La pequeña Adriana tiene sólo ocho meses pero hace un año ya estuvo en el concurso de sandías de Agroeivissa. Su madre, Sheila, empleada de la cooperativa estaba embarazada de ella cuando los socios decidieron darle un poco de «alegría» al intenso verano. La historia se repite. En esta ocasión es Leticia, otra de las empleadas, la que ejerce de jurado, la que luce embarazo. Está de siete meses y, cuando aparece por el patio en el que se celebra el certamen, las bromas no se hacen esperar: «Tú sí que llevas una buena sandía», le dicen con cariño. Emanuel, que así tiene previsto llamar al pequeño, está exactamente en el mismo lugar que Adriana el año pasado. (Ver galería de imágenes)

Joan Marí, presidente de la cooperativa, defiende, entre risas, que todo es por la sandía, que está cargada de zinc y eso estimula todo lo que tiene que ver con la reproducción. «No lo digo yo, lo dicen los médicos», insiste, no dejando muy claro si en broma o en serio, mientras otros socios y trabajadores acaban de preparar las sandías que participarán en el concurso, que nació el año pasado. Se celebra siempre el segundo sábado de julio porque éste es el mes en el que este fruto está en todo su esplendor y el premio es simbólico: una cena. El año pasado, sin embargo, todos se animaron y la cena para dos del ganador se convirtió en toda una fiesta que no quiso perderse ningún socio.

«Pedimos que no hagan trampa», comenta Joan Marí respecto a la batalla por la sandía más grande. La idea es que los agricultores detecten su ejemplar más hermoso y lo traten con cariño hasta el día del certamen. En cuanto al sabor, el presidente de la cooperativa reconoce que esta cucurbitácea es «complicada». «Para hacer buenas sandías y melones hay que ser un buen payés», sentencia. Hay que tener cuidado con el riego. Casi el 90% de la sandía es agua, de manera que el sabor se lo dan las sales minerales, potasio, básicamente. «La naturaleza es muy sabia y nos da en cada época del año lo que necesitamos. En verano sudamos y necesitamos hidratarnos», detalla el experto, que asegura que el cultivo en tierra es uno de los secretos del sabor de la sandía ibicenca. En este sentido, explica que en la isla se comercializan sandías de cultivos hidropónicos de Almería que llegan antes de que empiece la temporada de este fruto en la isla, «pero no saben a nada».

El presidente destaca también la importancia de «tener mano» a la hora de determinar el punto de maduración. Marí entra en una de las naves, que a media mañana está prácticamente vacía -«esto es lo bueno, que a primera hora esté llena y en unas horas, vacía porque ha salido el género»- y da unos golpes a varias sandías para escoger dos que estén maduras. «Tiene que sonar como... Bueno, no sé describirlo, pero sé cómo tiene que sonar», comenta Leticia, que asegura que trabajando en la cooperativa ha aprendido a distinguir el sonido de una sandía en su punto. «Nosotros, con tantos años de trabajo, tenemos el ojo y el oído entrenados», indica Marí antes de confesar que hay trucos para los menos expertos: a la sandía le salen unos hilos de los extremos, cuando éstos se secan es el momento de recogerla.

La sandía, para que sea buena, debe ser, según el presidente de la cooperativa, a rayas, grande y con pepitas. E insiste mucho en lo de las pepitas. «Tenerlas no es ninguna tara, al revés. Hemos probado muchas sin ellas y las hemos abandonado porque dejaban mucho que desear», afirma.

Caída de la producción

La campaña este verano está siendo «maravillosa» en calidad, pero no así en cantidad. De hecho, el presidente de la cooperativa alerta de que es posible que en las próximas semanas sea complicado encontrar sandía ibicenca en tiendas y mercados. «Se notará», advierte con cara de circunstancias. Uno de los principales productores de esta fruta de la cooperativa ha tenido un problema con el semillero. Se equivocaron al hacer el injerto, que realizaron con sandía mini, y toda la producción se ha quedado en el almacén. Marí muestra el resultado de la equivocación, unas sandías que no pasan de los tres kilos. Muy cucas, pero que no se han podido colocar en el mercado. El agricultor ha hecho una reclamación formal por este error que implicará una caída del 40% de la producción de sandía de la cooperativa este verano.

«Éste es el principal motivo por el que este socio no se presenta», justifica Marí segundos antes de que comience el concurso. Primero, el pesado de los cuatro ejemplares que optan al premio a la sandía más grande. Apenas caben en la caja y hay que doblar bien el lomo para colocarlas sobre la báscula de la zona de carga. Allí donde normalmente se pesan toneladas, hoy se colocan las frutas de una en una. Los asistentes, una veintena de trabajadores, socios, familiares y amigos observan los números que aparecen en la pantalla: 14,5 kilos, 15 kilos, 17,5... ¡21,5! El público aplaude mientras contempla, admirado, el ejemplar. Pep Mayans, otro de los socios, que ejerce de secretario, desvela el nombre del propietario de semejante sandía: Joan Marí, el presidente, que recibe las felicitaciones de todos. Incluida la de Adriana, que aplaude y ríe mientras su madre la deja en brazos de su padre para hacer de jurado de la segunda (y deliciosa) categoría del concurso: la sandía más rica.

«El jurado son las mujeres de la empresa», comenta Marí. A él, como al resto, se le hace la boca agua cuando Pep coge las sandías y las corta. « Quin matancer!», le gritan al ver el enorme cuchillo con el que se dispone a hacerlo. Una a una, van mostrando su interior. El color rojo, las pepitas, el agüilla que chorrea, el crujido de la cáscara al cortarlas... Todos, no sólo la pequeña Adriana, salivan. Casi babean. «Ésa va bien cargada de azúcar», comentan, expertos, al ver cómo una se raja sola al meterle el cuchillo.

Esther, Leticia, María, Sheila y Jesús (este año hay un hombre en el jurado), se concentran en su labor. Degustan, una a una, las sandías. Repiten de alguna, para asegurarse. Y anotan la puntuación en unas tablillas que les ha pasado Pep Mayans. Entonces se abre la veda. Cualquiera puede probarlas. Y opinar. Dos de ellas, las que llevan los números 20 y 30 parecen ser las favoritas del público. Algunos de los integrantes del jurado asienten, dándoles la razón.

La sandía vuela mientras Pep Mayans suma los puntos. Se hace un silencio sepulcral. La 30, también de Joan Marí, se hace con el segundo premio. La veinte, de carne prieta y sabor profundo, obra de Toni Colomar,se hace con la victoria. Es grande, a rayas y, además, su rojo intenso está cuajado de piquitos negros. «De la sandía, hasta las pepitas», se escucha en la celebración.