José Sánchez López solo tuvo una aspiración profesional en su vida: poder vivir de su pintura. Y lo consiguió, pese a que su madre le había advertido de que el arte no daba para comer y de que tuvo que pasar penurias para no desviarse de su camino. El artista, nacido en Caudete (Albacete) en 1931, falleció este martes en Ibiza a los 88 años y ayer se celebró su funeral en la iglesia de Sant Elm de la Marina

Sánchez López era un hombre humilde, aunque se vanagloriaba de ser el artista que más exposiciones había hecho en la isla, unas 60, de las más de 80 que hizo a lo largo de su carrera. Decía que para sus cuadros plasmaba «los rincones más bonitos de Ibiza» y sus muestras siempre se llenaban de paisajes de la isla, de vistas del puerto, la Marina y Dalt Vila, de escenas del campo y bodegones, en los que tenía una predilección especial por las granadas.

La pasión por la pintura la descubrió de niño, un niño que tenía un talento especial para el dibujo. Ya a los 12 años pintaba los carteles de los cines de su pueblo y de adolescente se iba a Benidorm a vender a los turistas obras costumbristas. En 1951, con 20 años, un hecho cambió su vida: fue destinado a Ibiza a hacer la mili y surgieron sus dos amores, su esposa, Ángeles Ripoll, con la que tuvo cinco hijos, y los paisajes de la isla. Conocía bien la provincia de Alicante, pero cuando vio la isla pensó: «¡Madre mía, esto es mucho más bonito!», según confesó hace años en una entrevista con Diario de Ibiza. Y decidió quedarse.

«Las he pasado canutas»

«Las he pasado canutas»Al principio lo pasó mal: «No tenía ni para comer. Compraba un pedazo de tocino y pan y comía eso y nada más, las he pasado canutas, cuesta mucho esto», dijo en esa ocasión. Incluso tuvo que volver a la Península y trabajar en la Renfe para asegurarse un sueldo. Pero al final regresó a la isla dispuesto a vivir solo de su pintura y lo llevó hasta el final.

Sánchez López amaba los clásicos de la misma forma que odiaba la pintura moderna y la abstracción: «Eso es una marranada», decía. Cultivó la pintura al natural: «Yo no copio. Hay gente que hace una foto y luego lo pinta. Eso no es pintar. Eso es falso. Yo no me canso. Me levanto a las seis y media o siete y estoy hasta las doce. Y después de tres a ocho o nueve de la noche. Pinto de diez a doce horas en un cuarto chiquitico y no me agoto».

Expuso durante años en la desaparecida sala Argentaria y después en Ebusus hasta que también echó el cierre. Una muestra al año con la pared atiborrada de cuadros. Sesenta o setenta por exposición desde la mitad de la pared al techo. Y en ocasiones lo vendía todo. Luego notó la crisis, como tantos artistas, pero seguía vendiendo bien, aseguraba. Vendió tantos cuadros de esos rincones que adoraba que ni se aventuraba a decir una cifra. Muchas casas de Ibiza y algunas por el mundo tienen hoy un Sánchez López colgado.