La vida y obra de Christine Spengler (1945, Mullhouse, Alsacia) es prolífica. Resumir su recorrido profesional, humano y sus méritos es tarea ardua. Ha sido nominada Chevalier des Arts et des Lettres de Francia, tiene la Legión de Honor Francesa, entregada por el expresidente Nicolás Sarkozy; su foto 'Carnaval en Belfast'figura entre las cien mejores imágenes del mundo, ha expuesto en las galerías más importantes de Francia y ha escrito siete libros, entre ellos 'Entre la luz y las sombras. Biografía de una corresponsal de guerra'. Es en el fondo una artista contradictoria que imprime a sus fotos un mensaje de esperanza y le apasiona el tango. Tras la presentación de su documental 'Moonface. Una mujer en la guerra', de Xavi Herrero, en el Cinefest expone su nuevo trabajo 'La ópera del mundo' en el Museo de la Fotografía de Niza y presentará en agosto una retrospectiva de su obra en el Club Diario de Ibiza.

¿Al final tiene su documental, 'Moonface, una mujer en la guerra'. ¿Es como usted imaginó?

Tanto Philippe como yo estamos más que sorprendidos, maravillados y encantados. Siete realizadores querían hacer una película sobre mi vida, uno de ellos de Hollywood gracias a una señora que conocí en Ibiza, después de trabajar cuatro años con ellos, nos vinieron a ver a Madrid, París y nos invitaron a Cannes, pero querían hacer un final happy-end tan tonto que les mandé al demonio. Pretendían que la famosa corresponsal Saudá, la mujer de negro, como me conocen en el mundo árabe, en cuanto conoce a Philippe y se enamora de 'el hombre de blanco' se olvida de su carrera, se casan y tienen niños.

¿Con todas esas propuestas le confía su vida en la pantalla a Xavi Herrero... gracias a Ibiza?

Xavi es catalán, vive y trabaja entre Ibiza y Cadaqués en un barco. No lo conocía. Me lo presentó una vecina y amiga común, Lucía Ortín. No dejaba de hablarle de mí. Él ya había leído mi libro 'Una mujer en la guerra?.' pero le obligó a leerlo dos veces más. Un día me llama y me comenta que me quiere ver en Madrid, pero no quería comprometerme porque tenía otros proyectos. Le puse como condición que me invitaran a comer a mi taberna favorita en Madrid, El comunista, una tasca auténtica que está cerca de lo que era mi emblemático hogar en la ciudad y había sido la casa de Manolete y son mi 'familia española'.

¿Fue su primer encuentro?

Sí, me pareció muy simpático. Nos quería enseñar la mitad de la película que ya había hecho, sin conocernos de nada. Había trabajado mucho con fotografías mías que Lucía le había conseguido. Me gustó esa primera toma de contacto, fuimos a mi apartamento en el hotel Recoletos donde tengo mi mini casa montada, ya que me dejan tener fotos, cuadros y demás cosas en el sótano. Nos mostró lo que había montado, todo era de una fuerza y un trabajo enorme. Se había pasado noches enteras en su barco buscando archivos durante seis meses.

¿Esperaba algo tan elaborado?

Nada más ver las primeras imágenes de guerra de El Chad, los tiroteos, el desierto, el ruido de los Land Rovers, mis fotos y mi voz en off? me trasladó súbitamente al lugar. El conjunto de este material tan elaborado con mis primeras fotos famosas en Irlanda del Norte para la revista Life, etcétera, lo hacía extraordinario y me sorprendió, ya que con otros productores todo esto era muy simple. Xavi ha encontrado, además, trozos de mis viajes y trabajos que están libres de derechos, lo que ha hecho posible que toda la película, hasta el final,sea en blanco y negro y con todos los conflictos.

¿ Refleja este documental toda su carrera como fotógrafa, escritora y corresponsal de guerra?

Sí, de principio a fin, incluye todas mis imágenes hasta 2016 y hasta mi última foto famosa, 'La jungla de Calais'.

¿Cómo logró esta foto tan especial en el campo de refugiados de Calais, en Francia?

Con mi ojo femenino podía ver en medio del lodo y la nieve cosas distintas y divisé a un joven que había pintado grandes palomas de la paz sobre su tiendecita negra mientras otros colegas recorrían el campamento en grupo. Hice como siempre una sola foto.

Su documental se va a presentar de manera oficial a competir en el Festival de Málaga. ¿Qué espera?

Nada, hago las cosas sin pensar en el futuro, vivo el presente. Me hace mucha ilusión ir a Málaga porque es un festival muy importante, pero también me encantaría ir al festival de Buenos Aires porque bailo tango, ya estuve en Montevideo? ya veremos.

¿ Su nuevo libro, 'La ópera de la guerra', contiene imágenes de toda su carrera o es una continuidad de trabajos anteriores?

La primera parte del libro presenta mis grandes fotos de guerra, y las más célebres, los primeros fotomontajes en color sobre la tumba familiar y al final los fotomontajes en color de personajes universales como homenaje a mis ídolos preferidos. Es un poco como la película de Xavi, todo centrado, para que la gente lo entienda

Explique cómo habiendo hecho un trabajo austero, peligroso y sin fantasía de la guerra haga luego fotomontajes coloridos y originales, con ramas de almendros, collares de perlas...

El editor hace muy bien, igual que Xavi en la película, de explicar cómo actué tras recibir un telegrama en el Hotel Continental anunciando el suicidio de mi joven hermano Eric. Ahí decido ir a la tumba de mis familiares en Alsacia para rendirles homenaje. Cuando veo de lejos que la tumba está negra, sin flores, ni nada, triste y con el sonido de los cuervos, que también aparece en la película, pensé en hacer una tumba magnífica, como había visto en otros lugares.

¿Qué se le ocurrió entonces?

Busqué fotos y recuerdos bonitos como collares, compré todas las flores que pude y empecé a hacer mis primeras composiciones sobre la tumba de Eric. Siempre con el mismo patrón: el personaje central rodeado de flores y objetos que le corresponden. Pensé en las horas pasadas con las viudas de Irán, que ponen fotos de los mártires rodeados de pétalos de rosa. Con estos fotomontajes creo haber encontrado la manera de abolir la frontera entre los vivos y los muertos .

En su libro aparece la guerra en blanco y negro y la fama a color con personajes emblemáticos. ¿Subyace un mensaje suyo en esta contradicción?

La guerra, la jungla de Calais y otros más que van a venir ahora? Siempre fotografiaré el duelo del mundo en blanco y negro como lo hicieron Robert Capa, Don McCullin y James Nachtwey, entre otros. El color lo reservo para la vida, como un himno. Después de tantos años de duelo quiero hacerle un himno a la vida.

¿Hay una razón especial?

Quizás por mi mirada femenina, como la de mis otras tres compañeras fotógrafas de mi edad, que ya han fallecido. Ellas se reían de mí por lo que llamaba 'la mirada femenina' cuando estábamos en Beirut u otros destinos. A Katherine Deutsch, por ejemplo, solo le gustaba fotografiar la violencia, actuaba como un hombre, solía decir: 'Si no hay cuarenta muertos ahí fuera no me levanto'. Además de la tragedia creo que he sabido reflejar la vida en todo momento.

¿Qué foto muestra esta idea?

La foto del niño de Camboya que llora a su padre muerto. Dos horas antes, con mi mirada femenina, busqué unas imágenes de unos niños que jugaban en un río con cascos de proyectiles vacíos y luego vi a este mismo niño llorando la muerte de su padre y lo fotografié. En el caso de la imagen de 'La novia libanesa' estaba con Philippe Valuart un domingo y recordé la costumbre en todos los lugares en guerra como Beirut, Siria, Irlanda del Norte... de que los casados hacen retratos en parajes bélicos para reivindicar que el amor es más fuerte que la destrucción. Por eso en mis fotos hay un mensaje de esperanza.

Eva Perón, Frida Kahlo, María Callas, Pedro Almodóvar, Rossy de Palma, Sara Montiel, Christian Lacroix, la duquesa de Alba? están retratados con fotomontajes en este libro. ¿Qué tipo de personajes busca y elige para darles color?

Solo puedo hacer fotomontajes si viene de mí. No me pueden pagar por hacer algo de alguien que no me gusta. Es como el amor, es un deseo muy profundo. A Christian Lacroix, una persona maravillosa, fue el primero al que mostré mis fotos en color cuando volví de las guerras, teníamos en común la pasión por el color.

¿Cómo ha sido su relación con el diseñador francés Lacroix?

Soy francesa pero me siento española, fui criada en Madrid desde los siete años. Lacroix fue el primero que se enamoró de mis fotos en color. Empezamos una correspondencia? me dijo que estaba embelesado por el rojo de las flores de mis imágenes y le expliqué que eran en memoria de la sangre derramada en las guerras.

¿Qué les une?

Nunca me interesó la moda ni los vestidos, me atrajeron los objetos y los corazones. Tenemos muchos paralelismos que nos unen: la letra, los corazones, las cruces que le pedí que me prestara para inmortalizar la muerte. Él también tiene este sentido de la muerte, es religioso y profundo. Hice muchos homenajes con macarenas y sus amuletos.

En el libro hace una homenaje a su madre, Huguette...

Cuando falleció mi madre en los medios la denominaron 'la última de las surrealistas'. Tenemos una película suya que hizo Philippe Vallois antes de que yo le conociera. Soy su retrato físico, vivo, pero no quería parecerme a ella porque la hice responsable del suicidio de mi hermano Eric. Philippe y yo nos enamoramos en el funeral de mi madre en unos minutos. El lado artístico lo he heredado de ella, hay un atavismo.

En 2018 han fallecido 63 periodistas en conflictos bélicos, ¿se ha vuelto una profesión de riesgo o siempre lo ha sido?

Es mucho más una profesión de riesgo ahora. Sobre todo los fotógrafos, el periodista puede escribir o transmitir desde el hotel, el bar o el coche, ven las cosas y luego nos entrevistan a nosotros. Hoy en día son héroes. Antes podíamos morir de una forma natural en la guerra por una bala perdida o el derrumbe de un edificio en ruinas, pero no iban a por ti.

¿A qué conflicto bélico se iría a fotografiar ahora? ¿Siria, Afganistán, El Chad, al narcotráfico en México o el exterminio de los rohinyás en Birmania?

Volvería a El Chad por sentimentalismo, porque es donde descubrí mi carrera.

¿Qué es la mirada frontal?

Es lo que escriben, lo que caracteriza mis fotos. Voy vestida de negro, ven que yo también estoy enlutada por la muerte de Eric, la gente no lo sabe pero lo intuye. Cuando ven la cámara detrás del velo piensan que puedo transmitir su dolor al mundo.

¿Cuándo decide disparar?

El periodista francés Bernard Pivó me preguntó: '¿Cuándo sabe un fotógrafo que tiene el derecho a apretar el disparador?' Le contesté «No necesito pedir permiso, lo leo en sus ojos. Son ojos de súplica, me piden que saque la foto» . Mi primer maestro no ha sido Robert Capa, no sabía ni quién era, fue Goya porque ya estaba familiarizada con el rojo de la sangre de sus cuadros desde pequeña.

¿Hay exorcismo en el dolor?

Es una manera que he encontrado de apaciguar el dolor. Los fotomontajes funcionan porque me apaciguan. Hay gente que me pide que le haga uno de un pariente suyo en Sant Antoni y utilizo el color, las flores de Ibiza, objetos de todo tipo, marinos, personales o surrealistas que están llenos de vida. He inmortalizado las flores de la isla en el libro que me encargó la Cámara de Comercio de Ibiza.

¿Sigue viendo la vida en blanco y negro ahora?

Ya no. Pero si voy de nuevo a un lugar de conflicto bélico me sumo otra vez en el blanco y negro.

¿La operación de cataratas reciente le ha cambiado la percepción de la luz y las sombras?

No, para nada. Mi desesperación fue perder la vista, no quería operarme de cataratas en París, quería recuperar la vista en Ibiza para ver los almendros en flor.

¿Ibiza es su retiro dorado?

Es un refugio. Estoy cada vez más enamorada de Ibiza, no por vivir en esta casa de mi familia, sino porque tuve que interesarme por las flores, los animales, las payesas, los vestidos... durante un año para reflejar su fauna y flora, lo que me ha dado mucha cultura.

¿Por eso le inspira Tanit?

Los fotomontajes los hago aquí. Soy como los payeses, tengo fascinación por la diosa Tanit, aunque Philippe me dice que no le haga caso porque fue muy mala.

¿Cómo es su relación con él?

Es una relación especial. Es maravillosa porque somos libres los dos. Quizás es un poco machista, pero le he cogido el truco.

¿La fotografía digital le ha robado romanticismo a las imágenes y a la profesión?

Yo hago las dos, es un plus.

¿Se encuentra más a gusto escribiendo o fotografiando?

Son complementarios. No puedo vivir sin fotografiar, hago fotos todos los días de mi vida, no lo puedo resistir, es la inspiración. Escribir ha sido mi primera inspiración, me permite explicar lo que no puedo hacer con las fotos. No es verdad que una foto refleja mil palabras, como el bombardeo de Phnom Penh. Las fotos no revelan el olor, el dolor, los gritos, los llantos. En mis libros puedo escribir todo lo que no puedo mostrar con mis fotografías. Ahora me gustaría filmar.

¿Con qué sueña?

Solo con los almendros de Ibiza. Los sueños son muy importantes. Intento dormirme con imágenes maravillosas de paz, con fotos o fotomontajes ya que me inspiran. Si he soñado un fotomontaje de una virgen rodeada de pimientos, me levanto, voy al mercado o al jardín y lo hago exactamente igual cómo lo he soñado.

¿Por qué fotografía sus pies?

Es lo que más veo cuando escalo las montañas, más que mis manos, o mi cara. Me encantan mis pies en la arena del Sahara. El primer autorretrato del libro es con el color de la sangre, que no puedo olvidar, y la última foto son unos pies más serenos... en paz.

¿ Es creyente?

Soy creyente, no quiero esconderlo. La religión me ha ayudado a afrontar la muerte y no tenerle miedo, nunca he temido morir, es más, muchas veces lo he buscado.