Ibiza celebró ayer la festividad católica del Corpus Christi, con la que se recuerda la solemnidad del cuerpo y la sangre de Cristo. Esta fiesta llega siempre 60 días después del Domingo de Resurrección y cae en jueves, aunque en varios países se desplaza al siguiente domingo para compatibilizarla con el calendario laboral. (Ver galería de imágenes)

La catedral de Ibiza acogió desde las 19 horas la misa del Corpus, ante la mirada curiosa de algunos turistas. Miembros de varias cofradías y parroquias de Vila, una banda de música y niños y niñas que recibieron su primera comunión hace un mes, formaron parte activa de la celebración.

En la entrada del templo se esparcieron ramas de una hierba típica del campo pitiuso. La herba también conocida como frígola borda (frígola falsa) o zamarrilla en castellano, impregnaba con su olor la entrada de la catedral y se mezclaba con el incienso.

Con el templo casi lleno empezó la misa con el canto del coro mientras un bebé daba su opinión, llorando, antes de que empezará la liturgia a cargo del obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura.

En su homilía el prelado explicó la importancia del sacramento al que se dedica la fiesta: «La eucaristía es central para la Iglesia católica. Sin la eucaristía no hay Iglesia católica. Sin participar en la eucaristía la vida del cristiano se apaga y termina», y añadió: «Nada justifica la costumbre cada vez más extendida según la cual por ser cristiano no hace falta ir a misa. Es todo lo contrario, el cristiano debe ir a misa y comulgar», aclaró el obispo.

Además, Juan Segura explicó que la procesión no era solo un «paseo» sino que debía servir como «testimonio de la piedad y el amor de Jesús». El obispo recordó que el día de ayer era también un día especial por otro motivo, ya que estaba «dedicado a la caridad». «Ante la profunda crisis económica y laboral que vivimos, Caritas invita a todos a que ayuden a los más pobres».

Tras la homilía llegó el momento de la eucaristía, donde intervinieron algunos de los niños que hace poco recibieron su primera comunión llevando los cálices.

En mitad de la eucaristía se produjo un momento de desajuste entre los acontecimientos del interior de la iglesia y los de fuera, en la plaza. La banda del Santo Cristo Yacente, sin duda creyendo que la misa acababa, marchó desde un extremo de la plaza hacia la puerta de la catedral tocando música. Desde el interior del templo salieron varias personas a reclamar que parasen porque impedían que se escuchase al obispo bendiciendo las hostias.

Al término de la misa salieron en procesión, primero los estandartes de las cofradías y parroquias presentes. El Santo Cristo Yacente, el Jesús Cautivo, El Cristo de la Agonía y la bandera de la parroquia de Sant Pere. Tras ellos cofrades y fieles antes de una doble fila de alrededor de una treintena de niños y niñas vestidos de primera comunión. A continuación salió de la catedral la custodia de la misma. Portada por sacerdotes, procesionaba bajo palio, que portaban miembros de las cofradías. A su salida la banda del Cristo Yacente tocó el himno nacional.

Tras la custodia, el obispo y sus ayudantes salieron seguidos de la banda tocando algunas de sus piezas musicales.

La procesión comenzó bajando la cuesta de la catedral entre miradas de curiosos, cámaras y móviles. Al llegar al convento de las monjas de clausura de Dalt Vila la comitiva hizo su primera parada. En la entrada del convento las monjas habían preparado un pequeño altar. Entraron los portadores con la custodia. Acto seguido el obispo se arrodilló para rezar y cantar ante el ostensorio en el que se guardan las hostias consagradas de la catedral de Ibiza.

A continuación, el prelado ofreció a los presentes el copón para hostias que culmina la parte superior de la custodia. La procesión siguió con algunas paradas más por el camino hacia la iglesia de Sant Elm, donde terminó el recorrido de la comitiva.