Ni siquiera dos campañas de erradicación intensivas han podido con ellas. La ´Podarcis Pityusensis´, la lagartija ibicenca, sigue campando a sus anchas por el islote de San Juan de Gaztelugatxe, situado en la costa de Bermeo (Vizcaya), y correteando por sus empinadas laderas mientras cientos de turistas visitan (y hacen cola a la entrada del tómbolo) uno de los escenarios de ´Juego de Tronos´. Superviviente y oportunista nata, como ha demostrado en los islotes más recónditos e inhóspitos de las Pitiüses, en Gaztelugatxe ha encontrado un paraíso: si en es Vaixell o sa Bleda Plana escasean tanto los alimentos que llega a practicar el canibalismo e, incluso, come el guano de las gaviotas, ese peñón vizcaíno le ofrece una extensa despensa, desde verdes prados (eso sí, muy inclinados) al local funoll marí y cientos de miles de miriápodos, polillas y hormigas. No es de extrañar el saludable aspecto que presentan. Algunas, de hecho, parece que tienen sobrepeso, al menos comparadas con sus primas hermanas pitiusas. Hambre, desde luego, no pasan.

Para acceder a Gaztelugatxe, primero hay que atravesar un puente estrecho de tres arcos y, una vez llegado a la base del islote, ascender hasta la cumbre, situada a 79 metros de altura, por una escalera de piedra de 241 escalones. Ya desde los primeros peldaños se comienzan a divisar las primeras lagartijas ibicencas, que, pizpiretas, se parapetan tras las plantas, buscan el calor del sol en las zonas más rocosas o se ocultan entre las grietas de los muros de la sinuosa escalera. Tienen un intenso color lima en su parte dorsal y su vientre es azulado. Tras ver una de las fotos captadas allí, Valentín Pérez Mellado, doctor en Zoología de la Universidad de Salamanca y experto en estos reptiles de Eivissa, afirma que sus orígenes pitiusos son «indudables».

Juego de lagartijas

Las hay por todas partes, ignoradas por los turistas que, vestidos con camisetas de ´Juego de Tronos´, están más atentos a las similitudes del islote con Rocadragón, la fortaleza ancestral de la Casa Targaryen, que en esos reptiles (reales) que traen por la calle de la amargura a los biólogos vascos. Porque la podarcis pitiusa es considerada allí una invasora que ha desplazado de malas maneras (menudo carácter tienen), allende el tómbolo, tierra adentro, a la Podarcis muralis, que era la lagartija autóctona, la que residía históricamente en ese biotopo protegido. La ibicenca, posiblemente soltada por un descerebrado en los años 90, la expulsó de Gaztelugatxe. Lo tenía fácil: además de ser más agresiva, es mucho más grande. En el islote hay machos de Podarcis pityusensis de 11 centímetros de longitud (sin contar la cola), mientras que los vascos (que tienen una característica papada roja y son oscuros, de color marrón) no pasan de los siete centímetros. El tamaño importa, está claro.

Llegaron, vieron y vencieron, y parece que no las van a poder echar. «La erradicación se ve muy difícil. Lo que se plantea es hacer un control», admite Gaizka Aurrekoetxea, técnico de Medio Ambiente de Bermeo (Vizcaya), a quien al menos consuela que «no haya abandonado el islote de Gaztelugatxe», es decir, no haya pasado a tierra firme.

La Sociedad de Ciencias Aranzadi ha realizado, por encargo de la Diputación Foral de Vizcaya, un seguimiento y estudio durante varios años de esta población, incluido el control poblacional, es decir, la eliminación de individuos. El Ayuntamiento de Bermeo «les contrató el año pasado para continuar, durante un año, esa investigación, parada durante bastante tiempo», comenta Aurrekoetxea.

1.614 eliminadas y como si nada

Dos campañas de control permitieron capturar 756 lagartijas durante 2017, según el informe, elaborado en noviembre del pasado año por Aranzadi y titulado ´Actuaciones de control poblacional de lagartijas de las Pitiüses en la zona de Gaztelugatxe´. Durante las incursiones realizadas en los primeros cinco años de seguimiento se eliminaron otros 858 ejemplares... Pero como si nada. Las hay aún a cientos y, al menos las de la parte alta -alrededor de la ermita cuya campana no paran de tañer los visitantes tronistas-, incluso son muy confiadas.

Hace siete años, Ion Garín, herpetólogo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, calculaba que había más de 2.000 ejemplares adultos de Podarcis pityusensis en ese islote. No debe haber variado mucho su número pese a las campañas de erradicación. Ahora no se atreven a dar una cifra, entre otras razones porque hay zonas «que no se pueden muestrear porque son acantilados verticales, donde no se puede acceder, y según la época del año están fuera o escondidas», según Aurrekoetxea. Han convertido Rocadragón en su bastión inexpugnable.