Nueve meses ha invertido el pintor y arquitecto Álvaro Mendoza para preparar la exposición 'La luz es como el agua', que se puede ver estos días en la sala de exposiciones del Consell de Formentera, en la plaza de la Constitució de Sant Francesc. El artista juega en esta ocasión manchando grandes superficies, con apenas referencias figurativas, sin dejar la abstracción para transportar al espectador a un viaje interior. La sutileza de la obra de Mendoza está cargada de matices y fuerza.

El artista cuenta que detrás de su paleta de colores oscuros hay toda una reflexión: «Detrás de esas sombras siempre hay algo luminoso, creo que la oscuridad es el principio de todo y luego viene la luz, sumergirte en eso te da un gran valor para seguir el camino».

Sin embargo, la gama de azules oscuros fundiéndose en medios líquidos, como él mismo destaca, acaba con un gran lienzo prácticamente blanco que «es el final del ciclo, que muere en esa obra en blanco».

Uno de sus amigos, Sergi Cànovas Blanch, aporta un texto a la muestras con el que Mendoza se siente especialmente identificado y en el que, entre otras cosas, se puede leer: «Álvaro vierte su amor soluble sobre el mar de sus lienzos, para conformar la reacción alquímica necesaria en ellos».