A pesar de las dificultades que conlleva la organización de un acontecimiento de la envergadura de Eivissa Medieval en una localización como el casco antiguo de Vila, Gabriela Urquiza, asegura que «es uno de sus eventos preferidos». A cargo de la empresa externa que se ocupa de la coordinación y logística, define su labor en la feria «como un amor difícil», porque «trabajar en Dalt Vila es un lujo, pero también un reto». Mientras lo explica, está pendiente del teléfono para asegurarse de que todo esté en orden en los distintos espacios donde se desarrollan las actividades de la feria, que vive su segunda jornada. «Lo que un año vale, al siguiente no, es una producción viva en la que los participantes cambian, eso es lo que la hace apasionante», remarca. (Todas las imágenes de Eivissa medieval).

Para Urquiza, desde el punto de vista logístico y de producción, «Eivissa Medieval lo tiene todo». El hecho de contar con una sola vía de entrada y salida para los vehículos, el amplio espacio que hay que abarcar y la particularidad de que «prácticamente toda Dalt Vila esté en plano inclinado» son algunos de los desafíos a los que tiene que hacer frente el equipo de logística. Si el montaje de la feria tiene su complejidad el desmontaje es el más difícil todavía. Mientras que el primer proceso se hace de forma gradual en diferentes días, el desmontaje se tiene que hacer en unas pocas horas. «La consigna del Ayuntamiento es que Dalt Vila tiene que estar el lunes por la mañana como si no hubiera pasado nada, así que el trabajo se hace de madrugada», detalla.

Como ella misma recalca, Urquiza es una pieza más de «un gran engranaje» en el que participan muchos equipos y grupos externos. Enumera, entre otros, a «concejales, coordinadores del mercado, la Policía Local, las brigadas de obras y de limpieza, todos los servicios municipales, voluntarios y empresas externas».

Imprevistos con el viento

Imprevistos con el viento

La especialidad de su equipo es «cortar fuegos» y resolver en el momento imprevistos como el que se vivió en la madrugada del miércoles al jueves, cuando el fuerte viento en el Baluard de Santa Llúcia «destrozó puestos enteros». Los tuvieron que reemplazar en el último momento para que estuvieran listos el día de la inauguración. Ésta es solo una de las cientos de situaciones difíciles a las que se ha enfrentado en los cerca de 19 años que lleva implicada en la organización de Eivissa Medieval.

Urquiza es una de las veteranas de la feria, como lo es también Pere Marí, al frente del único puesto del mercado en el que este año se pueden contemplar y adquirir flaütes, tambors y castanyoles. Este maestro artesano participó por primera vez en Eivissa Medieval en 2001. «En aquellos tiempos estábamos en la zona de sa Carrossa y apenas teníamos ni mesas ni sillas», rememora. Para Marí, la ubicación actual, en la plaza de sa Font, la calle Antoni Palau y el Mercat Vell, es la ideal. «La peor fue cuando nos colocaron dos o tres años en la catedral», asegura.

Marí considera que «la feria ha evolucionado muy bien» y está satisfecho con la afluencia de gente. Cada día decenas de personas se acercan a su tenderete para ver cómo elabora artesanalmente los instrumentos ibicencos. Ahora está dibujando con un cúter la decoración de unas castanyoles. «Mucha gente piensa que les estafas con los precios, pero cuando ven el trabajo que lleva lo entienden», comenta.

Muy diferentes son los instrumentos que portan para su actuación los en el Portal de ses Taules los músicos de Turdión, otros rostros habituales de Eivissa Medieval. El grupo, creado en Madrid pero compuesto por gallegos, asturianos y leoneses, participa en la feria «de forma intermitente» desde casi sus inicios. No han fallado en las cuatro últimas ediciones, según asegura uno de sus componentes, José Turdión, que toca el davul (tambor). El conjunto lo completan Óscar Alonso, que hace sonar el bouzouki (similar a la mandolina), Noel Barajas, que es el gaitero, y Javier Franco, que toca la bombarda (parecida a una dulzaina).

En esta edición, llevan a la feria dos espectáculos, 'Turdión Medieval' y 'Grimorium', en el que se caracterizan con máscaras como duendes y seres mitológicos. Además, al día siguiente (hoy) participarán, como en la edición anterior, en el espectáculo que se llevará a cabo a las 11.30 horas en la plaza del Martell, en el puerto, para 160 personas mayores de todas las residencias de la isla.

Desde que José Turdión visitó por primera vez Eivissa Medieval, allá por el el 2002, asegura que la evolución de la feria ha sido «espectacular». Resalta sobre todo el trabajo de organización.

Una feria única

Una feria única

Muy acostumbrados a trabajar en mercados medievales, «casi cada fin de semana» visitan uno, aseguran que el de Ibiza es único. Javier Franco cita como aspectos diferenciadores que hay muchos turistas y compañías extranjeras, lo que también les permite hacer contactos. Tanto él como Turdión destacan, por encima de todo, «el entorno espectacular, de los mejores que hay, y la energía de la gente, que es muy especial».

Hay otra cosas que solo pasan en Ibiza, como el hecho de que haya gente que baile sus melodías medievales «como si fueran techno», mencionan entre risas. De su paso por la feria en estos años se llevan más de una fan, como la mujer que tras escucharles en el mercado medieval, les contrató para actuar en su boda en un conocido hotel local. También tienen muchísimas anécdotas, pero, como dicen, «lo que pasa en Ibiza, se queda en la isla».

Los músicos siguen su camino hacia la calle en la que están ubicados los artesanos locales. Allí está Susana Cardona, coordinadora y conservadora del Museu d'Etnografia d'Eivissa. Su función, que en los inicios del mercado medieval desempeñaba Lina Sansano, «es localizar a los artesanos locales que exponen, controlar que lleven la vestimenta de trabajo adecuada y que hagan una demostración de sus oficios y comprobar que los productos expuestos respeten la artesanía tradicional ibicenca». Lleva desempeñando esta tarea «ocho años consecutivos», pero ya realizó esta misma función anteriormente desde 2004. Explica que, a lo largo de estos años, «el perfil de los artesanos ha cambiado y se ha ido sumando más gente». Además, han aparecido nuevas asociaciones artesanales como la de 'Eines i Feines', a la que pertenece Cristina Ferrer, una auténtica veterana de esta celebración. Esta ibicenca de 78 años lleva participando en la feria desde su primera edición, en el 2000. Polifacética y muy hábil «con las labores», en este tiempo ha demostrado su maestría al público bordando mantones o haciendo espardenyes. Este año trabaja el esparto junto a la «novata» de la asociación, la salmantina Susa Bermejo. A Ferrer le apasiona Eivissa Medieval, tanto como la playa, que por un momento añora en un día de auténtico bochorno.