Pablo Vidarte es el director general de la empresa tecnológica Arkyne Technologies y fundador de su proyecto principal, Bioo, que busca generar electricidad a partir de las plantas. El empresario, de 23 años y conocido internacionalmente [considerado por la revista Forbes uno de los jóvenes con más futuro de Europa], viene a Ibiza para participar en un proyecto de jardín Ibiza Botánico Biotecnológico, en Sant Rafel, donde ya ha construido un piano hecho de plantas.

¿Cómo llegó a ser la persona que es ahora?

Me crié en Sevilla, donde ya creé varios proyectos. Uno de ellos tenía que ver con motores de combustión externa, los denominados Stirling. Este es un proyecto que comencé y estaba en línea con otro que estaba desarrollando la NASA.

Eso mientras estaba en el Bachillerato.

Sí -ríe-, porque después de Bachillerato ya me fui corriendo a Barcelona. El proyecto llegó a tal punto que el embajador de la Singularity University en España, la universidad de Google y la NASA, me llevó a la primera cumbre que se hacía en Europa de esta institución, en Budapest. A partir de ahí, y una vez acabada la Secundaria, directamente me fui a Barcelona para seguir con el tema de las ingenierías.

¿Cómo fue el paso por la universidad?

Aguanté muy poco, sobre todo porque desde el minuto cero me puse a montar una empresa de biotecnología. ¿Por qué biotecnología? Pues porque en ese momento cuadró. La primera empresa la creé a los 16 años.

¿Cómo es empezar una empresa a los 16?

¿Por qué no hacerlo? Hay gente que se pone a pintar (ríe).

O a escribir, como usted también hizo.

Sí, efectivamente. O a hacer cine. Yo tenía un grupo de cortos. Mi principal idea antes de irme a Barcelona era mudarme a Vancouver a estudiar cine. Es como una banda de música, que también tenía una.

Es curioso ver a un genio o artista tan multidisciplinar. Usted ha hecho hasta videojuegos.

Sí, una de las primeras empresas que abrí era de videojuegos. De hecho, la empresa actual, Bioo, su nombre oficial registrado es Arkyne Technologies porque la empresa original que comenzamos mis compañeros y yo era Arkyne Games, donde hacíamos juegos para móviles. En clase estaba muchas veces en la última fila programando.

¿Era complicado para los profesores? ¿Y para los alumnos?

Era el alumno más fácil: «No le tengas en cuenta, que es el más tranquilo». Y con amigos tuve mucha suerte porque me junté con gente parecida a mí. Claro que había algunos 'pseudoamigos' que se reían de mí repitiendo: «proyecto millonario», para decir que estaba flipado. Pero bueno, mira, ahora estamos haciendo proyectos flipados.

¿De dónde surge Bioo?

En una noche, entre todo este tumulto de ideas me levanté como a las tres de la mañana porque había tenido un sueño muy raro. De él, básicamente extraje la pregunta: «¿Se puede tratar la hoja de una planta como un panel solar?». La respuesta rápida era que no. Después de estudiármelo unos días se lo comenté a mis compañeros en la universidad. Hicimos un prototipo que aprovecha las sustancias orgánicas que expelen de forma natural las plantas después de la fotosíntesis para romperlas con microorganismos. Al hacerlo, básicamente separas los átomos y liberas electrones. Todo esto pasó más o menos entre 2014 y 2015.

Menudo sueño.

Pues como muchos otros. El jardín botánico es otro proyectazo, por eso vinimos. Me fascina lo que están construyendo y que unan tantas tecnologías. Nos entusiasmó tanto que propusimos ser los padres biotecnológicos, que es lo mejor que podemos hacer en este caso. Nos da la oportunidad de desarrollar nuevos proyectos y presentarlos de primera mano al público.

Es una gran oportunidad didáctica para los niños y mayores de la isla.

De hecho, en Bioo tenemos una línea educativa donde hacemos kits para escuelas en los que crean baterías a base de tierra y plantas, entre otras cosas. Y esos talleres también se impartirán aquí, y la gente que acuda se irá a su casa con pilas ecológicas.

¿Cree que el futuro pasa por juntar lo orgánico con lo mecánico?

Por supuesto que pasa por la biotecnología. Por ella viviremos cambios que no podemos ni imaginarnos. El futuro más inmediato pasa por la biotecnología y esta revolución no tiene límites. Es juntar el mundo natural, que ha tenido un desarrollo tan absurdo que con solo ver el genoma humano ya parece brutal, con la tecnología. ¿Qué mejor lugar para mostrar estos avances que un jardín botánico?

Y justamente en Ibiza. Sorprende.

Piensa que es único en el mundo. El primero que se ha hecho en la historia es este jardín botánico en la isla. Aunque no es solo eso, es mucho más -suena el piano de fondo con ritmos nocturnos-, es también un lugar para vivir experiencias (ríe).

Es el impulsor del movimiento Trascentista. ¿En qué consiste?

De esto tengo un libro publicado: 'Una Nueva Tierra. Aquel que vivió mil vidas'. Ahora están empezando a haber cambios biotecnológicos como comentaba antes ya en laboratorios, algunos incluso se aplican ya en personas. Sobre todo hay un cambio que consiste en alargarnos la vida. En la naturaleza hay animales que son inmortales en un estado de plenitud. Este movimiento busca eso en las personas.

¿Esto no podría ocasionar problemas, relacionados por ejemplo con la sobrepoblación?

Todo cambio siempre ha dado miedo, igual que todavía hay gente a la que le da miedo volar o tener un dispositivo que emita radiación. Al final se convierte en lo lógico; ¿quién no tendría en su mano un móvil, que contiene más información que la que había en la Biblioteca de Alejandría? Es el desarrollo natural. Si te remontas al pasado, hasta la agricultura es artificial. Hasta donde hemos llegado hoy en día se ha conseguido en unos 200 años, mientras que todo lo demás se consiguió en unos 10.000 y la Humanidad comenzó hace unos 200.000 años. Imagínate.

En cierta manera, hasta que no nos adecuemos al cambio puede perjudicarnos.

Va a haber revoluciones y muchas serán malas. Como en cualquier cambio hay gente que paga, algunos sin tener la culpa. Pero es que las revoluciones que vamos a vivir no tienen precedentes. Hemos vivido hasta principios de los siglos XIX y XX en un estado de supervivencia. A partir de entonces superamos esa carrera de supervivencia por una de abundancia, que en algunos países hemos superado para llegar a la sobreabundancia. Si yo quiero me compro frutas tropicales u objetos de mil partes del mundo, lo que me dé la gana. Si quiero explotar comiendo lo puedo hacer. Hemos llegado a un punto en el que la gente se preocupa por la comida que come. La carrera de la superabundancia es a la que vamos ahora, en la que estamos apostando empresas como Bioo, Google o Microsoft.

¿Qué representa el proyecto de Ibiza?

Representa una oportunidad extraordinaria que casi ninguna empresa tiene. No solo para mostrar nuevas tecnologías que se están construyendo sino realmente para cambiar la forma en la que la gente piensa. Un jardín botánico se suele concebir como un lugar aburrido, pero precisamente lo que se está construyendo aquí es de todo menos aburrido. Queremos que la mentalidad de mucha gente cambie, su forma de pensar, porque en vez de utilizar las tecnologías que ya tenemos, ¿por qué no utilizar la naturaleza con los nuevos medios para que esta sea la nueva forma de vivir en un futuro?

¿Volverá a la isla cuando el jardín esté abierto?

Por supuesto, ¡si la idea es tener un dj y todo! -bromea-. Queremos atraer gente de fuera, incluso poder llevarlo de Ibiza a otras partes de Europa, siendo la isla el centro.

¿Podría hablar un poco de este piano tan original?

En este piano en concreto utilizamos una de las tecnologías que actualmente estamos desarrollando en Bioo. Tratamos las plantas como antenas biológicas. Lo que hacen es captar frecuencias, de radio por ejemplo. Cuando un cuerpo toca una de esas plantas se genera un cambio de frecuencia. Como son cuerpos conductores, la mueven a lo largo de su cuerpo y cuando llega al sistema ya es en forma de voltaje, que lo utilizamos para transformar en sonido y en luz. Se genera literalmente con la naturaleza. Pero no solo con ella: es el ser humano más naturaleza.