Con muchas ganas y sin apenas nervios, se enfrenta hoy Bernat Quetglas (Marratxí, 1993) a la prueba de fuego que determinará si es o no «el capitán de barco» idóneo para llevar a buen puerto a la Orquestra Simfònica Ciutat d'Eivissa (OSCE) en los próximos dos años. Para este joven mallorquín, director titular de la Orquestra de Cambra de Mallorca, «todos los conciertos son exámenes», por lo que se muestra tranquilo ante la cita musical de esta tarde en el auditorio de Cas Serres.

El pasado fin de semana comenzaron los ensayos y Quetglas tuvo la oportunidad de establecer un primer contacto con esta formación musical de Vila, de la que hasta entonces, reconoce, conocía pocos datos. Dos días de ensayos intensivos le bastaron para sacar la conclusión de que «la OSCE es una joya para la ciudad de Eivissa». «Que un ayuntamiento esté dispuesto a financiar una orquesta es algo excepcional, hasta ahora no conocía consistorios que lo hicieran, por lo menos en Balears», subraya. Lo que le falta a este «tesoro» para brillar, en palabras de Quetglas, es «una persona que le dé una identidad, una estabilidad, un rumbo y una forma de trabajar».

Del sistema para elegir a su futuro director, el mallorquín valora como «muy positivo» el hecho de que los propios músicos de la orquesta pongan nota a los candidatos. «Esto quiere decir que de este proceso de selección va a salir una persona con la que los integrantes de la OSCE se van a sentir cómodos e identificados», remarca.

Competir con un antiguo profesor

Quetglas conoce personalmente a uno de los otros dos aspirantes al cargo de director de la Sinfónica de Vila, Fernando Marina. Este leonés fue su profesor cuando estudiaba en el Conservatori Professional de Música i Dansa de Mallorca. Reconoce que «tiene su gracia lo de lidiar por una plaza» con su antiguo maestro. El tercer candidato es Xavier Pagès-Corella, que dirigió el primer concierto de la temporada de la OSCE el pasado mes de mayo. Con 26 años, Bernat Quetglas es el benjamín de todos ellos. No considera que esto, a priori, pueda ser una desventaja. «El hecho de ser joven de por sí ni es bueno ni malo. Aporta un punto extra de energía que puede ser recibido, dependiendo de la orquesta, de forma positiva o negativa», señala.

Quetglas tiene muy claro qué se necesita para ser un buen director de orquesta, además de talento. La fórmula contiene, al menos, un 40 por ciento de «capacidad de sacrificio», el mismo porcentaje de «psicología» y un 20 por ciento de «suerte». A pesar de que no hay antecedentes familiares, lo suyo es «completamente vocacional». Empezó en la música con 4 años aprendiendo violín y continuó en el conservatorio con la viola hasta los 18 años. Después estudió la carrera de Composición y Dirección en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo de componer suponía trabajar muchas horas solo y que a él lo que le iba era «crear música» en equipo.

El joven mallorquín se alegra de que vaya desapareciendo del panorama musical la figura del «director intocable y endiosado» que se estilaba en los años 70 y 80 «a favor de uno más humano». «En cierta manera, se está democratizando el mundo de la orquesta. No hay que olvidar que el instrumento del director son los músicos y que tiene que hacer música con ellos y no a costa de ellos», señala. Es por este motivo que su máximo referente es Claudio Abbado. «Significó la democratización de la mejor orquesta del mundo, la Filarmónica de Berlín».

Este año Quetglas está en racha. Debutó con la Simfònica de Balears y ha conseguido una plaza como director asistente de la orquesta de la diputación de Alicante. En Eivissa hoy llevará la batuta de la OSCE, en un concierto para el que ha preparado un repertorio de música «fresca y conocida, que no requiere de ser melómano para disfrutarla», con piezas de Mozart y Beethoven.