Son las 17 horas del sábado. Es Navidad y las luces brillan entre las calles y en los edificios. Un inmenso árbol preside el paseo de Vara de Rey y la caseta de Papá Noel hace sus últimos preparativos para dar la bienvenida a los niños entre elfos y adornos vivientes. Sin embargo, no hay ni rastro de ambiente navideño en el centro histórico de Vila. Tan solo media docena de padres y cuatro o cinco niños aguardan con ilusión la cola para bailar junto a los ayudantes del 'rey de los regalos navideños' y llevarle sus cartas, ya que Papá Noel no hará su aparición hasta el próximo viernes 20 de diciembre.

En las casetas de artículos de regalo la estampa es bastante similar. Tan solo alguna pareja o familia pasea entre los diferentes puestos, y son muy pocos los que compran. «Las ventas van en picado. Cada año están más flojas», comenta Horacio Barbieri, que lleva participando en el mercado navideño desde que comenzara a celebrarse, en 1989. «En mi opinión está mal organizado», agrega. Según Barbieri, hace tres o cuatro años que el Ayuntamiento decidió separar los puestos de comida de las atracciones y las casetas de regalos, por lo que «ya no existe casi nada de ambiente navideño en Vara de Rey». «Y eso incitaba a las compras», añade. «Antes estábamos todos acá. Los de las atracciones, las casetas, las castañas, los copitos de nieve, los juegos para los niños, el Companatge... así que se armaba un muy buen ambiente festivo», agrega el comerciante.

Su hija regenta otra de las casetas. Si él vende productos para el árbol, ella lo hace para el belén, pero ambos están de acuerdo en una cosa: este año han venido a «terminar el género» y con el pensamiento de «no volver el año que viene». Barbieri además critica que este año el Ayuntamiento les obliga a abrir las casetas hasta el día 6 de enero. «Tenemos que estar aquí hasta el día 6 para nada, porque si alguien no ha comprado los adornos navideños antes del 24 de diciembre, ya no los va a comprar», alega algo molesto por la imposición de fechas. «Del 24 al 6 no voy a vender nada, pero tengo que venir», remarca.

Vino, juegos y compras

«Antes, cuando estaba aquí también el Companatge, los hombres se tomaban un vino mientras las mujeres compraban, ahora eso ya no existe», añade Juani Galiano, vendedora en uno de los últimos puestos del mercado, ubicados cerca del árbol de Navidad. A esta zona ni siquiera llega el sonido de los villancicos que suenan por los altavoces cercanos a la caseta de Papa Noel. Las luces que este año han puesto sobre las casetas navideñas, ya que los comerciantes se quejaron de la poca iluminación que había el año pasado, tampoco llegan hasta este área.

«Las ventas van peor que el año pasado», asegura Galiano. «De lo que se queja todo el mundo es del alumbrado. Está todo muy oscuro y no hay ambiente. Han puesto algunas luces en la otra zona, pero aquí no llegan. Además, han instalado unos altavoces con música en la otra parte y aquí no se oye», se queja la vendedora. «Llevo más de seis años trabajando en el mercado navideño y esta año noto mucho el bajón», lamenta. «Mamá, me preguntar la clienta que cuánto vale el collar», le pregunta su hija. «Son 15 euros, pero dile (la clienta es inglesa) que le hacemos el 20% de descuento», responde Galiano. «Así vamos», comenta jocosa. «La Navidad es tan entrañable que a mí me encanta y por eso vengo», confiesa . «El día que no me salga rentable pagar lo que me cobran por estar aquí, no vendré. Mientras tanto, tenemos fe. Pero, la verdad, es más cuestión de fe que de otra cosa», comenta resignada.