre ellos los dos que cayeron en las Pitiusas.

El resto de la tripulación se salvó: se lanzaron en paracaídas a 2.500 metros de altura, dado que los aparatos de a bordo estaban dañados y les quedaba poco combustible. Sobrevivió hasta Gerhard Henze, que en esa batalla quedó ciego debido a las heridas sufridas en la cara, según contó el piloto Werner Schulten a Diario de Ibiza cuando regresó en 1955 para visitar la tumba de Kemnitzer. Porque a este no se le abrió el paracaídas, según relató Pere Vilás en este periódico hace 14 años: «Quedó muerto sobre un árbol [...] Desgraciadamente, estaba dentro de un cercado en el que había una piara de cerdos que parece que le mordieron algunas partes del cuerpo».

Las pintadas del cementerio de Cuacos de Yuste ya han sido borradas, pero aún no han sido reparadas o sustituidas las cruces.