El Museo del Clima de Lleida, obra de Toni Gironés, y las catorce viviendas de protección oficial que integran el proyecto Life Reusing Posidonia de Sant Ferran, en Formentera, comparten el Premio de Arquitectura Española 2019 del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). El jurado ha considerado que ambas obras tienen el mismo mérito para alzarse con este galardón, con el que los arquitectos españoles quieren reconocer los mejores trabajos realizados en el ámbito de la Arquitectura en nuestro país en el último bienio. En esta ocasión, además de los valores arquitectónicos de la obra, el jurado ha tenido como referencia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU.

El jurado, que ha estado formado por los directores generales de Bellas Artes y de Arquitectura, Vivienda y Suelo, Román Fernández-Baca y Javier Martín, respectivamente; la vicepresidenta primera del CSCAE, Marta Vall-llosera, en calidad de presidenta del jurado; el secretario del CSCAE, Laureano Matas, y las arquitectas María Langarita y Lucía Cano Pintos, destaca en su dictamen que son «equipamientos públicos ejemplares, que muestran una preocupación mutua por la investigación y la sostenibilidad» y valora las «grandes dosis de diseño e ingenio» que ambos comparten: «Aprovechan los materiales del lugar, potenciando la belleza y el entorno».

El proyecto de Sant Ferran

Premiado en la decimocuarta Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (BEAU) y finalista en la undécima Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU), Life Reusing Posidonia son 14 viviendas de protección pública en régimen de alquiler ubicadas en Sant Ferran. Se trata de un proyecto de adaptación al cambio climático promovido por el Instituto Balear de la Vivienda (Ibavi) y la Dirección General de Energía y Cambio Climático de Balears, y financiado por el programa europeo LIFE+ en la categoría de gobernanza ambiental. Sus autores son Carles Oliver Barceló, Antonio Martín Procopio, Joaquín Moyá Costa, Alfonso Reina Ferragut y María Antonio Garcías Roig, arquitectos del Ibavi.

Su finalidad era mejorar la habitabilidad de las viviendas (temperatura, control de la humedad, iluminación, flexibilidad de usos...) y ofrecer datos contrastados a la Administración, obtenidos a raíz de la evaluación de un edificio piloto. De hecho, la iniciativa permitió ensayar fórmulas para reducir la huella ecológica y monitorizar el confort de los edificios, gracias a la colaboración de la UIB. El proyecto vincula patrimonio, arquitectura y cambio climático, y demuestra que la utilización de los sistemas y materiales de la arquitectura tradicional, relegados habitualmente a la rehabilitación, permiten ahorrar más de un 60% de emisiones de dióxido de carbono durante la construcción. En las obras se recuperó la posidonia oceánica seca como aislamiento térmico, logrando trasladar que no solo se habita una casa, sino un ecosistema.