¿Cómo llegó el proyecto de 'Rojo' a sus manos?

Me llegó hace ocho años aproximadamente. Era una propuesta que venía de Focus, de Barcelona. Leí la función y me pareció un texto muy interesante, pero en aquel momento no encajaba dentro de las cosas que quería hacer y, sobre todo, no acababa de ver quién podría hacer el otro personaje, el de Ken. Tenía que ser un actor bastante joven, pero con una experiencia y un nivel que en aquellos momentos yo no veía. Al cabo de un tiempo, cuando terminamos 'Sueños' de Quevedo, hablando con Gerardo Vera de cuál podría ser nuestro tercer proyecto de colaboración, Gerardo pensó en 'Rojo'. Creía que yo estaba en la edad y en el momento para hacer a Rothko. Los dos pensamos a la vez que Ricardo Gómez podría hacer de Ken. Es un actor impresionantemente maduro para la edad que tiene, justo lo que necesitaba un personaje como el ayudante de Rothko.

¿Qué le atrajo más de su papel?

Rothko es un personaje muy complicado, pero tiene un espectro de matices para la interpretación tan grande que lo hacía un reto. Estaba dentro de lo que yo acostumbro a hacer, pero era un salto al vacío muchísimo más potente, con muchísimas menos medidas de seguridad. Esto era ya hacer trapecismo sin red y a mucha altura.

En principio Gerardo Vera iba a ser el director, pero al final acabó siéndolo usted...

Durante siete meses me dediqué a preparar el personaje. Es un proceso como el de montar un coche. Tienes claro cómo hacerlo pero no sabes exactamente el modelo que quieres armar. Empiezas a leer, a analizar la obras, los cuadros, el movimiento, la época... y generas un estado mental en ti de conocimiento y cercanía con ese personaje. En este caso construí el papel con una idea muy clara en la cabeza: «no pienses en el montaje, la función no la diriges tú, la dirige Gerardo Vera». Una semana antes de empezar los ensayos, cuando ya tenía montado un coche maravilloso del que estaba enamorado, a Gerardo le dio un infarto, le tenían que operar y poner un bypass, lo que suponía que no podría incorporarse al trabajo como poco hasta Navidad, así que no podría dirigir la función. Los contratos con el Teatro Español y con toda la gira estaban firmados, es decir, que era un proceso que, sí o sí, tenía que arrancar. Desechamos llamar a un director de encargo así que teníamos dos opciones, suspender la producción o que yo la dirigiera, como proponía Gerardo.

¿Qué sintió ante ese reto?

No me asustó en absoluto la idea de dirigir 'Rojo', porque es mi cuarta dirección. Ya he pasado por ahí y, afortunadamente, ya con más de cuarenta años de carrera a mi profesión no le tengo miedo ninguno. Pero sí era una situación muy compleja, primero necesitaba la complicidad de Ricardo, no es lo mismo que te dirija desde fuera Gerardo Vera a que te dirija desde dentro Juan Echanove. Él fue muy generoso y muy cerebral y me dijo que creía que podía hacer un 'Rojo' maravilloso y que quería hacerlo conmigo. Salí encantado de la vida pero luego me encontré con que tenía que desmontar el coche y poner todas las piezas encima de la mesa otra vez. Cuando ya más o menos tenía dibujado el montaje sobre el escenario me dediqué a dirigir a Ricardo y cuando quedaban diez días para estrenar me puse a montar mi coche de nuevo para añadirle una característica que antes no tenía.

¿Cómo es ese nuevo coche?

No tiene frenos, ni medidas de seguridad, ni ABS, ni airbag, no tiene nada. Te tienes que lanzar a toda velocidad con la única fe de que al final de la carretera, antes del precipicio, quien te va a parar va a ser tu amigo, Ricardo. Que a mis 57 años me proporcionen esta tonelada de adrenalina y esta tonelada de riesgo es un regalo de la vida y de la naturaleza. Es un juego de trapecistas en lo más alto de la lona del circo, sin red y, por ahora, desde luego, no nos hemos caído. Lo estamos disfrutando mucho. Yo en cada función me muero de ganas de que me queden cinco minutos para salir a escena y convertirme en ese pintor al que admiro y detesto a la vez, porque no hace falta convertirse en una mala persona para interpretar a una mala persona.

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¿Fue difícil ponerse en el papel de alguien de carne y hueso como Rothko?

Rothko era alcohólico, bipolar, un ser enormemente creativo, decepcionado, envidioso, soberbio, huraño y absolutamente despectivo con la generación que le iba a suceder, odioso, en definitiva. El personaje que interpreto es un maltratador, un tipo que si te lo encuentras en una reunión, yo lo mato a hostias. Muchas veces tengo que hacer un ejercicio de concentración muy grande en el escenario para decirle las crueldades que le digo a una de las personas que más quiero en la vida, Ricardo Gómez. Lo que más me atrajo era superar todos esos prejuicios y colocarme en la imparcialidad. La forma de interpretarlo era no criticándolo. Lo que había que hacer era estudiarlo, prestarle mi cuerpo, mi conocimiento y mi capacidad de manejar las tablas para que el espectador no viera al actor, sino al personaje. Yo no puedo salir a un escenario a hacer de mí mismo, porque si lo hiciera, sería el primero que no pagaría una entrada para verme.

No es el primer personaje controvertido que interpreta. Se ha metido en el papel de Franco y en el de Michel, un funcionario aficionado al turismo sexual que protagoniza 'Plataforma', de Houllebecq.

Sí, hay muchos personajes que he tenido que interpretar que no son convivibles con mi manera de sentir. Esas personas a mí me hacen daño, pero si me coloco desde el terreno profesional he de ser imparcial, tengo que ser ese personaje. No soy yo quien juzga, es el espectador quien lo hace. Y además a Rothko hay que juzgarlo en dos vertientes, la personal, que afortunadamente no la conoció mucha gente, y la artística. Es uno de los más grandes pintores de la historia del arte universal.

¿Es necesario que al espectador le guste el arte para que la obra le llegue?

Recuerdo una nota que nos dejó a Ricardo y a mí un espectador que decía que para él la palabra cuadro, hasta el día que nos vio en 'Rojo', se refería al cuadro de su bicicleta, pero que había vivido algo en escena que le iba a hacer volver al teatro, porque lo que estábamos contando le ocurre a los seres humanos. La cultura no tiene oropeles ni chapines dorados, reside en la bondad, en la capacidad de ponerse en la piel del otro y yo creo que en 'Rojo' se genera una empatía con el espectador, porque la función la hacemos de verdad. Los saltos mortales que ven los espectadores se hacen sin red.

¿Es importante para usted el arte?

Para mí es el aire que respiro y el arte contemporáneo es donde reside mi ideal revolucionario, que todavía mantengo intacto. La pintura y la arquitectura, especialmente, le dan sentido a mi vida y a la de todos nosotros.

¿El conocer a Ricardo Gómez de su etapa en 'Cuéntame' les ha ayudado a que haya sintonía sobre el escenario?

Es un arma de doble filo, porque ya dice el refrán que donde hay confianza da asco. Hay veces que es preferible trabajar con alguien a quien no conoces y que estás descubriendo día a día, que hacerlo con alguien con quien has comido y cenado más de cien veces. Pero para mí Ricardo hace cosas tan sorprendentemente buenas en el escenario que me emociona. A veces me cuesta mantener la concentración para no perder el hilo, porque me quedo extasiado. Ricardo tiene la misma edad que mi hijo y siento por ellos un cariño muy especial. No tengo un sentimiento paternal hacia él, pero sí fraternal. En mi opinión es uno de los actores que estará en lo más alto dentro de unos años en el teatro español y yo estaré ahí para verlo, espero.

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¿Cómo definiría a Ken, el ayudante de Rothko al que Ricardo Gómez interpreta?

Ken es un joven pintor, seguramente muy cercano a los últimos vanguardistas de la época, a todo el movimiento de pop art, que se mete en la leonera con este tipo insoportable porque sabe que le puede enseñar mucho. Es un joven idealista y optimista, pero que tiene un pasado en su vida enormemente complicado.

¿Hablan alguna vez Ricardo Gómez y usted de 'Cuéntame'? ¿Echa de menos esa etapa?

Mi salida de 'Cuéntame' no fue la salida deseada. Eso me hizo tomar a mí durante dos años una actitud que podría parecer hasta cómica, pero que a mí me pareció la más higiénica posible, que era decir que yo no me acordaba de nada. Cuando me puse a trabajar con Ricardo lo primero que le dije es que, sabiendo que nos iban a preguntar mucho por 'Cuéntame', no pensaba seguir con esta tontería de que no me acordaba de nada, por respeto a Ricardo Gómez, que tuvo una salida maravillosa, la que yo hubiera deseado. Yo en 'Cuéntame' fui fusilado al amanecer. No podría decirte las razones, porque son cábalas mías, pero en todo caso sí que tengo que decir una cosa, yo fui feliz muchos años interpretando una serie y los últimos dos meses fueron la peor experiencia de mi vida. Me costó recuperarme de ella, pero lo que me hizo superarlo es pensar que si esto me estaba pasando a mí, con el bagaje que tenía, que no le parecía a otros, que no tienen ni siquiera la posibilidad de subirse a un escenario. Eso me hizo separar el grano de la paja y me hizo revivir momentos pasados en 'Cuéntame' que tienen que ver con mucha gente maravillosa. También me hizo pensar que entre todos hicimos una de las series más importantes de la historia de la televisión, aunque haya a lo mejor gente de dentro de ahí que piense que no, que sólo lo hicieron ellos.

¿Cómo ve el panorama cultural con este gobierno?

Yo creo hay un doble problema. Primero, la administración del Ministerio de Cultura es lenta, pesada y juega con unos presupuesto exiguos en las artes escénicas y visuales. Además, hay que hacer frente a toda una campaña que se ha hecho en contra, también desde el Gobierno actual, en la que se ha dicho a la gente que la cultura no es un bien de primera necesidad. No sé cuáles son los logros en cultura del actual Gobierno, pero conozco al ministro José Guirao, sé que es un gran gestor y que dentro precisamente de la pintura ha desarrollado una labor importantísima en las últimas décadas en este país. Le tengo mucha admiración y respeto. Como estamos en un estado de provisionalidad, no sé exactamente si se está legislando o se están tomando decisiones que salgan un poco del entorno de lo inmediato de un gobierno. Creo que nuestro problema no reside tanto ahí como en la ley de Educación. El futuro de nuestras generaciones venideras está bastante en pañales por culpa de la falta de entendimiento entre los partidos políticos para llegar a una ley general de Educación, que hubiera sido tan importante como la ley de la Transición.

¿Vivimos en tiempos oscuros para la libertad de expresión?

Absolutamente. Hemos caído en la peor de las censuras, que es la autocensura.Hay que defender lo importante y durante mucho tiempo lo que hemos hecho es defender nuestra calidad de vida, olvidando a la gente que no iba en ese tren. Creíamos que éramos inmortales y nos montamos en un Titanic que chocó con un enorme iceberg. Somos todos la orquesta del Titanic, seguimos tocando y cada día nos hundimos más.

¿Cree que ha mejorado el panorama para los actores con la aparición de las plataformas de streaming

El teatro está bastante vigorizado, fundamentalmente porque tiene un as en la manga guardado que gana todas las partidas y es que no tiene manta, no tiene posibilidad de falsificación. El teatro es un fenómeno vivo y eso es el seguro de vida del teatro. Las posibilidades de los actores en este medio son verdaderamente hermosas. En el terreno de lo audiovisual no podemos considerar a la televisión como cine ni al revés. El cine da al espectador verduras y la televisión muchas veces da puré, en ocasiones muy rico. No quiero satanizar ningún medio, trabajo en todos, pero cuando haces televisión tienes que saber que estás haciendo televisión. Ahora bien, cuando el cine que se hace depende de que lo decidan las televisiones entonces es normal entender que el 80 por ciento del cine que se hace sea cine televisivo.

Le veo más procine y proteatro.

Y también proseries de televisión. Llevo diez días que cuando vuelvo de rodar mi serie 'Desaparecidos' me pongo a ver de nuevo 'Juego de Tronos'. A mí las series me vuelven loco, sobre todo verlas del tirón.